Una de las espinas que tiene clavadas Carles Puigdemont es que, consiga lo que consiga en Madrid, quien lo gestionará en Cataluña será Salvador Illa. Así lo decidieron las urnas.
En su reunión con el grupo parlamentario de Junts en Waterloo a comienzos de este mes de octubre, se quejó de una “falta de pluralidad política en nuestras instituciones, que no se corresponde con lo que es realmente la sociedad catalana. Por primera vez, las instituciones más importantes que afectan la gran mayoría de los catalanes están gestionadas y están en manos de un único partido, el PSC. El Estado, la Generalitat, la Diputación de Barcelona, el Ayuntamiento de Barcelona, el 100% de los presupuestos de inversiones de las instituciones, el 100% del presupuesto de publicidad en los medios, de las subvenciones a entidades, pasa por unas únicas manos: las del PSC. ¿Esto es un reflejo de la realidad del país? En absoluto”.
El expresidente omite, en cambio, que desde el año 2011 nunca ningún alto cargo que no fuera independentista tuvo responsabilidades en cualquier de las administraciones que gobernó Junts o su antecesora CiU. Tampoco se concedió audiencia a organizaciones constitucionalistas, a pesar de que en varias ocasiones pidieron reunirse con él mismo o con su sucesor Quim Torra.
En cambio, se regaron (y se han continuado regando) con millones de euros anuales supuestos medios de comunicación digitales con una mínima audiencia, pero ideológicamente afectos al régimen soberanista que ha dominado Cataluña la última década y media. El tradicional cinismo convergente es lo único que no ha perdido Carles Puigdemont después de los avatares de los últimos años de proceso independentista.