El mejor y el peor día en la vida para Ansu Fati fue el 21 de octubre de 2021, fecha en la que fue elevado a los altares del barcelonismo por Joan Laporta como el heredero de Messi en otra de las reiteradas y desafortunadas decisiones del presidente del Barça, como es habitual más enfocado en perfeccionar el relato mediático que en favorecer los verdaderos intereses del equipo y del propio jugador, que hoy es un estorbo para Hansi Flick y otro problema salarial con una cláusula de salida imposible de 1.000 millones. Ansu Fati, de quien Laporta quiere ahora deshacerse, llegó a alcanzar un valor de mercado de 80 millones por aquellas mismas fechas, con 18 años, que se ha reducido finalmente a 10 millones en la actualidad tras cumplir los 22 años.
Fue el oportunismo de Laporta, asociado a la necesidad de poner el foco de la actualidad en otro punto que no fueran las secuelas de haber echado de malas maneras a Leo Messi dos meses antes, la causa de que, de pronto, el presidente acordara con su agente, Jorge Mendes, una precipitada y poco justificada renovación, ampliación y mejora del contrato que ya había sido objeto de una revisión no hacía ni un año. Entonces Ansu Fati había pasado a tener ficha del primer equipo y 400 kilos de cláusula de forma automática y se pactaron sus condiciones a la espera de poderlas firmar cuando cumpliera los 18 años, momento que coincidió con la dimisión de Josep Maria Bartomeu y su sustitución por la comisión gestora.
En ningún momento -al contrario- Ansu Fati estuvo en riesgo de quedar fuera de la disciplina azulgrana, peligro que sí se cierne sobre Lamine Yamal, pero Laporta vio en aquel momento la oportunidad de organizar un auténtico espectáculo alrededor del joven futbolista, a quien decidió otorgarle el dorsal 10 de Leo Messi sin consultar siquiera con el vestuario y ampliarle la cláusula a 1.000 millones, dos caprichos que su agente, Jorge Mendes, aprovechó para cerrar un nuevo contrato, creciente y superatractivo para Ansu Fati hasta 2027.
Laporta necesitaba ese efecto Ansu Fati porque el equipo no acababa de digerir las bajas de Messi y de Griezmann y en el Camp Nou, a pesar de la resignación y conformidad con que se encajó el traumático despido de Messi, se respiraba cierta intranquilidad por los resultados y por la decisión ciertamente sorpresiva de haberle dado continuidad a Ronald Koeman como técnico.
El problema al que Laporta no quiso prestar atención es que le dio galones de supercrack y sueldo de estrella a un jugador que, a la vista estaba, llevaba casi un año sin jugar tras ser intervenido sin demasiado éxito por el Dr. Ramon Cugat de una lesión de menisco, que precisó dos artroscopias más debido a evidentes dificultades para recuperarse al cien por cien.
Arrastrándose sin movilidad ni eficiencia en esa maldita rodilla, convertida además en un conflicto médico del que el Dr. Cugat quiso desentenderse culpando a los fisios de haberla recuperado mal, Ansu Fati venía de haber disputado apenas diez partidos y marcado cinco goles en su peor año, todos antes de lesionarse a primeros de noviembre de 2020, cuando a Laporta se le vino a la cabeza esa jugada exclusivamente mediática de convertirlo en Messi de la noche a la mañana.
Ansu Fati no estaba preparado para dar ese salto absolutamente innecesario y tan desafortunado. Además de arrojarlo a los leones de la máxima exigencia de rendir al nivel de Messi, para lo cual no estaba ni de lejos preparado porque su rodilla nunca estuvo a la altura tras pasar reiteradamente por el quirófano, el peso psicológico del dorsal del mejor jugador de todos los tiempos acabó por hundirlo aún más en una desesperación personal y de su propio entorno.
En la temporada de su ascensión a la categoría de crack apenas pudo entrar en 15 partidos y anotar 6 goles. Y suerte tuvo de que Xavi Hernández le dio todos los minutos que pudo, una media de 30, en los 52 partidos disputados la temporada 2022-23, en los que firmó 10 goles, aunque no pudo evitar que su fragilidad mental y física acabaran retroalimentarse y en la 2023-24 sufriera un retroceso definitivo en el Barça y en una cesión a la Premier que tampoco acabó de funcionar.
Con la llegada de Hansi Flick, que necesita jugadores explosivos, Ansu Fati no ha podido responder como espera el entrenador alemán, que ya le ha dejado claro que no cuenta con él ni ahora ni tampoco más adelante, a pesar de lo cual Ansu Fati no ha querido aceptar ni una cesión ni tampoco un traspaso para desesperación y cabreo del presidente, que lo necesita ahora es ahorrarse la ficha de Ansu Fati, como sea, y quitarle el 10 para dárselo a Lamine Yamal la próxima temporada, en cuanto le renueve el contrato a partir de julio, el mismo plan que trazó con Ansu Fati.
Las proféticas palabras de Laporta en su presentación aquel 21 de octubre de 2021 todavía resuenan en la cabeza de Ansu Fati: «El 10 se lo ha quedado el que ha actuado de forma más natural y valiente. Tiene un talento superlativo, está llamado a conseguir muchos éxitos y a seguir por el camino de la gloria».











