Al Golani entra en Damasco sin ser Lawrence, Feisal, ni Al Assad

La caída de Damasco pasó de noche, la madrugada del domingo, tras confirmarse que el dictador había huido, mientras se difundían imágenes de soldados y policías quitándose los uniformes, yéndose a casa. No recuerdo muchos precedentes de caídas de un régimen de madrugada y sin combates en la capital, ni tampoco del hundimiento tan rápido del régimen de un país que después de medio siglo gobernando, parecía que había ganado la guerra civil, y ocho días después de la caída de Alepo, siguiendo la autopista los insurgentes entraban victoriosos en Damasco.

La caída del régimen el pasado domingo se fue constatando con varios vídeos. Primero el del todavía primer ministro Mohammad Ghazi al-Jalali, anunciando por la televisión que él no huía, se quedaba en casa y extendía la mano a la oposición para hacer una transición pacífica. El segundo es un vídeo ya de día, cuando los rebeldes islamistas controlaban sin resistencia alguna toda la capital, donde se le volvía a ver, ya como ex primer ministro, saliendo de su casa hablando por teléfono, escoltado por un grupo de rebeldes subiendo a un coche que iba hacia un hotel donde se reuniría con los jefes rebeldes para pactar el traspaso de poderes. Y el tercero y más significativo la llegada del líder de los rebeldes de Tahrir al Sahms, Mohammad al-Golani, alguien considerado aún por Estados Unidos como un terrorista yihadista líder de la antigua franquicia siria de Al Qaeda, llegando y haciendo su discurso en la mezquita de los Omeyas de Damasco del siglo VIII, símbolo del esplendor de una de las épocas doradas del islam, cuando el califato que gobernaba los musulmanes de todo el mundo se ubicaba en Damasco.

Si el antiguo compañero de armas de Al Golani, Abu Baker Al Bagdadi, líder del Estado islámico al conquistar la ciudad de Mossul en junio de 2014, fue a la gran mezquita de la ciudad donde anunció que se proclamaba nuevo califa de los musulmanes, Al Golani declaraba en la Gran Mezquita de Damasco que la caída del régimen de Al Assad era una victoria para la región que se purificaba, y una victoria para la nación islámica o la Umma, la comunidad de los creyentes, nombre con el que se denomina al conjunto de los musulmanes de todo el mundo. Y lo hacía en la misma mezquita donde entró Saladino el siglo XII, que expulsó a los croatas cristianos de Jerusalén, y donde siete siglos y medio después, en octubre de 1918, entraría triunfal el príncipe Feisal, acompañado del militar británico conocido como Lawrence de Arabia.

Parece evidente que Rusia por medio de Turquía, mentor de los insurgentes islamistas a los que estos años ha protegido y armado, puso como condición para dejar caer a Al Assad que los rebeldes no atacaran la base aérea rusa de Latakia, ni la naval de Tartus. Y Turquía también pidió a Al Golani que evitase que se diera una situación de caos como la que sufrieron Irak y Libia con la caída de Saddam Hussein y de Gaddafi, ya que Erdogan necesita una Siria estable para forzar el retorno de los cerca de cuatro millones de sirios que hay en Turquía. Pero me permito manifestar mis dudas de que un yihadista que dirige la antigua franquicia siria de Al Qaeda sea capaz de gestionar una transición pacífica poniendo de acuerdo sunnitas, chiíes, alauitas, cristianos, turcomanos, kurdos y otras minorías y facciones, y se abstenga de purgar el ejército, la policía y la administración, formando un gobierno provisional en el que deberían estar todos los grupos, excepto Estado Islámico.

Precisamente una de las causas de la irrupción y la fuerza del Estado Islámico en Irak fue que se acabaron integrando en él muchos de los soldados y policías del régimen de Saddam Hussein que fueron enviados a casa sin ninguna perspectiva de reinserción laboral. Otra cuestión será si la población que sufrió durante décadas los crímenes primero del padre Hafez Al Assad, que aplastó en 1982 con miles de muertos la revuelta de 1982 en Hama, y después de su hijo Bashar que pensábamos que había ganado la guerra en 2017, gracias a la destrucción entera de barrios, pueblos y ciudades provocando muchos más muertos, podrá perdonar estos crímenes, y cómo se hará justicia. Pero será crucial no sólo si Al Golani respeta a los funcionarios, jueces, y directores de empresas para que todo siga funcionando, sino también qué hace con los soldados y policías. Es evidente que si los deja sin esperanza de subsistencia para ellos y sus familias, pueden acabar enrolándose en alguna facción armada o crear una propia.

Si en los próximos días abren los bancos, los mercados, los comercios y los ministerios, ayuntamientos y los trabajadores de las compañías energéticas, transporte público y todo el mundo vuelve al trabajo, será una buena señal. Pero si el país sigue parado con milicianos con un fusil dirigiendo el tráfico en las plazas y esquinas a gritos de Al·lahu Akbar, y fallando los servicios basicos, significará que va mal. Y aunque Damasco pueda recuperar una relativa normalidad, está por ver si los diferentes grupos podrán llegar a un acuerdo de gobierno provisional o de lo contrario se convierte en un estado fallido con cada territorio controlado por una milicia.

Otra cuestión será si Turquía continúa con su ataque a los territorios del norte controlados por los kurdos y las denominadas Fuerzas de Defensa Sirias. Unos kurdos que solo quieren ser una región autónoma, cosa que Turquía no acepta. Damasco ya vivió el siglo pasado varios y cambios de régimen, como el de 1970 que protagonizó Hafez al-Assad, padre del presidente ahora derrocado que encarcelaba o fusilaba a unos cuantos militares y todo continuaba funcionando. Pero eran golpes militares que no afectaban ni a la población, ni a la administración porque todo continuaba funcionando. De cambio de régimen como el actual sólo está el precedente de la toma de Damasco de octubre de 1918, cuando el ejército árabe del Príncipe Feisal y Lawrence expulsan a los turcos. Episodio perfectamente reflejado en la película Lawrence de Arabia en la que dos días después de la toma de Damasco la ciudad entra en un caos ingobernable por las disputas de las diferentes tribus y facciones.

48 horas después de la entrada de los rebeldes en Damasco ha dejado de funcionar internet, no hay gasolina, falla la electricidad y la capital se ha quedado sin alimentos, recordando lo que muestra la película que pasó en 1918. Veremos si evoluciona a peor. Pero si fue un error creer que derrotando a Saddam y desguazando al ejército y la administración civil, Irak se convertiría en una democracia con la tutela americana, tampoco parece creíble que liderado por un yihadista que proviene de Al Qaida, Siria con unos milicianos islamistas tutelados por Turquía en el poder en Damasco, se pueda hacer funcionar el país, liderar un gobierno provisional y convocar para dentro de un año elecciones y que éstas sean limpias y el resultado sea respetado. por todas las facciones.

Se dice que los rebeldes de Tahrir al Sahm de Mohammad al-Golani, antigua franquicia de Al Qaeda, se han moderado y que Turquía los controlará porque Erdogan quiere poder hacer volver a los refugiados sirios.

Pero también se dijo que se habían moderado los talibanes al tomar hace tres años Kabul, y resultó ser otro engaño.

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