En el mundo que hemos recibido como legado, los Estados Unidos -que representa menos del 5% de la humanidad- es la potencia dominante indiscutible, gracias a su supremacía tecnológica, económica y militar. A través de la OTAN, extiende su influencia y control sobre Europa; además, el Ejército norteamericano tiene unas 800 bases repartidas en 80 países de Europa, América Latina, África y Asia; y el dólar es la divisa internacional hegemónica.
Por consiguiente, las elecciones presidenciales que se celebran cada cuatro años en los Estados Unidos nos tocan muy de cerca. Sea quien sea el huésped de la Casa Blanca, sus decisiones tendrán un impacto directo sobre la vida de todos nosotros.
Por eso, y no es retórica, este próximo día 5 de noviembre, el futuro de la humanidad está, más que nunca, en juego. Las encuestas no ofrecen un ganador claro y la pugna entre la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump estará disputadísima, hasta el final del escrutinio.
Del mismo modo que Kamala Harris, partidaria del soft power, es previsible, Donald Trump no lo es. Y aquí radica el problema y el gran temor de la comunidad internacional. ¿Qué pasará si Donald Trump retorna a la Casa Blanca? ¿Cómo enfocará su política exterior? ¿Cómo abordará las dos guerras que, ahora mismo, arden en Ucrania y Palestina? ¿Cómo utilizará la enorme fuerza bélica que tiene a su disposición?
En paralelo, en el mundo se está configurando y compactando un bloque de países -cada vez más numeroso y poderoso- descontento y contestatario con la manera que los Estados Unidos ha ejercido su ambición imperial después de la II Guerra Mundial. Lo hemos podido constatar en la última cumbre de los BRICS+ en Kazán, en la cual el presidente chino, Xi Jinping, se ha erigido en el líder y referente de esta alternativa geopolítica y geoeconómica.
Si este 5-N gana Kamala Harris, las relaciones de los Estados Unidos con China se irán ablandando. Si gana Donald Trump, la tensión subirá de tono y el choque comercial, político (y armamentístico?) se hará inevitable. ¿Llega el Apocalipsis?
Yo soy una de entre los 8.000 millones de personas que habitamos el planeta. Y digo sí a la vida y no a la oscura fatalidad que nos anticipa la posible victoria de Donald Trump. Me niego a ser un mero espectador pasivo de la catástrofe que nos caerá encima si gana y por eso hago el esfuerzo, día a día, de editar medios de comunicación, como éste que lees, para poder expresarme libremente y dar voz a personas que tienen opiniones importantes que hay que conocer y ayudar a difundir.
Todos tenemos en mente y en el corazón un mundo ideal y posible. Sin guerras, sin hambre, sin racismo, sin dominio del hombre sobre la mujer, sin injusticias, sin necesidad de migrar a países lejanos para conseguir una vida mejor. Con educación, con cultura, con respeto al medio ambiente y a la biodiversidad, con trabajo digno, con viviendas para todo el mundo, con salud pública, con ayudas sociales a los discapacitados y con pensiones de jubilación.
Nos hace falta siempre tener y no perder la perspectiva histórica. Saber de dónde venimos para tener claro el camino que tenemos que seguir. La humanidad, desde el paleolítico (hace unos 12.000 años) hasta hoy, ha hecho extraordinarios adelantos: demográficos, culturales, científicos, tecnológicos, políticos… Hay inventos que han marcado determinadas etapas de nuestra civilización (el fuego, la rueda, el telar, la escritura, el dinero, la imprenta, el vapor industrial, el motor de combustión con derivados de hidrocarburos, la energía nuclear…).
Ahora estamos plenamente inmersos en la civilización digital y de Internet. Esto quiere decir que, por primera vez en la historia, todos los humanos estamos comunicados e interconectados. Esta es una innovación extraordinaria, pero que, como todo, es un arma de doble filo.
Internet nos permite la creación y consolidación de una comunidad humana global, superando las fronteras políticas y las barreras lingüísticas, gracias a los traductores y a la inteligencia artificial. La humanidad tiene la fuerza y los instrumentos para crear la conciencia colectiva que nos tiene que dirigir al mundo que la inmensa mayoría queremos para nosotros y para nuestros hijos.
Pero Internet es también una poderosa herramienta para el envenenamiento de las relaciones humanas y la difusión del odio. En vez de socializar y promover valores para compartir, vemos cómo Internet tiene un efecto contrario y devastador: el aislamiento del individuo y, en consecuencia, la auto-reclusión y la expansión de las enfermedades mentales que de esto se derivan.
La persona es, por naturaleza, un animal social. Hemos evolucionado juntos y por el sistema de cooperación y de colaboración. Cuando vamos y trabajamos unidos somos más fuertes y todos obtenemos más beneficio: es ley de vida y la historia nos lo enseña y ratifica una y otra vez.
En el mundo de hoy se confrontan dos maneras de hacer y de encarar el futuro. La que propugna la libertad ilimitada del individuo, aunque esto tenga graves efectos contraproducentes para los demás. Y la que considera a la persona como un ser integrado y subordinado a la vida en sociedad. Un exponente del primer polo es el presidente de Argentina, Javier Milei, profeta del ultraliberalismo libertario. En el otro extremo, encontramos dictaduras socialistas, como las de Corea del Norte o Cuba.
Entremedias, hay todo tipo de matices, producto de la evolución y mezcla del capitalismo y del socialismo. Tenemos el capitalismo social, que es el que define la Unión Europea. O el socialismo capitalista, que es el que hay en China. En los países donde la religión tiene un fuerte peso en la vida pública -en especial, los musulmanes- el capitalismo, en esencia caníbal, está frenado y moderado por principios teológicos y morales.
¿Hacia dónde nos dirigirá la civilización de Internet? Aprovechándose de la debilidad y el aislamiento del individuo ¿tendremos unas sociedades cada vez más autoritarias, dirigidas, manipuladas, controladas y subyugadas por las élites más ricas? ¿Quién regulará y moderará sus insaciables intereses de concentración y expansión territorial de su poder?
Este es el futuro que nos anticipa la posible victoria de Donald Trump y de su aliado e ideólogo, Elon Musk, este 5-N. Los Estados Unidos es un país creado por migrantes europeos que ha basado su pujanza en la guerra y el exterminio, empezando por la población indígena, de todos los que han hecho frente a su pulsión imperialista unipolar. (Israel es un calco, trasplantado al Oriente Medio, de esta estrategia de invasión criminal).
Más que nunca, hay que reivindicar, defender y luchar por una nueva manera de entender la organización de la humanidad y las relaciones internacionales. Las Naciones Unidas, la Unión Europea y los BRICS+ tienen que trabajarconjuntamente para construir un nuevo paradigma de gobernanza mundial.
