Los negocios de Laporta siguen siendo una chapuza y una ruina a todos los niveles

La borrosa línea de sus operaciones como presidente, como abogado y como empresario también dejan en esta segunda presidencia, como en el pasado, un rastro de desastres económicos, financieros y patrimoniales sin remedio, además de una deuda colosal. Y a la pregunta de qué vive Laporta tampoco hay respuesta

El presidente del Barça, Joan Laporta, tras declarar en la Ciutat de la Justícia (ACN)

En la vida real al margen del fútbol, donde Joan Laporta ha tenido la oportunidad de gestionar, aprovechar y rentabilizar su alabado carisma y audacia como presidente del FC Barcelona, nunca ha podido desarrollar un negocio rentable, ni siquiera a corto o medio plazo. Para ganar dinero en proporción directa a su capacidad profesional como abogado ha demostrado ser un patán de primera y no ha exhibido tampoco ninguna otra habilidad en el sector negocios como para conquistar una cierta reputación o reconocimiento.

A la pregunta clave que le lanzó hace unos meses un socio inquieto como Jordi Termes: «¿De qué vive Laporta?», el propio presidente no sería capaz de responderle más allá de suponer que de los beneficios de su despacho de abogados si no fuera porque el mismo registro mercantil lo desmiente, pues no consta actividad, cuentas presentadas ni balances como tampoco el resto de las sociedades en las que figura como accionista, administrador u otros cargos.

A los socios, si se les preguntara ahora mismo, responderían que Laporta dedica la mayor parte de su tiempo a dirigir el club y hasta contestarían con un cierto grado de satisfacción por esta exclusividad y prioridad de sus intereses personales relegados a un segundo plano en beneficio de las necesidades de gobernanza del FC Barcelona.

De hecho, Laporta se ha atribuido el cargo de presidente ejecutivo del Barça en el organigrama oficial y el barcelonismo le ha aceptado esta fisonomía de empresa familiar bajo su patriarcado -lo que sería el paradigma del nepotismo y del amiguismo llevados al extremo de la caradura y el autoritarismo en realidad- dando por aceptable y normalizado que Laporta viva del club a efectos prácticos y domésticos.

Con más razón, argumenta su círculo de ‘palmeros’ que colateralmente también comen cada día de la grandeza de esta presidencia, después de haber ido asumiendo él mismo tanta fuga y dimisión. Laporta no ha suplido ninguna de las bajas, fugas y despidos que ha tenido que afrontar en el ámbito directivo (economía, Espai Barça y marketing y comercial) y del ejecutivo (CEO, director financiero, director comercial, director fiscal, director Espai Barça, director de operaciones) hasta quedarse, como quien dice, solo ante el peligro.

En la práctica, no obstante, es el FC Barcelona quien se encuentra desamparado, sin guion ni rumbo, roto económica, financiera y patrimonialmente, abandonado a los caprichos, la improvisación y los intereses personales de Laporta tan a menudo confusamente interrelacionados y borrosos.

Tanto, que hasta el mismo departamento de comunicación no ha sabido esclarecer muchas veces cuando viaja el presidente a esos países exóticos que tanto le gustan (Kirguizstán o Azerbaiyán para fomentar extrañamente esas Barça Academy que tiene abandonadas en el resto del mundo) o a esas giras por Oriente Medio en busca del mismo dinero que cuando otro presidente conseguía para el Barça eran abominables, inaceptables, manchados de sangre, corruptos e incompatibles con los valores del Barça.

Otros presidentes, por cierto, a los que la oposición liderada tantos años por él mismo atribuía sombras de un posible aprovechamiento del cargo en el Barça para sus negocios. El entorno azulgrana es, en este sentido, la primera víctima del dominio del relato mediático laportista que sospechaba de las actividades empresariales de Sandro Rosell y de Josep Maria Bartomeu, que nunca gastaron un solo euro del club en gastos de representación, y, en cambio, justifica que Laporta disfrute de un tren de vida de cinco estrellas a costa del dinero de los socios. Resulta paradigmático, por ejemplo, que siendo expresidentes Rosell y Bartomeu hayan sido clientes habituales de Via Veneto antes y después de serlo -menos regularmente incluso durante sus mandatos- y que a Laporta solo se le haya visto entrar y salir diariamente, como a Botafumeiro, cuando ha sido presidente y las facturas las paga el club.

El problema para el FC Barcelona es que esta dedicación prácticamente íntegra de su actual presidente al día a día de la gestión, su atenta vigilancia hasta por los más mínimos detalles de la administración del club y su obstinación en ‘ahorrar’ las nóminas de los altos ejecutivos, suplidos por su iniciativa y ‘talento’, el conjunto de sus prestaciones y esfuerzo, en definitiva, ha dado como resultado el mismo saldo negativo en las cuentas, la generación de una deuda colosal y la necesidad de malvender activos y patrimonio a cuenta de futuro que ha empobrecido al Barça como nunca, en la misma línea del fracaso que, a lo largo de toda su vida, le ha acompañado en su quehacer profesional y empresarial..

Lógico si en sus negocios ha hecho como en el Barça que, sabiendo desde agosto pasado que necesitaba más fair play para inscribir a Dani Olmo, no se puso en serio a buscar el dinero hasta que se le tiró el tiempo encima y acabó por resolverlo tarde, mal y solo provisionalmente. O, por poner otro ejemplo, solo un presidente torpe y chapucero como él se obsesionaría en ingresar 1.000 millones en palancas para fichar a Vitor Roque, entre otros, sin ver que, en la herencia recibida del pasado, la Masía le había preparado otra generación de oro, y gratis. Demasiado tarde para que el Barça pueda capitalizar este tesoro que, como todos los que busca Laporta, dentro y fuera del Barça, solo conducen a la ruina cuatro años después de volver a la presidencia.

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