Joan Barril, diez años después

Bluesky

El 13 de diciembre del 2014 murió Joan Barril. Una buena definición de mi relación con él la robo a Joan Manuel Serrat cuando se refería a algunos de los músicos que arreglaban sus canciones: “Amigo, compañero y maestro”.

Cuando la neumonía se lo llevó tenía 62 años, seis menos de los que tengo yo ahora. Barril hacía El Cafè de la República en Catalunya Ràdio ​​después de haber hecho La R-Pública en Com Radio. Tengo que agradecer a Ricard Ustrell y a El matí de Catalunya Ràdio que me recordasen la fecha de su muerte con la emisión que le dedicaron el pasado viernes. Siempre trabajaba acompañado de Joan Ollé, otro genio desaparecido.

En Com Ràdio formé parte del equipo de La R-Pública. Antes ya había trabajado con Barril en Ràdio 4 y cuando dirigía la revista El Món y coincidimos en algunas actividades profesionales vinculadas al PSC. Hay toda una obra suya que ha servido de plataforma de expresión indirecta de destacados dirigentes socialistas. Muchos periodistas hemos hecho de lo que llaman “negros” alguna vez.

Le cuento 16 libros y quizás me dejo alguno. Era prolífico pero la imaginación y el tiempo tienen un límite y, a veces, te llamaba a media tarde pidiéndote si tenías alguna idea o tema para el artículo que debía escribir esa noche para El Periódico.

Nunca lo recuerdo estresado. Cuando cinco minutos antes de empezar el matinal de Com Radio un invitado nos decía que no podía venir, todos, menos él, nos poníamos de los nervios. Quizás la profesión le iba por dentro pero el caso es que pasaba un número de teléfono al productor y le pedía que convenciera a su propietario para que interviniera en el programa. Tenía una buena agenda.

Evidentemente no estábamos de acuerdo en todo. Alguno de los colaboradores que tuvo me chirriaban. Y de lo que escribía en los artículos no estaba siempre al cien por cien de acuerdo. pero me divertía saber que se iba con Ollé, Sabina y Serrat a tomar un whisky. El ex dirigente del PSUC Antoni Gutiérrez explicaba que le hacía feliz que le invitaran a La R-Pública porque siempre le ofrecían una copa de cava.

Por supuesto que no le gustaban las discusiones en el estudio y, como recordó el viernes Pere Mas, que fue su mano derecha radiofónica durante muchos años, uno de sus “rasgos diferenciales” era que no quería tertulias en el programa. Ni gritaba ni quería gritos a su alrededor.

Diez años después de que nos dejara tal vez sería hora de que su nombre esté presente en algún rincón de la ciudad y de Cataluña. ¿Se os ocurre dónde?

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