Oriol Junqueras quiere hacer sudar a los socialistas, en Madrid y Barcelona

El presidente de Esquerra no hace sangre tras su reelección y da juego al derrotado sector rovirista, renovando la confianza a algunos de sus dirigentes

Oriol Junqueras

Se atribuye al gran estratega chino Sun Tzu la máxima que dice que la mejor victoria es vencer sin combatir, y eso es lo que parece que ha hecho Oriol Junqueras en ERC. Tras la elección de la nueva cúpula, el partido ha entrado en una nueva etapa. Junqueras lleva las riendas de Esquerra desde 2011, pero nadie lo diría. En el último congreso, sus rivales se centraron en recriminarle los últimos meses de actividad política cuando hace más de 13 años que dirige los destinos del partido. Pero nadie puso el acento en esta cuestión.

Los otros candidatos lo atacaron, lo demonizaron y lo condenaron antes de que las bases republicanas hablaran, mientras él peleaba por predicar con estudiada gestualización casi religiosa la paz entre los hermanos de partido. Hizo caso a otro gran estratega, Napoleón Bonaparte, que popularizó el aforismo de que «nunca tienes que interrumpir a un enemigo que está cometiendo un error». Las escaramuzas de algunos dirigentes del partido, las declaraciones agresivas y los ataques personales que nunca fueron contestados no molestaron a Junqueras, que apenas se vio afectado por las sucesivas campañas internas (de sectores roviristas) y externas (de algunos grupos radicales y de Junts per Catalunya).

Cuando las bases hablaron, quedó claro que los meses de peregrinación por las agrupaciones y casales de ERC dieron el fruto sembrado: el verano pasado, Junqueras se retiró de la primera línea política y renunció a la presidencia, precisamente para preparar el terreno con el objetivo de volver a presentar su candidatura al congreso extraordinario del 30 de noviembre. Durante meses, se reunió con responsables de casales de ERC por todo el territorio, oyó sus reclamaciones, tomó nota y prometió soluciones. No pudo obtener la mayoría absoluta en la primera vuelta, pero 15 días después fue elegido presidente de ERC otra vez.

En Esquerra había la sensación de que Junqueras ganaría el Congreso. Los roviristas partían con desventaja, especialmente por la erosión sufrida por la secretaria general, Marta Rovira, debido a la trama B dentro del partido, un grupo de militantes utilizados groseramente para hacer campañas de contrainformación y de desprestigio contra rivales políticos tanto de la propia ERC como externos al partido.

Junqueras fue inteligente: no tiró leña al fuego, no se refirió nunca al asunto públicamente ni reprochó a sus compañeros su manera de proceder. Hubo filtraciones interesadas, pero nunca se pudo apuntar a nadie con el dedo para culpabilizarlo. Los roviristas sí llegaron a acusar públicamente a los junqueristas de estar detrás de las filtraciones, pero Junqueras y los suyos mantuvieron la calma total y solo negaron las acusaciones sin acritud.

Pero una vez que las urnas han hablado, Junqueras tiene ahora las manos libres para modelar un partido a su medida. Sus enemigos internos, que rendían obediencia ciega a Marta Rovira, la alumna aventajada, han sido barridos literalmente de los puestos de responsabilidad. Pero el líder republicano sabe que no puede eliminar la cuota de poder de los roviristas: él obtuvo el 52,2% de los votos, pero sus rivales llegaron al 42,2% de los sufragios. Son menos de 700 votos de diferencia, y por eso los apoyos de las bases no están muy alejados.

Junqueras no es burro y sabe que, con este equilibrio, debe sumar adeptos de las otras corrientes, que es lo mismo que comprar voluntades. «Junqueras intenta pactar la paz dentro del partido y lo conseguirá. Es un buen estratega. Los rivales le piden cuota de poder y él dará porciones en determinados temas, pero no entregará el control de Esquerra. Los demás saben que si quieren tener futuro político tienen que negociar, pero en inferioridad de condiciones. Él sabrá ser generoso cuando le interese, pero también cruel cuando lo considere», dice a EL TRIANGLE una fuente interna de ERC.

La batalla ahora está centrada en los documentos que se llevarán al congreso del mes de marzo. En este conclave se aprobarán la nueva hoja de ruta de ERC para los próximos años y un nuevo organigrama de la formación, documentos clave que Junqueras quiere controlar hasta la última letra. El presidente de la formación ha aceptado que haya un representante de sus rivales en cada ponencia, aunque le exigen más presencia. Será difícil que reparta más juego, entre otras cosas, porque del redactado de las ponencias dependerá su control más fuerte o menos del aparato y de la estrategia de la formación.

