Todos hemos quedado bastante perplejos ante el triunfo abrumador, indiscutible y contundente de Donald Trump. Poco se puede decir y aún menos cuestionar la legitimidad del resultado. La prensa estos días ha ido llena de todos los defectos del personaje. También queda muy poco que decir de su naturaleza. Lunático, egocéntrico, narcisista patológico, mitómano y podríamos seguir añadiendo infinidad de adjetivos. Quizás lo más relevante puede ser que en el fondo tiene una mentalidad infantil (con respeto por la infancia) y que confunde de una manera intencionada o no la realidad, haciéndola a medida de sus intereses y percepciones. Muchos de los que lo rodean son como él y otros se aprovecharán de este estado excéntrico, pero aporta poco a la interpretación a los escenarios que se acercan.

Se podrían reducir estos escenarios a cinco apelando a una resolución rápida. Pero la realidad, que siempre es más tozuda que los deseos, demostrará algunas de las dificultades que tendrá para abordarlos. El primero es su crítica radical y furibunda al cambio climático, con posiciones negacionistas que no concuerdan con la realidad de catástrofes climáticas que vivimos. No está tan claro que el apoyo a ciertas opciones en materia de energía o movilidad sean tan rentables como se imaginan en la medida en que se abaraten las fuentes de las renovables, y las nucleares como las fósiles están en duda, económicamente hablando, más allá de su alianza con el dueño de Tesla, que apuesta por el coche eléctrico.
El segundo escenario se refiere a los conflictos internacionales, de los que destacan Ucrania y Oriente Medio, y donde sus propuestas, lejos de ser salomónicas e inclinadas hacia una de las partes, no podrán neutralizar sentimientos contradictorios que se pueden expresar en amenazas a la seguridad de los propios Estados Unidos, sobre todo en Oriente Medio lo que puede enfrentarlo a su propia opinión pública.
El tercer ámbito es el relativo a la economía interna y su combate a la inflación. La inflación se ha reducido y la Reserva Federal está haciendo un trabajo importante. La política proteccionista encarecerá muchos de los productos que son de la primera necesidad, lo que le obligará a rectificar sus estrategias arancelarias; por lo tanto, deberá retractarse de muchas de sus amenazas actuales.
El empequeñecimiento del Estado, tarea que desea encargar a otro lunático como él (Elon Musk), chocará en varios frentes como los intereses de la alianza tecnológica militar dominante en este momento que responde a Wall Street, el lobby armamentístico y Silicon Valley. ¿Alguien se puede creer que muchos de los innovadores tecnológicos renunciarían a los apoyos económicos que tienen sus proyectos? En esta misma perspectiva está el problema de atención de las personas mayores con determinados servicios sociales como el Medicare, y otros grandes paquetes de ayudas vitales para la fidelización de su electorado, generalmente muy empobrecido.
Y, finalmente, el que ha sido su principal frente de batalla: los 11 o 15 millones, o los que sean, de indocumentados que hoy son los que hacen las cosechas, atienden a los ancianos, limpian lo que el hombre blanco o afroamericano o latino no quiere limpiar y atender. ¿Qué hará con todas estas necesidades o importará legalmente nuevos emigrantes para que hagan este trabajo, y alguien puede garantizar que serán mejores que los que hoy viven en el país?
Trump se encontrará en una encrucijada de difícil abordaje. Dejemos para otro día el problema de la crisis de la democracia y de la manera en que lo tendrá que abordar porque no nos olvidemos que en Estados Unidos los representantes y senadores representan más los intereses de sus territorios que los ideales de un partido. Y si bien hoy en día Trump tiene a todo el mundo cogido en un compromiso obsecuente, al final cada uno de estos representantes se confronta con los problemas de su entorno.
Volvemos al titular. Trump ganó por la falta de relato del adversario, respecto a los problemas antes mencionados, y muchas veces el discurso demócrata sonaba moralista, culturalmente woke, y con un aire de suficiencia intelectual ajena a la realidad de la mayoría de los electores. Ante la incertidumbre de la racionalidad democrática, Trump ofrece una esperanza indocumentada pero ilusionante.
Quizás es hora de repensar quién es el votante real, y quizás entendamos el avance iliberal y de la extrema derecha en muchos lugares del planeta.