La condescendencia de la prensa y el entorno digital laportistas, verdadero soporte y pantalla de protección del relato oficialista sobre el FC Barcelona, siguen confiando en que las inscripciones de Dani Olmo y de Pau Víctor, pendientes todavía -como las ampliaciones de contrato de Gavi, Balde, Pedri y Araujo-, son cosa hecha y segura, que solo es cuestión de que el presidente, a su gusto, se limite a pulsar el botón de alguna de las diversas soluciones a su alcance.
Por orden de aparición mediática son estas: dos o tres empresas -o incluso más- que ya en tiempos de la asamblea celebrada en el mes de octubre porfiaban desesperadamente por entrar en el accionariado de Bridgeburg Invest, la sociedad que capitaliza la venta inacabada de Barça Studios; los inversores que Joan Laporta captó, no sin dejar de ser sorprendente y confuso, en su viaje privado que no lo era a Mongolia y Catar; la venta anticipada de la explotación de las lonjas VIP por 200 millones y, finalmente, si no queda otra solución, un gesto tan sencillo como presentar un aval de los directivos.
No será por falta de imaginación que no se manejen alternativas. Otra cosa es la base real de cada una de estas salidas a una crisis recurrente y dramática porque en las últimas horas ha explotado, de momento como una de esas voladuras controladas, la bomba Dani Olmo en forma de cláusula que le permitiría quedar libre el día 1 de enero de 2025 si en la fecha límite del final de este año el FC Barcelona no es capaz de conseguir el margen salarial necesario para que siga vistiendo de azulgrana.
La cláusula fue incluida en agosto de ese mismo año en respuesta al incumplimiento de la promesa de Laporta de inscribirlo a tiempo de poder debutar en la Liga. Olmo tuvo que sentir en sus propias carnes el pánico a quedarse fuera de juego todo el año y actuó rápidamente activando una opción prevista en el primer contrato sobre este tema, consistente ni más ni menos que en la nulidad total de su contrato con el Barça por seis temporadas y una cláusula de rescisión de 500 millones.
La amenaza de esta posibilidad continuará vigente mientras el Barça no le garantice la oficialidad plena como jugador azulgrana. Es decir, que aunque pudiera ser inscrito hasta el 30 de junio gracias a un aval o una solución de última hora, en el supuesto de no tener asegurada la continuidad el 1 de julio también su baja sería efectiva.
Automáticamente, el club habría perdido los 47 millones comprometidos por su traspaso al Leipzig alemán, además de cubrirse de vergüenza y de hacer otro ridículo mundial en la línea del mercado de verano, cuando tuvo que plegar velas y renunciar a los cuatro o cinco cracks que, como Nico Williams, no se creyeron los cuentos de la lechera de Laporta.
El único que picó fue Dani Olmo, en el mejor momento de valoración gracias a su extraordinario rendimiento en la Eurocopa, con su club deseando obtener un beneficio insuperable en la operación y el jugador dispuesto a realizar cualquier sacrificio para aprovechar la oportunidad única de volver al club donde se formó y del que debió emigrar siendo muy joven porque no había lugar para nadie en un centro del campo con Xavi, Iniesta y Busquets.
Dani Olmo aceptó incluso el riesgo de que su inscripción llegara al límite, en el último momento. Lo que no podía imaginar es que finalmente, ante la evidencia de que Laporta no era capaz de conseguir el dinero suficiente, por bastante margen de insuficiencia, solo pudiera entrar por la puerta de atrás y con una cierta manipulación de los informes médicos gracias a estirar la lesión de su compañero Christensen.
Por este motivo, porque en realidad sigue sin ser legal e indiscutiblemente jugador del Barça, Olmo quiso asegurarse de que no volvería a pasar por la misma situación de incertidumbre en el mercado de invierno. Dani Olmo ya no se fía de Laporta con motivos de sobra.
Que haya salido a la luz la existencia de esta cláusula supone una carga extra e injusta para un futbolista con un excepcional rendimiento en el campo, sobre el que ahora la afición y el entrenador saben que puede marcharse, extremo que si acabara sucediendo no sería, por descontado, por su culpa, sino por la reiterada negligencia y la acumulación de errores y falsedades del presidente azulgrana.
Resulta inquietante, por otra parte, que en apenas mes y medio la certeza, según Laporta, de que había empresas cerrando los siervos de su due diligence para invertir en Barça Vision se haya evaporado como si nunca hubiera existido, lo mismo que han fracasado, al menos a escala de club, los viajes de Laporta por territorios de provisión antes prohibidos y que ahora mismo se contemple otra opción tan compleja, sin tiempo y puede ser que inútil como el contrato con Nike, como es la venta de la explotación de los palcos y asientos VIP del nuevo Spotify por 200 millones. Habrá que ver si esta venta no requiere una aprobación asamblearia y, en todo caso, si, por razones obvias contables, aunque el dinero llegue a la tesorería azulgrana, este ingreso tiene que prorratearse anualmente a lo largo del periodo avanzado.
En cualquier caso, y esto es doblemente preocupante, hasta hace una semana este negocio no era la solución, lo que quiere decir que no hay inversores para el negocio audiovisual y digital. Lo mismo de siempre. A contrarreloj, Laporta debe encontrar un subterfugio de emergencia, negociando bajo presión y con todas las de perder en cualquier trato u operación después de más de dos años con el margen salarial bloqueado y habiendo llegado al límite de todos los trucos posibles.
Quedará el aval, otro aval personal de los directivos que ahora mismo parece la única escapatoria. El problema es que quien avale hoy para inscribir a Olmo confiando en la palabra del presidente, lo más probable de que a 30 de junio sea ejecutado, salvo que haya traspasos sonados antes de esa fecha en una espiral de descontrol, más urgencias y la espera de más milagros.











