La decisión de Ada Colau

Barcelona será por los siglos de los siglos un pueblo grande. Puede vender la moto de tener muchas nacionalidades y promover una imagen internacional de cara a la galería, pero si uno camina por los barrios es bien fácil dar con personas informadas de lo cercano, donde también se incluye a nuestra ínclita clase política.

Desde hace meses podía ir a Sant Andreu, Port o Sarrià y la gente, de manera bien natural, me revelaba sensacionales informaciones donde, en ocasiones, aparecía la alcaldesa Colau. Muchos de mis interlocutores hablaban de renuncias a ministerios y otros cargos por amor a los hijos u otros motivos, siempre de cariz privado.

Susana Alonso

No nos meteremos en ellos, pues la vida privada de cada uno queda definida por el adjetivo. Pese a todo, era claro cierto runrún en torno al inminente abandono de su cargo municipal, como por otro lado ella misma ha confirmado estas semanas, primero en un programa de televisión y después en la fiesta de los diez años de los Comuns, una de las formaciones milagro de la Historia catalana, pues como la Lliga en 1901 o ERC en 1931 nació y triunfó al cabo de pocos meses.

Durante esta década el partido ha adolecido de dos grandes defectos: el adanismo y una absoluta ausencia de autocrítica. El adiós de Colau se llenó de regalos y fotos de militantes que en realidad eran fans, contentos con la promesa de un retorno en vista a las elecciones municipales de 2027.

Vayamos por partes. Si enfocamos el todo desde una visión general convendría decir como Colau ha sido muy negligente durante este largo año y medio con Jaume Collboni como primer ciudadano. Primero usó aquello de haber perdido por trescientos votos y luego se negó a pactar. Mi opinión es que ella y él se detestan sin mucha cordialidad, pero no deja de ser un punto de vista más, no como el hecho de ver cómo el hecho que durante este periodo el líder del PSC, gris y cada vez con más aplaudidores duales a partir del ascenso a la presidencia de Salvador Illa, ha visto como todos sus oponentes han abandonado el cargo. Esto y la aprobación de los presupuestos han dado aire a Collboni, quien además puede respirar aún más tranquilo, pues ahora mismo no tiene rival en la izquierda municipal, una paradoja si lo juzgamos como un socialista de derechas.

Este punto nos conduce al segundo. Una regidora de los Comuns, me sabe mal no recordar su nombre, decía que podían remontar la victoria socialista en la mayoría de barrios, sin pensar en ningún momento que si perdieron fue culpa suya desde el menosprecio absoluto a la pluralidad de toda Barcelona. El PSC no ganó por méritos, sino por gozar de un voto fiel de inercia entre las personas mayores y explotar sin esfuerzo la incomparecencia de los Comuns allá donde prometían milagros, estériles, hasta verse desplazados y propiciar el aumento electoral de la extrema derecha en las más lejanas periferias de Nou Barris, en las que VOX tiene porcentajes siempre in crescendo.

Esta ceguera de la realidad es la misma de Ada Colau. Aquí vamos al tercer factor. Promete volver, de acuerdo. ¿Qué respeto hay para la persona que ocupe su cargo durante los próximos tres años? ¿Ocupa la silla y después la deja como si nada? Por otro lado, en esta ecuación parece que los ciudadanos importen poco o nada, pues el hecho de volver de este modo es muestra de desinterés por los asuntos de la ciudad desde una creencia de infalibilidad casi papal, como si ella, bañada en el hiperliderazgo de los suyos, se hubiera reencarnado en Pío Nono versión 2024.

Es para alucinar. Desde 2015 he pensado en como los Comuns corren un gran riesgo. Al menos sí son conscientes del mismo. Sin Colau el electorado virará hacia otras opciones o bien se adherirá a un partido muy tentador, el de la abstención, algo lógico en una ciudad donde ser de izquierdas es cada vez más duro para el votante, sin alternativas fiables.

Collboni hubiera sido un excelente segundo de Trias, pero como le tocó la lotería aplica un catálogo neoliberal sin complejos. Hace poco leí un artículo donde se le comparaba con Pasqual Maragall por su visión de los grandes acontecimientos, la apasionante Copa América que la mayoría de barceloneses ignoran, y los pequeños, como la nueva vida del Molino, al que deseo toda la suerte del mundo desde el anhelo de ver cómo supera la desgracia de sus antecesores, todos ellos fallidos.

Todo esto pasará con Colau presumiendo en el extranjero. Según ella ha pacificado el turismo y ha creado una ciudad verde. La primera afirmación es falsa y la segunda muy discutible al limitarse a imitar el ejemplo de Anne Hidalgo hasta retornar a Barcelona el complejo de inferioridad con París. Lo mejor de Collboni es no tener oponentes y su silencio, promesa de futuras victorias sin mover un dedo.

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