Europa: retos y perspectivas

Bluesky

Los cambios de año son buenos para pensar en donde estamos y donde podemos llegar a ir. Cuando hablamos de las dificultades de Europa, apelamos últimamente a informes de dos personalidades italianas (¿casualidad?) Draghi i que realizan un análisis de lo que pasa y elaboran un conjunto de propuestas para salir del marasmo económico en el que se encuentra el continente.

Susana Alonso

Este análisis coincide plenamente con el diagnóstico que en el libro “Kaput: The End of the German Miracle” de Wolfgang Münchau describe el declive de Alemania, a partir de su crisis económica, especialmente industrial con un análisis muy preciso sobre las dificultades presentes y futuras.

En un cierto sentido parecería que Europa no se ha enterado, exactamente, de lo que significa el cambio de la revolución industrial y su extensión en la transición económica de la tercera a la ¿cuarta? Revolución, que, si no queremos categorizarla, al menos la denominaremos vinculada al conocimiento y la información.

El tema es que este movimiento económico, metafóricamente hablando, parecería que opera como la Ley de Moore (cada 2 años se duplica el número de transistores en un microprocesador) circunstancia que nos serviría para decir que la aceleración de la transformación económica se produce con mucha más celeridad en la medida que avanzan los tiempos.

Si analizamos lo que ha pasado desde la máquina de vapor hasta hoy día vemos como las disrupciones intermedias se reducen en los tiempos entre cambios parciales. Pero, especialmente, los últimos cambios han acelerado aún más la situación, especialmente con la pandemia y la crisis energética. El problema es si se está entendiendo esta transformación, particularmente por sus repercusiones en la percepción que la ciudadanía tiene en las instituciones, y sobre todo en la confianza en ellas.

El problema es la multiplicidad de factores que coinciden, donde no solamente se está dando una transformación del sistema productivo, sino que coincide con el discurso posmoderno, la banalización de las interpretaciones, el declive de la cultura democrática, la emergencia de una cultura woke que ha debilitado los posicionamientos progresistas, la impunidad interpretativa –apelando si es necesario a mentiras– de los nuevos cleptócratas y la progresiva presencia dominante de liderazgos fuertes iliberales.

Estamos delante de lo fugaz, líquido, plagado de fakes y desinformación. Pero no es un problema de lenguajes y de saber comunicar. Por ahora, sí, y así podemos interpretar porque jóvenes adhieren a Milei, Trump, Georgescu o Bukele. Todos tienen en común un uso de las redes, una simplificación de los mensajes, una búsqueda de atajos para reducir el poder de los parlamentos, un discurso doble de cara al pueblo y de beneficio a los grandes poderes económicos, especialmente a aquellos pegados a intereses como las criptomonedas, las grandes tecnológicas, los que quieren conquistar el universo, olvidando que la pobreza, la desigualdad y el riesgo de crisis climática están a la vuelta de la esquina.

La última amenaza de Trump de la subida de aranceles si no se compra energía a USA (cosa que Europa ya realiza con creces) es de nuevo lo de siempre: actuar como un bravucón que intimida y amedrenta antes de disparar. Lo que podríamos llamar, la represión preventiva.

El ejemplo de la crisis alemana, francesa y, en el fondo, de casi toda Europa, es ni más ni menos una crisis de no saber responder a los retos del entorno. Se dice: América innova, China produce, Europa reglamenta.

Es la mejor foto de no entender por dónde va la cuarta revolución industrial, la industria del conocimiento, la búsqueda de los caminos para participar activamente en el desarrollo industrial y en la nueva economía emergente, pero no en la especulativa del bitcoin, el inmobiliario y el trabajo precario y a destajo, si no en otra basada en el conocimiento, la información, la alianza con la ciencia, y la innovación.

Europa fue eso durante mucho tiempo. Renacimiento, Ilustración, Ciencia y Cultura Centroeuropea de entre guerras. Debe retomar esa senda y profundizar en ella. Romper los vicios de la burocracia y apostar por repensar la fiscalidad, el beneficio, los recursos públicos, las alianzas entre el sector público y privado.

Si no se suma más pronto que tarde puede pasar a la insignificancia, y en ese “mar revuelto” en primera instancia los pescadores serán los populistas de diverso ropaje.

El mundo se ha transformado de manera radical y hemos de ser conscientes de ese cambio. Cabrá trabajar decididamente para la corrección de los rumbos en materia de energía, innovación, crecimiento, pero también pensamiento y creatividad. Habrá que cambiar modos y modas en la decisión. Y dejarse de pensar en la seducción de los encantadores de serpientes y nuevos predicadores que no son conscientes que este cambio ha de ser generalizado y con implicación de amplios sectores. Posible, lo es. Solo hay que recomendar que nadie se sorprenda que de no tomar medidas de liderazgo que generen nuevas confianzas y credibilidad en la política, aparezcan falsos profetas que, desde la exclusión, la polarización, las medias verdades (y más medias mentiras) se lleven las de ganar con un populismo rampante.

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