Laporta sigue necesitando margen salarial para retener a una plantilla muy corta

La regla del 1:1 no es tampoco un éxito ni soluciona los casos pendientes de Gavi, Pedri, Araújo y Balde, que son sólo la punta del iceberg del drama financiero que viene: la millonaria mejora de las condiciones de Lamine Yamal antes de que cumpla los 18 años

El capitán del Barça Raphinha

En las actuales coordenadas del barcelonismo, con el alma en vilo por si al final Dani Olmo puede seguir vistiendo de azulgrana, o no, se acumulan los tópicos y los mantras a los que el oficialismo sigue dando pábulo con un servilismo que no por previsible sigue chocando con esa realidad que la prensa y los motores digitales del laportismo se niegan a ver ni a asumir.

Por ejemplo, ese entorno no se cansa de repetir alborozadamente que el Barça de Laporta ya puede fichar a quien quiera en el mercado de invierno gracias a haber conseguido volver a la regla 1:1. ¿Cierto? En absoluto. El Real Madrid, por el contrario, sí está en condiciones de hacerlo porque su margen salarial está excedido en positivo, es decir, que dispone de unos cientos de millones para gastárselos en reforzar el primer equipo si así lo entiende necesario el entrenador y el presidente, Florentino Pérez, está de acuerdo.

El Barça de Laporta, no. Su situación difiere bastante porque la regla 1:1 dibuja un escenario en el que para fichar debe fabricar margen salarial, o sea obtener beneficios -el neto- por traspasos, por bajas de jugadores liberando nóminas, o bien por rentas no presupuestadas provenientes de actividades no ordinarias, como la operación de los asientos VIP a no se sabe quién, que a Laporta le ha servido para poner el contador a cero. De hecho, no se ha explicado, porque la desinformación y la intoxicación mediática superan de largo la verdadera dimensión de las cuentas que se traen entre el Barça y LaLiga, si con la operación con los fondos árabes además de alcanzar el 1:1 se ha generado bastante fair play para acomodar la ficha anual de Olmo y la parte proporcional del traspaso pagado al Leipzig. También la de Pau Víctor.

Suponiendo que sí, porque si encima de llegar tarde y mal a ese techo del 1:1 sería escandaloso suponer que aún fuera necesario vender o ceder jugadores para su inscripción, para ir más allá y plantearse fichajes invernales Laporta debería seguir con las ventas, sobre todo si, además, necesita entrar las ampliaciones de contrato de Araújo, Pedri, Balde y Gavi todavía pendientes. No digamos si, como es lógico y necesario, es hora de mejorar la ficha y el futuro de Lamine Yamal, que hoy sigue queriendo seguir en el Barça, pero que su contrato está limitado temporalmente y hay clubs dispuestos a ir a por todas. La venta de Lamine Yamal sería, desde luego, la solución a buena parte de los males económicos del Barça de Laporta si pudiera venderlo por 250 millones. Espeluznante.

Pesadillas a un lado, Laporta no está actualmente en condiciones de afrontar fichajes de calado porque, además, sigue retrasado en relación con esa actualización de las condiciones de una plantilla que además es corta, insuficiente, mal pagada y con problemas de inscripción patentes, con independencia de si al final consigue retener a Dani Olmo y Pau Víctor.

Para Hansi Flick la dimensión de la tragedia se va haciendo mayor con el paso de los días, pues de momento ha visto cómo su plantilla, que era de sólo 22 jugadores sobre los 25 posibles se ha reducido a 21 tras las bajas de Olmo y de Pau Víctor, sólo compensadas por la reentrada de Christensen.

La realidad es que la  Supercopa llega en un ambiente enrarecido por las circunstancias y por el nuevo foco de tensión tras las palabras del capitán RaphinhaSi estuviera en otro club, me pensaría si es lo mejor venir aquí«), que no hacen sino aumentar el nerviosismo interno provocado por el flagrante incumplimiento del compromiso del presidente ante sus dos jugadores. La desinscripción de Olmo y de Pau Víctor ha causado un malestar profundo en el vestuario que no ya no pudo disimular el entrenador, Hansi Flick, el viernes pasado y que, tanto por boca de Araújo tras el partido de Copa y ahora de Raphinha en la previa ante el Athletic, sus compañeros también han verbalizado manifestando sin rodeos su intranquilidad por lo ocurrido y por la incertidumbre dominante.

Sin ser del todo un motín resulta de una gravedad sin precedentes que tres miembros destacados del primer equipo no se hayan mordido la lengua a la hora de analizar la actuación de la directiva, cuyo primer mandamiento ha sido históricamente el de proteger al equipo de cualquier elemento desestabilizador.

Como síntoma de cómo están los ánimos en el seno de la institución no deja de ser preocupante, mientras la oposición también ha anunciado que pasará a la acción si la directiva no dimite o no se somete a esa extraña figura de la moción de confianza que, por cierto, los estatutos no contemplan. Tanto Víctor Font como Joan Camprubí, sin embargo, han coincidido en puntualizar que el voto de censura no se configurará hasta que el presidente dé las explicaciones oportunas y los detalles de ese nuevo anticipo sobre la explotación del futuro Spotify.

Otra cosa distinta es que la prensa laportista, siempre con un sentido perverso y poco serio de los acontecimientos, haya aprovechado que un socio impresentable como Jordi Farré vaya diciendo por ahí que iniciará otro voto de censura, como el que firmó contra Bartomeu, para que las voces críticas estén rápidamente calificando a la oposición de ‘circo’ con el único propósito de desacreditarla.

Es ciertamente triste que esa prensa le conceda ni un minuto a alguien como Jordi Farré que en las últimas elecciones engañó a los socios recogiendo firmas para presentar su candidatura y cuando fue a entregarlas a la OAB, tras hacerse las fotos con las cajas, se escondió en un rincón tratando de ocultar una extraña maniobra de destrucción de su contenido, un indecente espectáculo que las cámaras de TV3 registraron sin que Farré se diera cuenta. Se relacionó con reventa de firmas, dejando tras ese episodio una sospechosa imagen alguien bien capaz de estafar al barcelonismo.

Cualquier incidencia que no sea una resolución firme, pues lo más probable es que más tarde o más temprano el CSD o un tribunal ordinario admita le necesidad de estudiar el caso y, por tanto, proceder a una cautelar, seguirá produciendo una atmósfera de inseguridad y de nerviosismo inevitable y permanente, como lo prueban las reacciones de los compañeros de Olmo y de Pau Víctor y determinados movimientos tanto desde el poder como desde la oposición. La cautelar no será, al contrario, ningún éxito de la gestión del caso, especialmente para los principales afectados, los jugadores.

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