En recuerdo de los que nadie recuerda

Bluesky

Hace unos días fui al funeral de una familiar. La sala donde se celebró la ceremonia de despedida reunió a más de un centenar de personas. Días antes, había asistido en la parroquia de Santa Anna al acto que organizó Arrels Fundació, en colaboración con una veintena de entidades sociales que atienden y acompañan a las personas sin hogar, para recordar a las 84 personas de este colectivo que murieron en Barcelona entre el 25 de octubre de 2023 y el pasado 25 de octubre. A sus funerales, si es que se hicieron, asistió muy poca gente. Seguro que no faltó la presencia de representantes de las entidades que organizaron la ceremonia de la parroquia de Santa Ana. Es un acto que se realiza cada año con la voluntad de «recordar a aquellos que nadie recuerda».
De las 84 personas muertas que habían sufrido la situación de no tener hogar 73 eran hombres y 11, mujeres. Una de las mujeres, la rumana Tamara, estuvo cuatro horas muerta en un banco de la plaza de Cataluña hasta que se dieron cuenta de su deceso. En la ceremonia de la que os hablo le dedicaron la canción «Tamara, dormida en el banco de la vida». Desde 2016, son 580 personas sin hogar las que han muerto en Barcelona. La esperanza de vida de estas personas es 25 años inferior a la del resto de población que vive en la ciudad. La dureza de sus condiciones de vida lleva a algunas de ellas al suicidio. Es el caso de Bachir que, según el Manifiesto, «se suicidó tras un duro proceso migratorio, incapaz de soportar más el peso de sus vivencias, dejando consternadas a las vecinas de Nou Barris, el barrio donde dormía». Un 5,7% de las personas sin hogar se suicida. En el último año, ha fallecido una persona sin hogar cada cuatro días. 84 casetas con una luz encendida recordaron en el suelo de la parroquia estas vidas perdidas. Leyeron sus nombres uno por uno y muchos eran árabes, africanos o de países del Este. Murieron lejos del país donde nacieron. Y en el país donde vivían las administraciones no supieron darles un techo donde vivir. Año tras año, los organizadores de estos actos recuerdan a estas administraciones, como decía el manifiesto que se leyó en la parroquia de Santa Ana que «vivir en la calle no es algo normal y que el derecho a la vida de muchas personas depende de sus acciones». «Para evitar que nos vuelva a pasar», concluía el Manifiesto. Volverá a pasar. En Barcelona y en casi todo el mundo. Esta triste constatación no desanima a los voluntarios y trabajadores de las entidades que ayudan a las personas que no tienen hogar. El lema de Raíces es «nadie durmiendo en la calle». Y «nadie muriendo en la calle», añadiría yo.

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