El neoperiodismo azulgrana también está controlado, como Laporta, desde el Bernabéu

El caso paradigmático del youtuber J Jordi es un ejemplo de cómo la opinión pública barcelonista se manipula y vehicula a través de personajes serviles y fanatizados a la figura del presidente del Barça que, en el fondo, acaban siendo marionetas del programa estrella de Florentino Pérez

El universo de los youtubers, el entorno twitch y los distintos monologuistas que abundan en las redes del barcelonismo militan prácticamente en un 100% en las filas laportistas. Para el aparato del poder se trata de un colectivo fácilmente controlable y dócil cuya supervivencia depende de darles de comer con migajas de publicidad y proporcionarles protagonistas y tertulianos como el inefable Lluís Carrasco, que decide por delegación de Laporta quién vive y quién no en esta jungla en función únicamente de su grado de servilismo al régimen.

Por poner un ejemplo paradigmático del curioso perfil de este colectivo, llama la atención la sobredosis de visibilidad y de protagonismo que, desde la directiva, se le otorga y concede a J Jordi, personaje que se ha popularizado por exhibir un sentido del barcelonismo que no puede ser más rastrero con el oficialismo, encubridor y baboso en torno a la figura de Joan Laporta. La razón, y no es exagerado decirlo, es que tener un plato en la mesa o no depende de si a la superioridad le sirven sus emisiones, formatos y actuaciones para consolidar una corriente de opinión pública barcelonista favorable a los intereses de Laporta.

El tal J Jordi es un caso, además, de vendedor del laportismo que manejan indistintamente Laporta y Flotentino a través de Josep Pedrerol, azote del barcelonismo a través de su renombrado y potencialmente espacio ‘enemigo’ Chiringuito de Jugones. Si J Jordi es un habitual del programa, el auténtico representante del Barça, aunque en realidad no sea otra cosa que un correveidile de Laporta y de lo que representa, es por su proverbial y espontánea incapacidad para el análisis, la crítica y el sentido periodístico, su única baza y valor en pantalla pasa por la defensa simplona, ardiente y genuflexa de su presidente Laporta sin reparar en que sobre todo desborda ignorancia y un desconocimiento supino del propio club al que dice representar como legítimo socio e ‘influencer’.

Así, no es extraño que a menudo se le arrincone ridículamente en pleno directo, proyectando una imagen lastimosa del Barça y de cómo viven hoy los socios la falsa realidad laportista. Sin ir más lejos, hace poco se pasó los programas previos a la asamblea extraordinaria convocada para la aprobación del nuevo contrato de Nike gritando que era indignante el papel de LaLiga obligando a Laporta a obtener la validación de los socios porque, dijo textualmente y en varias ocasiones, “esto no había pasado nunca hasta ahora”, como si el requisito asambleario formara parte de una campaña maligna y perversa de Javier Tebas contra Laporta y el Barça.

Y es que J Jordi, a pesar de su apariencia de ser mayor de edad, desconoce siquiera que el FC Barcelona aún debería regirse por unos estatutos que, entre otras garantías de control y funcionamiento democrático, incluye la obligación de someter a la aprobación de los socios los contratos de cesión de la imagen y de los activos publicitarios que una junta quiera firmar por un tiempo superior a los cinco años. No saberlo o hacerse el loco para justificar su fanatismo laportista resulta igual de patético.

Desde su programa personal, que cuenta sólo con los invitados de la lista que le proporciona Lluís Carrasco, y desde el Chiringuito por su proyección estatal, en el fondo su papel es el de formar parte de la estrategia del propio madridismo para que el barcelonismo siga sometido también al monopolio informativo del laportismo.

En el Chiringuito donde J Jordi se ha elevado a ‘estrella’ mediática del Barça él es el único colaborador azulgrana al que se le permite que pueda desarrollar su propio canal en las redes, y en castellano, mientras que, a otros, también catalanes, se les advierte que si tratan de utilizar o hacer compatible sus apariciones en el programa referencia del madridismo para ganarse la vida promocionando canales propios dejarán de ser invitados al plató mágico de Florentino, fuente de una enorme popularidad debido a sus elevadas audiencias e influencia.

Resumiendo, J Jordi forma parte, como una pieza fácilmente manejable, del aparato de Laporta que a su vez sigue controlado desde el Bernabéu por el propio presidente blanco en todos los aspectos, principalmente a través de su asesoría en materia financiera que ha conducido al Barça a la actual encrucijada de empobrecimiento y ruina en la que se encuentra. No es casualidad que el resto de los clubs de LaLiga denuncien las extrañas facilidades con las que Laporta acaba fichando sin tener margen salarial y el Madrid sea el único que las bendice. Sabe que, a la larga, la propia negligencia de Laporta acaba imponiendo su ley en beneficio del Real Madrid.

Lo único que Florentino no controlaba hasta ahora ha sido la fecundidad de la Masia, aunque ahora está más tranquilo sabiendo que con la llegada de Laporta se desmanteló su estructura y sólo es cuestión de tiempo que, como ocurrió tras su primera presidencia entre 2003 y 2010, que la cantera del Barça deje de fabricar cracks, pues los frutos que ahora recoge en forma de Lamine Yamal y el resto provienen de la reconstrucción del fútbol base realizada por Rosell y Bartomeu, lo mismo que el Femení, al que Laporta dejó en segunda división en su primera etapa.

El Barça es hoy, por desgracia el escaparate de los J Jordi y de los Gerard Romero de Jijantes, otro que gracias a los tentáculos del laportismo ha conseguido ser el único canal twitch que entra en directo en TV3 y ahora con serias opciones de conseguir su propio programa en la Televisió de Catalunya, o quien sabe si en Barça One, ya que básicamente es a esa seguridad a lo que aspiran todos estos comunicadores para poder dejar atrás las sacrificadas trincheras en las que habitan, donde han de dejar a un lado la objetividad, la integridad y las reglas del periodismo para que desde las alturas del laportismo les caigan cuatro prebendas y negocietes para malvivir.

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