Pueblo, Ciudadanía, Democracia

Bluesky

Ahora que algunas redes parecen ir de capa caída es bueno mencionar cómo el contacto humano suele ser la mejor forma de despejar las ideas. Me pasó el otro día tras una tertulia donde aún dábamos vueltas a lo de “Sólo el pueblo salva al pueblo”, la frase bomba mitificada tras el desastre valenciano y con toda probabilidad símbolo de una carencia clave en nuestra época: la falta de educación política y con ella la posibilidad de llegar al punto actual mediante el vaciar de contenido palabras y pensamientos.

Durante el Procés fui muy crítico con la manipulación perfecta del término Pueblo, de fácil encaje con el Nacionalismo, pues así se definía, valga la redundancia, al conjunto poblacional de un territorio durante el siglo XIX, cuando millones de europeos aún no podían denominar-se ciudadanos desde el espíritu de la Revolución Francesa.

Pueblo quizá es uno de los vocablos más manoseados del siglo. En su estilo del Ochocientos, puerta para la Renaixença, se identificaba con la lengua y unas tradiciones. Más tarde, defenestrado de la Historia en favor Ciudadanía, sonó ridículo y peligroso. La última quedó fuera del Procés al ser una palabra inexistente porque resultaba mucho más provechoso meter a todos los catalanes dentro de un saco bien impreciso.

La exclusión de Ciudadanía de la larga década con el soberanismo omnipresente comportaba eliminar el relato social y jugar a un populismo nocivo. Pueblo sirve para todo, mientras su oponente realista, la suma de todos los ciudadanos, carece de emocionalidad y eso aumentó su entierro y amnesia, un menosprecio increíble para con la Democracia.

Otro factor, como es comprensible ausente en Catalunya durante la pasada década, es el de cómo Pueblo es polisémico y las últimas semanas apunta hacia una contraposición entre la mayoría, asimilada a un grupo más o menos uniforme a nivel socio-económico, contrapuesto a las élites, desconectadas de la superficie más cercana y sin inteligencia para gestionar situaciones extremas, siempre llegando tarde como si fueran la liebre de marzo de Alicia en el país de las maravillas.

Con Solo el pueblo salva el pueblo, como no, hay otro problema añadido. La idea maniquea de ellos y nosotros también podría contener microbios provenientes de la extrema derecha. Un crítico diría que eso es una perversión, pues también hay populismos de izquierda y no lo negaremos. Ambos, en este sentido, podrían coincidir al no defender en absoluto a la Democracia. No pueden tumbarla, por eso mismo tampoco sienten necesidad de ser falsos y convertir-se en apóstoles de aquello en lo que no creen. Es mucho mejor participar en la corrosión de esa estructura, indestructible en su fachada.

Además, mientras añadimos ingredientes, frases de este tipo, con eco a lema comercial de simple absorción mental, son una antípoda de Ciudadanía, merecedora de un artículo por el vértigo actual y sobre todo por cómo la misma Democracia, no olvidemos que aún es joven pese a sus tantísimos sobresaltos, se ha abstenido de fomentar una verdadera educación tras la muerte de Franco.

Quizá fuera útil recuperar casi en 2025 aquellas publicaciones de los 70 sobre conceptos como Democracia, Libertad y hasta Pueblo. Hoy no triunfarían porque la ciudadanía tiene un profundo desencanto, irreversible a corto plazo por ese ruido que siempre se impone a propuestas constructivas, creándose un clima imposible que propicia más cabreo, estéril porque las revoluciones pasaron a mejor vida.

La resignación del siglo XXI no anima hacia la información, sino hacia un alinear-se fuerte, más tras tantas tensiones de cariz político y la perpetua incertidumbre del presente acelerado, donde no hay tiempo para este tipo de cosas. El Estado ha fracaso en esta Educación Democrática para navegar mejor para algo importante en la vida, todo muy en consonancia en cómo, tras la Guerra Fría, la simplificación ha derrotado con estrépito a la complejidad.

Lo más divertido dentro de toda esta tragedia lingüística dentro de toda esta tragedia lingüística, eje esencial entre los esenciales, es ver como si preguntáramos por la calle sobre el significado de Pueblo y Ciudadanía cada respuesta sería distinta entre dudas e hipotéticas morcillas, exaltadas y medio hundidas sin una brizna de precisión. Al fin y al cabo, la renuncia a la Educación Democrática baila muy bien con la consagración de un individualismo donde todos se sienten diversos cuando nadie lo es, configurándose un rebaño bienquerido porque ya no es ciudadano, sino consumista y atención con sus prontos, políticos, pues crecen desde este haber vaciado de contenido lo que debería ser trascendente, vital.

Aun así la situación invita a preocuparse en lo relativo a “Solo el pueblo salva al pueblo” sin precipitarse ni clamar alarma con aspavientos. Algunos lo dicen en el escenario, sintiéndose más progres. Dentro de unos meses habrá camisetas. El mal es que nadie querrá danzar con Ciudadanía, con la consecuencia de más proclamas algo esquizofrénicas, quizá un preludio de brindar a Masa la hegemonía de Pueblo.

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