Me cuesta entender los gritos de victoria que se hacen desde Gaza por la consecución del alto el fuego que entra en vigor mañana domingo después de 470 días de guerra y la muerte de cerca de cincuenta mil palestinos, porque más allá de que Netanyahu y su gobierno supremacista no haya conseguido expulsar hacia Egipto, como pretendía, a buena parte de los habitantes de la franja, la correlación de fuerzas ha cambiado drásticamente desde el 7 de octubre de 2023.
Ciertamente Netanyahu ha fracasado en su pretensión de vaciar la franja y hacer desaparecer a Hamás -liberar los rehenes era lo de menos-, pero el movimiento islamista palestino ha quedado totalmente descabezado y sobre todo sin aliados exteriores. La pretensión inicial de aprovechar la operación militar de respuesta al ataque sorpresa palestino del 7 de octubre de 2023 para restablecer una ocupación militar permanente en el interior de la misma y de reimplantar de nuevo asentamientos judíos ya no es necesaria al tener otros dos territorios donde podrá con plena impunidad crear más asentamientos y hacer realidad, poco a poco, el deseo del Gran Israel: el Golán y Cisjordania, incluido Jerusalén Oriental. Y para hacerlo necesita el ejército que ahora agotado, estaba luchando en Gaza.
No sólo ha descabezado a Hamás, sino que como consecuencia de la caída del régimen de Bashar Al Assad, la milicia libanesa chií de Hizbulá ha quedado desamparada perdiendo buena parte de su poder en el Líbano. Caído como un castillo de cartas el poder de Al Assad, el Líbano por fin ha superado el bloqueo institucional entre el bloque de la Alianza del 8 de Marzo que lideraba Hizbulá, y el de la llamada Alianza del 14 de Marzo partidaria de la paz con Israel y contraria a la injerencia de Siria e Irán. En pocos días el parlamento libanés ha nombrado al militar cristiano, Joseph Aoun, nuevo presidente del país, y al jurista sunnita, Nawaf Salam, primer ministro. Y ambos están de acuerdo en desplegar el ejercito libanés en el sur del Líbano, territorio que deberán abandonar los milicianos de Hizbulá desde el que atacaban Israel. Si el armamento se entregará al ejército libanés o la milicia lo mantendrá en nuevos escondites más al norte, es una incógnita.
Ciertamente la victoria de Trump ha tenido mucho que ver con que Netanyahu acepte ahora un acuerdo de alto el fuego con Hamás propuesto hace meses por Qatar, Egipto, la izquierda israelí y las familias de los rehenes, con el apoyo de Joe Biden, y que entonces el primer ministro israelí rechazó. A diferencia de Biden que no tenía un plan claro para Israel y Palestina, lo que por cierto le hizo perder muchos votos progresistas, Trump sí lo tiene. Este plan se basa en establecer unas buenas relaciones con Arabia Saudita que pide que se implementen los acuerdos de Abraham que normalizaban las relaciones entre la monarquía saudita e Israel para ir juntos frente al enemigo iraní. Y para que se dé esta alianza entre Israel y Riad hay que reintentar estos acuerdos que proponen crear una palestina desmilitarizada autogobernada, formada por Gaza y Cisjordania, rodeados por más asentamiento palestinos. Unos acuerdos y un plan que con Israel continuando bombardeando y ocupando la franja de Gaza, no se podían aplicar.
Otra cuestión es quién gobernará la franja y quién será el relevo de la corrupta y desprestigiada Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbas que está apunto de cumplir noventa años. Podría ser el carismático Marwan Barghouti, que después de muchos años en prisión será liberado en los próximos días tal y como establece el acuerdo de los rehenes, pero no está claro que él quiera ser el nuevo títere de un Israel que día a día hace más pequeño el territorio del futuro semiestado palestino.
Al régimen saudita no le incomoda que Israel haya aprovechado la caída de Al Assad para expandir la ocupación de los Altos del Golán más allá de lo que era la zona desmilitarizada, donde quiere crear más asentamientos. Ocupando esta nueva parte del Golán permite a Israel tener tanques y lanzaderas de misiles y artillería a solo 50 kilómetros de Damasco. Pero habrá que ver qué dirá Arabia Saudita cuando Israel con el ejército desplazado a Cisjordania incremente las expulsiones salvajes de palestinos, no tanto de sus casas, sino de sus tierras.
Lo que quiere hacer ahora Netanyahu es sacar por la fuerza los cultivos, los pastos y los olivos que son propiedad de los palestinos para instalar allí nuevos asentamientos. Por eso, más allá de que militarmente ahora se puede decir que destruyendo la franja, Netanyahu ha ganado, si incrementa la violencia y la humillación de los palestinos sin darles esperanza, nada impedirá que más tarde o más temprano se produzcan nuevas respuestas violentas como la que hicieron Hamás y la Yihad Islámica en el exterior de Gaza el 7 de octubre de 2023.