A lo largo de los últimos meses me he acostumbrado a escuchar el anuncio de la Generalitat socialista que habla de un Gobierno para todos. Tengo que decir que hay una especie de aire silencioso moviéndose por Cataluña. Quizás anuncia una época de calma a pesar de la testarudez de los independentistas en perpetuar el pasado con la manía de eternizar a sus líderes.

Los socialistas aprovechan bien haber desactivado la pesadez del procés. Ahora bien, hay determinados aspectos que me dejan un poco alucinado, sobre todo relativos a los medios de Comunicación y la Cultura. Me parecería normal en un país con una reciente tradición de pluralidad el entrevistar a Carles Puigdemont en la televisión pública, pero ahora mismo suena muy a repetición de lo de siempre, buena prueba de cómo en TV3 no son partidarios de cambiar. A veces pienso cómo sería muy sencillo anular su monomanía apagándola. No es ni mucho menos imposible. Sencillamente creo en su función y tampoco me sirve el mutismo sobre las tonterías de sus humoristas. Los informativos todavía tienen un deje muy bestia. La plantilla puede estar viciada y ser enorme, excusa para no variar presentadores, pues todo sería igual.
Sí ha mutado un poco, milagro, la sección de Cultura, donde ahora incluso se habla de autores de la literatura catalana en castellano, un hito con ecos heroicos después de años de ostracismo, como si no existiera. Yo fui entrevistado en un programa de La Teva y -era el método empleado entonces- sobreviví un visto y no visto en A La Carta. Al principio pensé que era habitual colgar y descolgar contenidos. Más tarde Juan Soto Ivars me dijo que era normal sacar a todos aquellos contrarios a la independencia, algo clásico, ya que por otra parte no tenemos presencia en centros de primera categoría de la Nación, como puede ser el CCCB, donde la directora dijo que privilegiaría poner moderadores de la literatura en catalana, tomándoselo muy en serio, como demuestra otro proyecto de micro óperas donde no hay ningún autor que escriba en castellano entre los nombres habituales, los de la burbuja subvencionada y las capillillas, metidos hasta el fondo en un sistema adicto al provincianismo heredado del procés y muy alejado de la realidad de forma peligrosa porque su papel sería mostrarla, nunca mejor dicho, con todas las letras.
Supongo, sería deseable, una transformación de este aspecto. En la Cataluña de los años gloriosos de no legislar y generar sobredosis de populismo se ha practicado una fuerte exclusión cultural con otros añadidos sin vergüenza, como las tertulias donde todavía se habla de temas independentistas y los de la mesa son personas nada independientes, voces de los partidos, donde a veces se integran sin disimular, algo muy perjudicial para el debate público, sin que sirva la excusa de ser un fenómeno también español, donde es escandaloso como las sillas siempre son de los mismos.
Pero si volvemos a la Cultura podemos afirmar sin demasiadas dudas cómo el procés ha hecho crecer el ombligo. Este 2025 Barcelona será la invitada en la Feria de Guadalajara, uno de las mecas de los Festivales Ecuménicos, urbi et orbe, de la Literatura. ¿Proseguirá la marginación para vender una fantasía? El Gobierno para Todos es muy amigo de dar la mano a los soberanistas, en parte por esta pesadilla de legislatura en Madrid y la necesidad de cuadrar la aritmética en la Ciudadela. De acuerdo, se acepta y se comprende, si bien el todo el mundo no debería ser una expresión vacía. Los planes de vivienda y las políticas sociales no pueden ser sólo buenas intenciones y es urgente aplicar el plan de barrios.
El trabajo sutil, siempre que sea eficaz, es muy bienvenido. Significará cómo la acción de Gobierno ha superado las adversidades, imponiéndose al presente, al que cede, para alegría de los directores del relato hasta hace bien poco, determinadas prerrogativas de lo que se ve, hasta crear extrañeza entre ciudadanos y periodistas forasteros, los mismos que creen vivir una bajada de pantalón comunicativa, como si Illa fuera un gran lector del Guepardo de Lampedusa con tonos light.
Este no abrir la boca mientras ellos tienen micro y altavoces en plan old school quizás es más contrapartida de lo que parece. Aun así, desde los medios y la Cultura, es un desprecio al votante, deseoso de darle la vuelta a la tortilla y enterrar el adentro para ir y mejor hacia afuera. La última frase es un anhelo, como lo es el deseo de ver aparcar la timidez y disfrutar con más contundencia para sepultar todas las rémoras que todavía arrastramos por culpa de todos aquellos obsesionados en arrinconar a más de la mitad de los catalanes.