Elon Musk (Tesla, SpaceX, Neuralink, red X…) es el hombre más rico de los Estados Unidos y del mundo. Con 78 años, Donald Trump está irreversiblemente gagá, y este empresario milmillonario no solo es su mano derecha, sino que se ha convertido en la persona más influyente y decisiva del nuevo equipo que ocupará la Casa Blanca a partir del próximo 20 de enero.
Muchos negocios de Elon Musk están vinculados a actividades reguladas y dependientes de las leyes de los Estados Unidos. Esto tendría que ser motivo de incompatibilidad para formar parte del círculo del poder de la nueva administración de Donald Trump, puesto que se produce una clamorosa colisión de intereses. Pero en esta fase de ultraliberalismo identitario del capitalismo en la cual hemos entrado, la mezcla amoral, indisimulada y corrupta de los intereses públicos y privados es, precisamente, uno de sus distintivos característicos.
Por eso, Elon Musk se implicó a fondo en la campaña de las elecciones norteamericanas, compareciendo junto a Donald Trump en los mítines y aportando 119 millones de dólares en apoyo a su candidatura. En compensación por esta devoción tan intensa, el nuevo presidente electo de los Estados Unidos ya ha anunciado que Elon Musk ocupará un cargo muy relevante en su equipo en la Casa Blanca, encargándose de un gigantesco programa de drástica reducción y reorientación del gasto público.
El círculo se cierra. El hombre más rico del planeta será también el hombre con más poder de la nación más poderosa del planeta. ¡Y esto en nombre de la libertad y a través de mecanismos democráticos! ¡Bienvenidos a la plutocracia! Si la democracia es el sistema de gobierno del pueblo –ricos y pobres–, la plutocracia es el sistema de gobierno de los ricos… ¡y los pobres que revienten!
La plutocracia es una vieja conocida en la historia de la humanidad. Este peculiar sistema político ya se ensayó en la Grecia clásica y protagonizó una etapa de la República Romana (300-146 a. C.). También son exponentes los regímenes oligárquicos que se implantaron en ciudades-estado medievales, como Florencia o Venecia.
Cabe decir que este experimento siempre ha acabado mal, ante los excesos, la corrupción y las envenenadas disputas internas que caracterizan a la plutocracia. Historiadores de la antigüedad, como Jenofonte y Tucídides, ya alertaron de los peligros y aberraciones que comporta permitir que los más ricos se hagan también con las riendas políticas de la sociedad.
En la era contemporánea, destacados referentes del pensamiento, como Winston Churchill, Noam Chomsky o Paul Krugman, han expuesto la amenaza que sufren las democracias ante las maniobras de algunos milmillonarios para asaltar el poder político y gestionar los intereses públicos en función de su exclusiva conveniencia. Con la victoria del binomio Donald Trump & Elon Musk el fantasma de la plutocracia ha vuelto a aparecer y, dada la supremacía militar de los Estados Unidos, la inquietud se ha extendido por todo el mundo.
La plutocracia es una excrecencia de la democracia. Ya hemos conocido muchísimos casos de personajes ricos que han empleado sus medios económicos para intentar conquistar el poder político a través de las urnas. Para eso, hace falta un eficaz equipo de marketing y propaganda y un potente aparato mediático que les haga de altavoz para llegar al cerebro y a la familia de los votantes.
En la actual etapa democrática, el sistema tradicional de los oligarcas para influir en la opinión pública era acceder a la propiedad o a la influencia de los editores de “mass media” para difundir sus propuestas y atacar a sus adversarios políticos. Pero, en el caso de las últimas elecciones norteamericanas, este esquema se ha roto. La paradoja es que los grandes medios de comunicación convencionales de los Estados Unidos eran contrarios a Donald Trump y, en consecuencia, aunque no lo hicieran explícito en su línea editorial, partidarios de la candidata demócrata, Kamala Harris.
De la mano de Elon Musk, propietario de la red social X, Donald Trump ha sido catapultado al poder gracias a la “magia de los algoritmos”. La red social X no es neutral. La difusión de los mensajes está seleccionada y manipulada por sofisticados y pérfidos algoritmos, para provocar un impacto emocional predeterminado en el receptor.
No es pues de extrañar que, desde que Elon Musk compró Twitter en 2022 y lo reconvirtió en X, esta red social dé mucha visibilidad a imágenes de violencia, sea un campo abonado para las “fake news” y publique mensajes cargados de odio contra las ideas y los ideales de izquierdas. Se trata de crear un “ambiente” tóxico de extrema polarización que deje en estado de “shock” al usuario y le obligue, inconscientemente, a radicalizar su opinión política, decantándolo hacia posiciones partidarias de “soluciones” autoritarias y de la mano dura.
Ya dijo el viejo teórico de la comunicación Marshall McLuhan que “el medio es el mensaje” y Elon Musk ha tenido la perspicacia de comprender que las redes sociales se han convertido, en sí mismas, un medio de comunicación -como los diarios, las radios o las televisiones-, con la ventaja que han logrado una fulgurante y contundente penetración en la sociedad. Solo hay que viajar en metro para darse cuenta que casi nadie lee un diario y que casi todo el mundo tiene la mirada clavada en su móvil.
En un país como los Estados Unidos, flagelado por las desigualdades sociales, es una vergüenza colectiva que los ciudadanos, por acción o por omisión, hayan librado el poder, a través de las urnas, a una élite de milmillonarios, sabiendo, por lo pronto, que lo utilizarán en beneficio personal. Por ejemplo, con la financiación del sueño delirante y enfermizo de Elon Musk: la colonización humana del planeta Marte, en la perspectiva de una próxima destrucción de la Tierra. ¿Qué tenemos que ir a hacer los humanos a Marte, cuando nuestra obligación moral y nuestra tarea civilizadora es la conversión de la Tierra en un paraíso para todos?
Más allá de su discurso aparentemente deslumbrante, el modelo social que propugnan Donald Trump & Elon Musk es repugnante y abominable, y condenará a millones de personas a la miseria y a la muerte. La plutocracia, como es obvio, tiene la determinación de imponer su voluntad a largo plazo, aunque la historia nos enseñe que es un paréntesis y que la democracia siempre acaba triunfando.
Pero, para eso, hay que organizarse y movilizarse. Si los hermanos Graco se rebelaron y consiguieron tumbar, en el siglo II a. C., el régimen de los oligarcas romanos, es también hora de vertebrar y consolidar una alianza para hacer la revolución mundial de la buena gente y derrocar a la plutocracia que ha capturado a los Estados Unidos.
El viejo topo continúa perforando, incansable. De Uruguay nos ha llegado una buena noticia. El candidato del Frente Amplio, Yamandú Orce, ha ganado las elecciones presidenciales. Es el heredero del legado político de uno de los grandes referentes de la esperanza inamovible y eterna en un Mundo mejor: José Mujica, el añorado presidente del país entre los años 2010-15.







