«Jordi Pujol se montó una autoficción»

Entrevista a Txema Seglers

Bluesky
Txema Seglers

Estudió Filología y Periodismo literario y Comunicación. Es periodista y colabora en distintos medios, especialmente en Crític y Catalunya Plural. Le gusta el periodismo narrativo. Ganó el XXIX Certamen Literario Francesc Candel, en la categoría de reportaje periodístico. Ahora publica Pujol y yo: Las caras y las cruces del hombre que ha transformado todo un país (editorial Saldonar).

¿Por qué Pujol y yo, y no, por ejemplo «nosotros», «ellos» o Pujol a secas?

El título responde mucho a la voluntad del libro, porque lo que he intentado es proporcionarme alguna respuesta a la pregunta de saber quién es Jordi Pujol. Hay otros libros que tienen una opinión hecha sobre Pujol, parten de una idea sobre él, y dan argumentos para justificarla. Pero es un político que ha traspasado generaciones, y en este sentido resulta poliédrico, susceptible de ser visto e interpretado de diferentes maneras. Todo el mundo tiene, más o menos, su anécdota con Pujol, que, en mi caso, entronca con una memoria personal, porque mi padre trabajaba en Banca Catalana. El libro intenta que cada uno mire entender cómo es su Jordi Pujol, a través de 27 entrevistas con personas de ideología muy diversa, y de las conversaciones que he tenido con Pujol en persona.

¿Este «yo» del título de tu libro lo interpretas, de alguna manera, en clave generacional?

Pujol es un político que dura tantos años, más incluso que los 23 que estuvo gobernando, que eso lo convierte en una referencia de la primera generación, la de los hechos del Palau, digamos. Otra generación que ha crecido con Pujol es la de los años 80, cuando llega al poder. Después está cuando gobierna… Él va avanzando en el tiempo, a medida que Cataluña cambia. La faceta generacional me interesaba porque, más allá del aspecto personal, que puede ser tu propia percepción de Jordi Pujol, cada generación tiene una visión de conjunto. Algo que yo comparto no tanto desde una perspectiva estrictamente política, en la medida en la que no me considero un periodista de política, sino más bien un narrador que incorpora la política en sus textos.

Y los más jóvenes de hoy ¿qué opinión tienen sobre Pujol, o es una persona que ya se pierde en las nieblas del pasado?

Un joven estudiante de políticas, que me entrevistó, quería saber por curiosidad quién era Jordi Pujol. Pero, en general, a los jóvenes no les interesa Jordi Pujol. Ha cambiado mucho todo. La gente tiene otras cosas en la cabeza, y eso por una parte es bueno y por otra no lo es.

¿Qué se puede decir de las caras y las cruces de Jordi Pujol, a las que hace alusión el subtítulo del libro?

Por lo que he aprendido con el libro, podría decir que las caras son, sobre todo, el autogobierno, el hecho de ser un político capaz de negociar y, sobre todo, algo que tiene que ver con aquello del «seny». Pujol sí que hacía, de alguna manera, política desde el aspecto emocional, pero era un pragmático. Una figura con altura, como Felipe González y otros políticos de la transición. Eran cultos, estaban formados, tenían experiencia, entendían la realidad… Es también un poco como los Beatles, en el sentido de hacerse a sí mismos. Las cruces son lo que todos sabemos, esa parte oscura, negar la corrupción, que nunca ha quedado muy aclarada.

En Infierno, purgatorio y paraíso, Jordi Ibáñez Fanés describe literariamente los avatares y las fortunas de un Pujol situado, digamos, más bien en el más allá. En este sentido, ¿cómo crees que será tratado Jordi Pujol por la historia?

Es algo difícil de responder porque hace referencia al futuro, y eso está por ver. Si todo cambia a la velocidad a la que lo hace, ¿cómo se pueden aventurar opiniones en términos históricos? Pero, en todo caso, creo que hay cosas de él que sí que pasarán a la historia. Por ejemplo, una parte de la opinión pública lo reivindicará, y otra lo injuriará. También han pasado muchas cosas desde su confesión… Todo ello permite ajustar la visión, el juicio de las cosas. Ya no es un apestado… Lo que resulta contradictorio es que mucha parte de Junts, que movieron el proceso independentista, lo reivindiquen, cuando él estaba en contra. Algo que, en algún momento, se deja ver en el libro.

Dice uno de tus entrevistados que «Pujol es un católico traumatizado por la guerra civil». En este sentido, ¿Pujol es un producto muy acabado de la posguerra?

