Somos muchos los que hace tiempo que percibimos que el mundo está patas arriba, cada vez más inestable y por qué no decirlo, cada vez más amenazador. Nuestra Europa, abanderada del progreso, de la seguridad y del bienestar social se muestra incapaz de hacer frente y resolver las amenazas y peligros, tanto externos como internos, que nos acechan. La cómoda paz que hemos vivido tras la Segunda Guerra Mundial y que los europeos occidentales pensábamos erróneamente que se había adquirido para siempre gracias a nuestro merito, puede convertirse en un mero recuerdo.

Hoy, estamos enfrentados y rodeados de sistemas autoritarios favorecidas por el uso desregulado de redes “sociales” ilegales y las fake news. La demagogia se ha apoderado de las democracias y nos está llevando al caos y a todo un rosario de calamidades: las guerras de Rusia-Ucrania, Israel-Palestina, las más silenciosas, pero no menos crueles de África, las amenazas de Trump. Todo ello sin olvidar, los incumplimientos y amenazas de países y sectores de retirarse del Acuerdo de París contra el cambio climático, cuando el tiempo se agota y el planeta se enfrenta a récords de temperatura. Y finalmente, la no menos inquietante situación por la que los grandes los intereses privados inherentes a nombramientos como el del multimillonario Elon Musk o las decisiones de Milei han convertido a los hombres de negocios en los hacedores de la política, que nadie duda que la pondrán a su servicio. Me parece evidente que las tendencias internacionales se pueden calificar como un desmantelamiento institucional global, saltándose las normas hasta ahora pactadas de forma multilateral.
En Europa, estamos presenciando un Gobierno alemán, prácticamente en funciones y con la locomotora económica al ralentí. Mientras en Francia, Emmanuel Macron vive una sucesión de primeros ministros, bajo la sombra de Marine Le Pen. El otrora eje franco-alemán que nos auguraba una Europa con poder y capacidades internacionales se ha esfumado. En España, el PP sólo piensa en hundir al gobierno de Sánchez, a lo que nuestro presidente responde pactando con los independentistas como única solución para mantenerse en el poder. Meloni y Orban debilitan a la Unión Europea en el momento que es más necesaria que nunca la unión ante el avance del populismo ultra, sobre todo en Eslovaquia, la República Checa, Holanda o Austria. El mullido colchón de valores compartidos generado en las últimas décadas se ha adelgazado y el pacto migratorio europeo (aún no en vigor) ya ha sido cuestionado por parte de la UE, por flojo.
Ha llegado la hora de verdad y la pregunta es inevitable. Ante este penoso panorama ¿qué opciones tenemos? ¿Vamos a mirar hacia otro lado y esperar que las cosas se arreglen solas? ¿Diremos que esos peligros sólo conciernen a los otros, a los ucranianos o palestinos por ejemplo? ¿Nos retiraremos a nuestro por el momento todavía confortable patio trasero? ¿Nos someteremos como hicieron nuestros antepasados a los yugos nazi, fascista o bolchevique? No nos engañemos: ha llegado el momento de enfrentarnos a la realidad y aceptar las consecuencias de nuestro débil comportamiento europeo. La experiencia histórica del último siglo nos enseña que la paz y el bienestar se ganan a pulso día a día, mientras que el precio de la pasividad cuando no la cobardía, es duradero e inconmensurable. Necesitamos valentía y la fuerza que otorga la unión, para mantener la libertad física, mental y cultural. Si realmente nos importan nuestros queridos “valores”, démonos los medios para defenderlos, asumamos nuestras responsabilidades y no dependamos más de otros para asumirlas. Las respuestas a nuestra ya evidente debilidad no vendrán de fuera, sólo pueden venir de dentro, es decir, de nosotros mismos.
A los europeos nos llevó mucho tiempo aceptar lo obvio y alinearse con la razón, tratando tímidamente de superar los múltiples prejuicios mutuos que, sin embargo, todavía nos obsesionan. La hora de la verdad ha llegado: ¿cuándo veremos una Europa unida, fuerte, valiente y capaz de defender nuestro modo de vivir en una sociedad organizada, cohesionada, que genere progreso material y moral para todos?