Tampoco la vía civil salva a Laporta de la ruina y el empobrecimiento del Barça

La inscripción de Dani Olmo ya sólo está pendiente de que LaLiga le compre al presidente otro cuento, el de la venta anticipada de los asientos VIP del futuro Spotify por la mitad de lo que valen y por un periodo de veinte años

El presidente del Barça, Joan Laporta, con Dani Olmo

Dos de dos. También la demanda civil planteada absurdamente por Joan Laporta para conseguir la inscripción por la vía cautelar de Dani Olmo y de Pau Víctor fue denegada en un plis plas por el juzgado de primera instancia número 47 de Barcelona, más o menos como temía la propia junta azulgrana, a poco más de 24 horas para que las campanadas de fin de año de este 2024 sean las más sonadas de la historia de los 125 años recientemente cumplidos del FC Barcelona.

Si hace solo un día ya parecía dantesca y ridícula la mera posibilidad de que un club de la dimensión y grandeza del Barça haya llegado a este extremo de angustia, prisas y desesperación para que un jugador, o dos en este caso, no quede libre a media temporada después de haber pagado casi 50 millones en verano por él, el hecho de ver aumentada esta insólita realidad porque ya casi no quedan balas en la recámara sólo puede calificarse de indignante.

Este lunes a última hora no faltaban socios que, en pleno paroxismo de incomprensión y de irritación no comprendían realmente que con los 50 millones que se embolsará Darren Dein, el amigo de Laporta que sí que está pasando una buena Navidad -no como Dani Olmo o Pau Víctor- gracias a bendecir con su presencia la última reunión entre Barça y Nike, los problemas de fair play del club ante LaLiga estarían prácticamente solucionados y no habría necesidad de malvender más activos de futuro para seguir evitando el ridículo mundial del Barça por culpa de su presidente.

Este martes, hasta la medianoche, LaLiga le debe comprar a Laporta otro de sus cuentos como el de BarçaStudios, como el de las inversiones de Armarak e incluso como el de Nike que, como finalmente se ha podido comprobar, tampoco ha servido para conseguir esa quimera del 1:1 que el presidente persigue obsesiva y amargamente desde hace varios años sin conseguirlo.

Otra cosa es admitirlo, cosa que no ha sido capaz de hacer el Barça en otro de esos envoltorios que, esta vez, se le ha escapado de las manos peligrosamente. De haberlo hecho, de no haber estirado como siempre mucho más la mano que la manga por no aceptar que su gestión es desastrosa e insuficiente, se hubiera ahorrado ver salir la luz del sol en este último día del año pendiente de convencer al regulador, LaLiga, de que el Barça podrá pagar el contrato que le hizo firmar en verano incluso sabiendo que no disponía del dinero y de las reservas para pagarle, ni siquiera para inscribirlo.

Lo más humillante para el barcelonismo y vergonzoso para Laporta es que, pese a todo, la suerte de la lesión de Christensen le concedió un amplio margen de más de cinco meses para regularizar el engranaje contable tan desarreglado por culpa, sobre todo, del bache de Barça Studios.

En lugar de abordar el caso con la seriedad y la profesionalidad necesarias, Laporta se ha estado dedicando estos meses a culpar a LaLiga, al auditor Grant Thornton y a la oposición que reclamaba una asamblea democrática y no fascistoide de los problemas que afectan al margen salarial de FC Barcelona. Entre otros motivos porque seguir señalando a Josep Maria Bartomeu por no poder inscribir a Olmo empieza a ser un recurso que ya no cuela.

Peor aún, intentar la vía judicial sabiendo de sobra que ni por lo mercantil ni por lo civil le iban a conceder una excepción por dos razones de peso e indiscutibles. La primera es que si Laporta no disponía de juego limpio para fichar, la solución era proveerlo antes de fichar y no fichar primero y después esperar un milagro. Y segundo, que la normativa es muy clara respecto a la sustitución de un lesionado, que sólo puede habilitar a otro jugador y no a dos, como había planteado Laporta en su desesperación.

Lo que queda es, por desgracia del Barça, la posibilidad de cerrar un pésimo acuerdo de venta de asientos VIP prácticamente por la mitad de lo previsto, por 100 millones y por 20 años.

La moralidad es la misma. No haber hecho los deberes, haber exhibido un exceso de soberbia y una prepotencia vergonzosa a lo largo de todos estos meses para acabar aumentando la ruina, el empobrecimiento y el descrédito de la institución cuadra poco con este relato laportista según el cual «hemos recuperado la salud económica del club».

No pueden ser ciertas las dos cosas, haber saneado las cuentas y tener que vender el coche para comprar gasolina.

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