Laporta pone a Olmo en el centro de una guerra del fútbol contra el Barça

El presidente azulgrana se esconde cobardemente detrás de un futbolista al que, tras ficharlo engañado, ya le dijo que solo podría inscribirlo año a año, y al que ahora ha convertido en el blanco a eliminar de la batalla del mundo del fútbol contra el CSD

Dani Olmo - Foto: FC Barcelona

La guerra por la cautelar de Dani Olmo y de Pau Víctor no ha hecho más que empezar. La no inscripción de ambos jugadores la noche del 31 de diciembre pasado puso en marcha una serie de procesos que, en menos de dos semanas, ya han sentado las bases de lo que, sin duda, será una gran batalla legal, política y fáctica. La empezó Joan Laporta, pues si en algo coincide el mundo del fútbol unánimemente es en que Dani Olmo fue fichado sin fair play financiero por parte del Barça, inscrito provisionalmente aprovechando una lesión manipulada de un compañero y descuidando los plazos de recuperación de ese margen salarial que el presidente del Barça debió procurar y acreditar ante LaLiga a tiempo de evitar que caducara efectivamente la licencia asociada al minicontrato presentado ante la patronal, solo hasta final de año.

Tan consciente era de esa situación que la directiva, asumiendo la situación, fue anunciando diferentes planes (A,B,C,D… etc) en las semanas previas. Por un lado, despreciando fanfarronamente los plazos como cuando Laporta aseguró que «si no estamos en la regla 1:1 es porque no queremos», reiterando que todo estaba bajo control, retrasando la firma de Nike a posta para luego tener que aprobarla apresuradamente en una asamblea de urgencia sin que el beneficio (presunto) de ese «mejor acuerdo de la historia» sirviera para nada o prometiendo resolver el problema con la venta inminente de los asientos VIP.

Por otro lado, Laporta empezó a dar evidentes muestras del descontrol y de la improvisación habituales cuando, en la desesperación de los últimos momentos, promovió dos escaramuzas ante los juzgados (mercantil y civil, por este orden), en cada uno de ellos apelando a razones y motivos cambiantes.

En cuestión de días, lo que fue en origen una chapuza impresentable de Laporta, de la que es el único responsable y culpable, permitiendo ese escenario dantesco de la noche de Fin de Año, el presidente azulgrana lo ha convertido, como pretendía, en un escenario bélico en el que LaLiga y la RFEF, el Estado de las Autonomías, el Congreso y hasta el ejército, si fuera necesario, le han declarado la guerra. Laporta ha fabricado este nuevo escenario en el que, a ojos del barcelonismo, Javier Tebas, en un ataque de rencor y odio, lidera una gran operación judicial y de movilización del resto de los clubs, excepto del Real Madrid, para anular las licencias de los dos jugadores azulgrana, a los que, por cierto, también ha convencido de que sus enemigos son el conjunto del fútbol español, que los quiere echar solo porque son del Barça.

La imagen del presidente del Barça levantando el trofeo de la Supercopa como un jugador más en señal de triunfo sobre el enemigo es la que quiere proyectar ante la afición azulgrana como la del triunfal ganador que estuvo KO en la lona, pero que fue capaz, al estilo Rambo, de levantarse y tumbar al contrario con su mejor golpe, el de una cautelar de inequívoco sentido político, apelando a la falta de competencia de LaLiga y de la RFEF para anular licencias como lo hizo cuando terminó la validez de las obtenidas en verano sujetas a una caducidad específica y justificada.

El verdadero problema para Laporta fue que el propio jugador no se fiase de él cuando pasó de prometerle ser inscrito por los seis años de contrato a admitir que, por las circunstancias financieras del Barça, pésimas, solo le podría inscribir de momento año a año, como ha estado haciendo con Íñigo Martínez. Fue en ese momento, tras dos jornadas sin jugar por falta de fair play, cuando el propio jugador transigió a cambio de una cláusula que le permitía quedar libre si el FC Barcelona no había regularizado su inscripción en la ventana de fichajes de enero, una amenaza que, no obstante, sigue viva a pesar del éxito de la Supercopa que Laporta ha celebrado como si fuera una goleada por la cautelar.

Dani Olmo ha vuelto a creerse el cuento de Laporta, otra nueva versión del mismo relato de insuficiencia de fondos y de margen salarial que -él no sabe- reaparecerán cuando de los compradores de los asientos VIP, el segundo inversor, el de Dubai, deba afrontar en el transcurso de un año el resto de los pagos del acuerdo, pues todo apunta a que otro Barça Studios está en marcha. Es decir, una operación para ganar tiempo presentando una venta formalmente cerrada, con el 40% del coste avanzado y un calendario de pago con garantías de cobro infalibles. Luego esos pagos se han de cumplir como en su día se iban a materializar por parte de diferentes inversores.

Lo cierto es que el Barça, hoy en día, además del anuncio de una rueda de prensa exenta de autocrítica por parte del presidente, no ha comunicado a los socios, solamente a LaLiga, el acuerdo de comercialización con esas dos empresas de países árabes, Catar y Dubai, que le ha permitido obtener el fair play suficiente para volver al estado 1:1, que no es óptimo, pero que mejora la angustiosa precariedad vivida y puesta dramáticamente al descubierto con motivo del fichaje de Olmo.

Ahora, con algo de tiempo y posibilidad de agenciarse dinero para sus fichajes y las comisiones de sus agentes más íntimos, Laporta vuelve a ser un peligro para el propio Barça, que, por otro lado, debe estar pendiente de las alegaciones de la LaLiga y de la RFEF ante el CSD, y especialmente a la vía contenciosa-administrativa en la que LaLiga ha presentado una demanda con petición también de medidas cautelares y un recorrido paralelo a la resolución que pueda adoptar el CSD tras los alegatos de los organismos reguladores del fútbol o en el límite de los tres meses concedidos.

Laporta ha puesto a un jugador suyo, ajeno por completo a esta polémica, como el objeto central de una batalla que enfrena a dos grandes fuerzas: la del Barça, que cuenta a su favor con que los votos de Junts son la vida para Pedro Sánchez y la radiación internacional y el peso institucional del FC Barcelona, por más que Laporta se empeñe en dilapidarlo, enfrentada al fútbol español, cuya estabilidad y futuro ha puesto en jaque el propio CSD dudando de su capacidad y legalidad para regularse. Cada cual defiende ahora su terreno. La cuestión es que la pieza en juego es un futbolista del Barça detrás del cual se esconde cobardemente Laporta.

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