Tregua en el Líbano, esperando a Trump

Bluesky

Afortunadamente la tregua acordada entre Hizbulá e Israel ya es una realidad y debe celebrarse, más allá de que haya muchas dudas de que pueda ser definitiva. Israel ha aceptado la tregua porque después de golpear intensamente a Hizbulá, ha constatado que por más que intente destruirlo, puede debilitar al partido y milicia chií, pero no hacerlo desaparecer. Continúa con capacidad de disparar centenares de cohetes en un solo día y controla buena parte del territorio alrededor del río Litani, a pesar de la muerte de su líder Hassan Nasralá y de otros jefes militares y del daño operativo ocasionado por los sabotajes de los sistemas de comunicación del partido milicia.

Israel consciente de que sería un error intentar llevar la invasión terrestre más al norte como hizo en 2006, se retira advirtiendo a Hizbulá de que si no saca sus tropas de la franja al sur del río Litani o si continúa instalando lanzaderas de misiles, volverá a bombardear donde le parezca, sea Beirut, sea la zona chií de Tiro, Sidon y Balbeck. Netanyahu con un número limitado de soldados, necesita centrarse en consolidar las partes del norte de Gaza que ya no piensa abandonar, mientras continúa apoyando a los colonos que día a día excitan una imparable limpieza étnica en Cisjordania con la apropiación de las tierras de los palestinos con el fin de anexionarse definitivamente toda Cisjordania, dejando a los palestinos recluidos en algunas ciudades. Hizbulá inició la ofensiva contra Israel en respuesta a la invasión israelí de Gaza, pero anteriormente al 7 de octubre de 2023 había enfrentamientos cada semana.

El acuerdo de alto el fuego se basa en la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU que puso fin a la invasión israelí de 2006, y ciertamente hubo un elemento de la resolución que no se cumplió al no retirar Hizbulá sus tropas del sur del Líbano, ni tampoco desarmarse. Y más allá de que ahora la milicia deje esta franja del sur del Líbano, seguirá existiendo. La diferencia actual con el plan de la resolución 1701 es que deberán verificar el alto el fuego observadores y tropas de varios países liderados por Estados Unidos y Francia, en lugar de la misión de la ONU allí desplegada. Y que deberá ser el ejército libanés quien se ocupe de esta franja cercana a la frontera. También se dice que se abordará el trazado definitivo de la frontera entre Israel y el Líbano, ya que el Líbano reivindica como propia la zona de las llamadas Granjas de Xeba contiguas al Golán ocupado, que desde hace años está en manos de Israel.

Pero el elemento clave para que la paz en el Líbano sea definitiva es que acabe con la división y ruptura institucional que divide al Líbano en dos bloques, las llamadas alianzas del 8 y del 14 de marzo y que han llevado al país al bloqueo de sus instituciones y que haga ya más de dos años que no tiene presidente, y que su primer ministro lo esté en funciones dada la imposibilidad de nombrar uno nuevo por parte del Parlamento. El Líbano lleva dividido desde hace décadas, primero por la cuestión palestina con los musulmanes y los comunistas laicos por un lado y los cristianos al otro. Después fue entre los partidarios de la paz siria y los contrarios. Y mientras eso pasaba y mucha población musulmana sunnita y cristiana dejaba el país, los chiíes se multiplicaban demográficamente ganándose el apoyo de Siria e Irán mientras el país se gestionaba desde el sectarismo más salvaje y una corrupción galopante.

Con Siria fuera ahora de las luchas geostratégicas, el enfrentamiento de las monarquías árabes sunnitas e Israel con Irán que apoya a los chiíes ha estado en el centro de la ruptura política del Líbano. La explosión de hace cuatro años del depósito con 2.750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut que destrozó barrios de la capital y los bombardeos israelíes de estos dos meses han hundido el país donde nada funciona más allá de lo imaginable.

No es ningún secreto que Netanyahu lo que quiere, además de ganar terreno en Cisjordania haciendo imposible un estado palestino y mantener indefinidamente tropas en Gaza, es destruir el régimen de los ayatolás iraníes. Un Irán que hace ocho años cumplía el pacto de no proliferación nuclear al haber renunciado a fabricar la bomba, pacto que se rompió por decisión de Trump cuando llegó por primera vez a la Casa Blanca. Irán con Netanyahu ha jugado la carta de los palestinos para continuar apoyando a Hamás y Hizbulá. El acuerdo de alto el fuego en el Líbano es por sesenta días. Pero cuando se tenga que prorrogar Trump ya estará de nuevo en la Casa Blanca rodeado de halcones que apoyan al Gran Israel que sueña Netanyahu y buena parte de la sociedad israelí. Y Netanyahu necesita que continúe la guerra para evitar ser juzgado por corrupción.

Por eso, más allá de que se logre ahora el cumplimiento de las condiciones del alto el fuego, todo dependerá de los planes de Trump, de Netanyahu y también, por qué no, de lo que haga o no haga el régimen de los ayatolás.

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