Joan Laporta no ha dudado, una vez más, en exhibir su impunidad y desvergüenza a la hora de mezclar un presunto viaje privado y profesional, como lo ha calificado oficialmente el FC Barcelona a preguntas de los medios, con actividades inequívocamente institucionales y de representación azulgrana en un recorrido por dos países ciertamente alejados del ruido comercial barcelonista, Mongolia y Azerbaiyán. Las explicaciones y el intento desde las oficinas del Barça de disimular que Laporta se aprovecha de su cargo de presidente para hacer negocios resultan grotescas y cómicas, pues mientras el departamento de comunicación ha insistido en el carácter privado de la escala presidencial en Mongolia, la ministra de cultura, Nomin Chinba, admitió haber tratado con él, entre otros temas, el nacimiento de una Barça Academy en Mongolia. «¡Recibí y conocí a Joan Laporta, el presidente del club Barcelona! Discutimos sobre el establecimiento de un centro de Barça Academy en Mongolia y la promoción de nuestro país a nivel internacional a través de la marca Go Mongolia», escribió en su cuenta de Instagram.
Por otra parte, la marca de ropa textil de diseños exclusivos de cachemir, Gobi, registró en su web que «el acuerdo de derechos de merchandising oficial del Barça con la marca Gobi avanza con éxito. Con esta colaboración cada vez más cerca, los amantes del fútbol y los fieles seguidores del FC Barcelona podrán comprar diseños exclusivos de cachemir con el logo de su equipo en todas las sucursales de Gobi». Y eso fue después de que Laporta, acompañado de su socio, Xavier Arbós, y de un chófer y de un miembro de seguridad del club, acudiera a un desfile de la nueva colección.
Es el mismo patrón uzbeko de su primer mandato, cuando finalmente ese potaje entre la versión presidente y la versión abogado acabó en un beneficio personal de 10 millones para Laporta y de apenas 4 millones para el Barça, más allá de cómo y a cuenta de qué extraña intermediación jugadores como Eto’o, Messi, Iniesta y Puyol realizaron clínics particularmente en aquel país, siempre bajo la protección del presidente de Uzbekistán y de su hija, empresaria y principal cara visible de Zeromak, petrolera de capital mixto suizo-uzbeko que con el tiempo acabó ante un tribunal internacional acusada de graves delitos financieros.
El presidente también viajó a Azerbaiyán, esta vez escoltado por varios miembros de la directiva azulgrana como Joan Soler, máximo responsable del fútbol formativo, y Xavi Puig, directivo responsable del fútbol femenino, equipo al que se unió Alejandro Echevarría para ser recibidos en el aeropuerto Internacional Heydar Aliyev de Bakú por el viceministro de Juventud y Deportes del país, Farthad Hajiyev, con el telón de fondo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, si bien la cita principal era con el empresario Adnan Ahmadzada, capitoste de la química Azchemco, frecuentemente contactado en Barcelona en varias ocasiones, y en Arabia Saudita.
No ha sido un viaje distinto al de la gira por los países de Oriente Medio meses atrás, en el que dejó atrás y para siempre los recelos que pudiera tener anteriormente, al menos en apariencia, para cerrar tratos con el mundo árabe. De esa tournée, Laporta se trajo de vuelta un pequeño contrato de patrocinio con una sociedad catarí y, según algunas fuentes, la Visa Gold de los Emiratos Árabes, proverbial para, por ejemplo, personajes como el Rey Emérito en el caso de que un ciudadano español, como lo es Laporta a todos los efectos, quiera retirarse algún día del ruido de Barcelona a un país con refugio fiscal y excelentes oportunidades para los negocios.
Nadie se ha creído que este viaje, aprovechando el parón de selecciones, vaya a solucionarle al Barça el grave problema de la inscripción de Dani Olmo e Íñigo Martínez. Antes al contrario, la sensación, o más bien la sospecha, es que el club puede haber financiado la totalidad o parte del viaje, masivo desde el punto de vista de la nómina de personajes vinculados directa o indirectamente al FC Barcelona. A saber, el presidente, dos directivos, un chófer (?), un miembro de la seguridad habitual y ese no menos inefable conseguidor, Alejandro Echevarria, excuñado que ya no se esconde como favorito del presidente para lo que haga falta. Por no hablar de su propio socio, Xavier Arbós, al que siempre se le encuentra en el palco del Camp Nou o de Montjuic atendiendo a los invitados y repartiendo tarjetas.
Laporta no disimula, ni falta que le hace, el despliegue de sus actividades en ese espacio cada vez más borroso entre los límites e interpretación de esa frontera que debería separar el hecho de servir al Barça con el honorífico cargo de presidente, y exprimir el potencial de ejercerlo como él lo hace. Ha asumido hasta engordar peligrosamente para las propias costuras de su credibilidad las funciones de CEO, vicepresidente económico, vigilante del Espai Barça, director financiero a su manera, fiscalista si hace falta, lumbrera del marketing y llanero solitario de los acuerdos comerciales, además de jefe de fichajes, ámbitos estos últimos en los que no duda en recurrir a sus comisionistas de confianza para sacar adelante cualquier proyecto.
Un escenario que justifica, desde luego, las preguntas que la cabeza visible de Som un Clam, Joan Camprubí, ha dejado en el aire públicamente sobre este nuevo episodio delirante de la actualidad azulgrana: ¿Cuántos trabajadores del FC Barcelona formaron parte del viaje?, ¿Cuál fue el objetivo concreto de las actividades desarrolladas?, ¿Qué coste ha tenido este desplazamiento para el club y qué regreso se espera? y ¿Por qué se calificó el viaje como privado si se trataron temas institucionales?
No habrá respuestas, claro, por más que la plataforma haya razonado el porqué de proponerlas, pidiendo «explicaciones claras» sobre el viaje del presidente, ya que «según informaciones publicadas por medios locales, la estancia incluyó actividades relacionadas con la marca Barça y con acuerdos comerciales vinculados al club, a pesar de que inicialmente se presentó como asunto privado. Imágenes e informaciones del país asiático indican que Laporta se reunió con el Ministerio de Cultura y Deportes de Mongolia, negoció acuerdos para promover las Barça Academy e incluso firmó un acuerdo de colaboración con la multinacional Gobi para la producción y venta de productos oficiales del FC Barcelona en el país. Esta información contradice la versión inicial del club, que aseguró que el viaje tenía un carácter estrictamente privado».
Basta con elevarse un poco por encima de ambas visiones, aparentemente contradictorias, para entender que aquello que a Camprubí le parece inexplicable, condenable, inaceptable e insólito, para Laporta es el pan suyo de cada día. La única diferencia radica en que de las cosas que hace el presidente a diario, sin salir de Barcelona ni del club, no se popularizan tanto como esos viajes de despiporre, cenas, comilonas y negocios bajo esa mixtura que para Laporta es solo una grande y libre patria azulgrana bajo su mando único.