Yo diría que sí. Lo primero que me dice cuando yo me encuentro con él, es que «esos» (los que se declaran franquistas) no son de los suyos. Es una figura antifranquista. Algo que resulta importante para explicarlo.

Por el contrario, Pujol parece sentir cierta simpatía por los comunistas, sobre todo por la figura de Gregorio López Raimundo.

Seguro. Eso lo comenta Francesc-Marc Álvaro, haciendo alusión a esta épica de la lucha antifranquista. Con quien no se entiende nunca Pujol es con la generación de Bocaccio, con la gauchedivine, que se les tacha de «progres». Yo creo que había un poco de esta cuestión cristiana de Pujol no muy propicia, digamos, a las Maruja Torres, Rosa Regàs… Chocan con esta parte católica suya.

Hablando de catolicismo, Jordi Pujol en uno de sus últimos libros, El caminante ante el desfiladero, reivindica el carlismo. ¿Quizás como una señal de identidad catalanista?

Soy más de hacerme preguntas que de dar respuestas, y responder a eso no es fácil. Algunos analistas relacionan una parte del independentismo más encendido con el carlismo. Se ha comentado la influencia de Cioran en Pujol, sobre la moral… Una visión del catolicismo que no parece conectar mucho con el carlismo.

¿En algún momento Pujol llegó a abogar incluso por un socialismo autogestionario?

Relacionado con Europa, porque es un gran europeísta. Habla idiomas, lee la prensa extranjera. Todo lo que tiene lo pasa por el túrmix. Este es el personaje poliédrico. Así, hay quien lo tacha de ser parte de una trama corrupta hasta quien lo ve como creador de un movimiento que lo agrupa todo. Puede ser socialdemócrata y conservador, coge de todo y hace una síntesis, lo cual también es consecuencia de su formación. Eso lo reconocen personas que no son precisamente simpatizantes suyas. También tiene mucha voluntad política, y me imagino que es un obseso del poder. Sabe acoplar lo que pasa a la realidad catalana.

A diferencia del PSOE, el PNV e incluso ERC, que tienen sus raíces en la República e incluso más allá, Convergència es una creación ex novo. ¿Se trata de una fuerza política construida por Pujol a su imagen y semejanza?

Algunos consideran que Convergència es la heredera de la Liga. Pero, en cualquier caso, en aquel momento se estaban creando partidos, y Pujol quiere crear uno para cambiar Cataluña. Está con el tema de la identidad, de la lengua… Tiene en la cabeza un proyecto político, y cree que esta es la mejor manera de conseguirlo. Yo lo relaciono un poco con la cosa de la imagen, algo que él sabe utilizar muy bien. Y construye, sí, un partido a su imagen y semejanza. Es tan potente en todos los sentidos, para bien y para mal, que no puede estar en otro partido que no sea él. Se colocó como el centro de un movimiento, y los demás le otorgaron ese papel. Por eso alcanza esta figura de mito y de tótem. Tiene una voluntad de poder enorme, que le arrastra. El pujolismo es nuevo y, además, amplio. Supo aprovechar el momento.

Uno de tus entrevistados, desde una perspectiva quizás más personal, me definió a Jordi Pujol como el «amo», en el sentido de disponer de todo lo que le rodea, padrepadrone, haciendo referencia a la película de los hermanos Taviani. ¿Lo ves también un poco así?

Sí, creo que sí. Se la han otorgado, siempre. Y él se ha colocado en la figura de gran padre. Eso que en catalán se llama el «pal de paller». Sin esta figura, ni el mismo libro tendría el atractivo que persigue. Él viene de una familia con recursos económicos, lo que explica también, de alguna manera, su idea de crear un banco. Jordi Basté, que es un gran lector, dice que Pujol se montó una autoficción. No viene de una familia pobre, no es un obrero. Es un hombre de poder. Con ello, sus generaciones posteriores están donde están. Es un trabajador, eso sí.

Y las relaciones de Pujol con la Iglesia, ¿cómo han sido?

La dimensión religiosa de Pujol me parece una de sus facetas más interesantes. Porque al personaje le anima su religiosidad. Es lo que le acerca al mito, a la épica. Este aire religioso parece interesarle, sobre todo, en el sentido de la interpretación de su propia vida, de algo que lo mantiene en pie. Es lo que le da alma al personaje. La relación con la Iglesia institucional me imagino que fue buena. Cuando anunció los problemas con la herencia, fue a ver a su confesor, mosén Ballarín.

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