La cintura del líder

La cintura de Junqueras se puso en evidencia este mes de enero, cuando confirmó a Josep Maria Jové como presidente del grupo republicano en el Parlament. Jové era uno de los principales puntales de Marta Rovira en Barcelona y se significó por su apoyo explícito a la lista opositora a Junqueras. Pero no hay que olvidar que hace unos años había sido secretario general de Vicepresidencia, es decir, la mano derecha del propio Junqueras cuando este era el segundo del Govern.

«No fue difícil la elección. Y, además, es inteligente. Junqueras mantiene aquí a un dirigente al que conoce en profundidad y de quien conoce sus puntos débiles. Y, al mismo tiempo, endulza su imagen interna dentro de ERC al permitir que un miembro de la candidatura rival sea el líder parlamentario. Jové es un dirigente que las bases respetan, y eso redunda aún más en la actitud de Junqueras, que traslada a la militancia la imagen de que no ha llegado para cobrarse venganzas, sino para pactar, recostar heridas y preparar al partido para el futuro promoviendo la unidad», explica la fuente. A Jové, además, lo tendrá controlado por la nueva portavoz del grupo, Ester Capella, una dirigente alineada con el bando de Rovira a la que Junqueras captó para sus filas en la recta final de la campaña del congreso republicano.

Alfred Bosch, el líder de Foc Nou, que rehusó pactar con ninguno de los dos grandes contendientes, ahora se ha quedado descolgado. Pero, según afirman fuentes internas, Junqueras está dispuesto a darle alguna salida. La trayectoria de amor/odio entre Junqueras y Bosch se encuentra en estos momentos en un punto casi neutro. El recientemente elegido líder de Esquerra le ofreció a Bosch (a quien había fichado para el partido y del que había sido mentor) incorporarlo a su candidatura y darle una cuota de poder.

«Bosch se negó a integrarse en las listas de Junqueras, pero quizás fue mejor así. De hecho, a quien restó más votos fue a los roviristas. No hay que descartar que la opción de competir como tercera lista fuera una maniobra del propio Junqueras para restar votos al principal grupo rival», dice un exdirigente republicano.

Estrategia a dos niveles

Su victoria en el congreso le permite a Junqueras dibujar una estrategia a dos niveles. El primero es el interno: su intención es restablecer la paz en Esquerra, aplicar bálsamo a las heridas y volver a cohesionar el partido para prepararlo para las próximas contiendas electorales. El segundo nivel es el externo: los roviristas se cansaron de decir que lo primero que haría Junqueras si ganaba era pactar con los socialistas. Y tenían razón, ya que en parte es así.

Pero no será tan fácil. ERC necesita recuperar parcelas de poder y de influencia, y eso solo se consigue pactando. En Madrid, su apoyo a Pedro Sánchez no ha sido gratis, porque los republicanos consiguieron en la última legislatura mucho más de lo que los posconvergentes consiguieron en las tres legislaturas anteriores. Y en Barcelona (tanto en la ciudad de Barcelona como en el Parlament) todavía hay que ver cómo se materializa el entendimiento entre republicanos y socialistas.

La coyuntura le es favorable para negociar con tranquilidad: en estos momentos, contrariamente a lo que pasaba hace unos años, las posturas de Junts y de ERC están en su afelio, más alejadas que nunca. Además, es sabida la falta de química entre los líderes de ambos partidos, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. El camino natural de pactos, sobre la base de la experiencia acumulada, pasa por una alianza de fuerzas de izquierdas similar a la del anterior tripartito, y abandonar el frontismo de trincheras identitarias predicado desde las filas de Junts.

Pero Junqueras hará sudar al PSOE y al PSC. Se cobrará cada cesión o pacto muy caro. «Exigirá más de lo que había pensado en términos de compromisos económicos, como la nueva financiación o la recaudación de impuestos, y de cuestiones como la lengua, la seguridad e incluso fronteras o el blindaje de competencias para no quedar mal ante la militancia y porque las bases le demandan. Lo que habrá será menos benevolencia con los pactos tanto en Madrid como en Barcelona. Y eso se notará en los acuerdos que se materialicen a partir de ahora: cuestiones que parecían puramente simbólicas pasarán a ser una realidad en pocos meses, aunque no podemos pedir que nos lo den todo ya, porque es imposible», dice una fuente de Esquerra.

*Puedes leer el artículo entero en el número 1605 de la edición en papel de EL TRIANGLE.

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