Puigdemont provocará elecciones generales anticipadas el próximo año

Considera que Pedro Sánchez lo ha engañado y quiere aprovechar la debilidad de ERC para arreciar la hegemonía de Junts x Catalunya en el espacio independentista

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El president Puigdemont i Pedro Sánchez. Foto: Rubén Moreno

La elección del socialista Salvador Illa como presidente de la Generalitat este mes de agosto significó el final de una etapa y el inicio de otra. Cataluña ha hecho un giro, socialmente hablando. Pero en el ámbito político el cambio todavía ha sido más grande: la instalación en la cúpula del Govern de un dirigente no independentista ha hecho reposicionarse los estamentos del soberanismo. Ha habido un desplazamiento hacia la extrema derecha y hacia la polarización como no se había visto nunca.

La principal consecuencia de esta nueva era ha sido, paralelamente, el hundimiento de ERC y la radicalización de Carles Puigdemont y, de paso, de Junts. Los posconvergentes creen que solo es cuestión de tiempo que muchos votos que confiaban en ERC caigan ahora a su saco, aunque es probable que muchos vayan a posiciones más moderadas o a la abstención. Pero bien es verdad que esta nueva etapa que se abre ahora está marcada por una circunstancia muy especial: la resurrección de Carles Puigdemont, a quién desde el mismo Junts se daba por amortizado antes del verano.

Puigdemont se ha convertido en el director de orquesta de la política española. Pero, paradójicamente, no puede hacer nada para imponer su ley en Cataluña. Todo el poder de presión que tiene en Madrid le falta en Barcelona. Posiblemente es porque el público catalán lo conoce mejor. O porque los políticos catalanes blindaron sus principios. Pero hay una cosa cierta: Puigdemont utilizará todas las armas a su alcance para desequilibrar cuanto más gobiernos mejor.

Así lo aseguran en su círculo de confianza: su objetivo es derribar a Pedro Sánchez. Puede pactar puntualmente con el PSOE en Madrid, pero el fin que persigue es que Sánchez convoque elecciones el 2025. “Puigdemont es un hombre que se mueve por impulsos. Durante una época, estuvo convencido que España lo quería matar. Ahora, asegura que Pedro Sánchez lo ha engañado. Y en eso sí que tiene razón. Le aseguró que él sería su socio preferente en Madrid, pero el Gobierno español dio todos los méritos a ERC y minimizó los pactos con Junts. Después, le dijo que sería amnistiado, pero no fue verdad. Incluso le prometió que el Gobierno español estaba dispuesto a estudiar la posibilidad de organizar un referéndum a finales de esta legislatura o a la siguiente, y que este mérito seria para Junts. Pero la promesa se ha desvanecido. ¿Tiene o no tiene motivos para sentirse traicionado?”, razona un dirigente de Junts a EL TRIANGLE.

La agenda de Puigdemont está marcada por una animosidad personal con Pedro Sánchez. Su intención es forzar elecciones generales anticipadas el 2025, posiblemente en la primavera o antes de las vacaciones de verano, y quedar, esta vez sí, por encima de ERC para certificar su supremacía en el espectro independentista.

El líder de JxCat alienta los suyos: “Ahora toca salir de los cuarteles de invierno. Ahora toca salir e ir a la ofensiva, recorrer el país, enseñar todos los perfiles que tenemos, que son ricos, plurales, intergeneracionales, interclasistas. Junts es el partido más interclasista que hay, es el partido más transversal de la sociedad catalana. El hecho que Salvador Illa no tenga un Govern fuerte es un mal para el país, pero también es una oportunidad para defender nuestra posición. Y el hecho que a Pedro Sánchez le pase lo mismo, y que además no sea consciente, porque a veces da la impresión que gobierna pensando que tiene mayoría absoluta o que no le hace falta ni negociar, pues es también una oportunidad más grande”.

Pura retórica

En el mundo de Puigdemont, sin embargo, todo es cuestión de retórica o de matiz. Dijo que dejaría la política si no era elegido presidente después del 12-M, y sigue aquí, con la previsión no solo de permanecer, sino de aumentar su presencia asaltando la presidencia de Junts per Catalunya en el congreso que este partido ha convocado para este mes de octubre.

“Lo que ha conseguido, hasta ahora, es que Madrid baile al sonido que él toca. Junts hizo que el Gobierno español perdiera la crucial ley de alquileres de temporada simplemente para decirle a Pedro Sánchez quien manda. No todo el monte es orégano. Sánchez tiene que cumplir sus promesas”, añade el dirigente juntaire.

Pero esto no quiere decir que se alinee constantemente con el PP y Vox para votar contra el Gobierno. “Puigdemont ha dado garantías a Sánchez que no dará nunca apoyo a una moción de censura del PP, principalmente porque se necesitan los votos de Vox para hacerla. Y Junts no votará una cuestión tan importante con la ultraderecha española”, argumentan los suyos. Pero aun así, Puigdemont quiere que Pedro Sánchez tenga su calvario. Le hará perder votaciones en el Congreso tantas veces como haga falta para dejarle claro que debe agradecimiento eterno a Junts.

Pero si Pedro Sánchez es la gran obsesión personal de Puigdemont, hay otra que no se queda atrás: no quiere que se normalice la situación política. A Puigdemont le interesa la tensión porque con conflicto político él tiene asegurado un caladero de votos. A los suyos les ha dicho que hay que desvirtuar los intentos de Salvador Illa de volver a la normalidad y de magnificar el mensaje que “lo que los socialistas denominan normalizar, en realidad quiere decir desnacionalizar”. Es un mensaje vacío, pero que cala hondo en el sentimiento de los más radicales. Alienta el conflicto y el enfrentamiento entre los catalanes y “los otros”, o “los que vienen de fuera”. “Cuando sentís ‘tenemos que normalizar’, poneos la mano en la cartera. Quiere decir ‘tenemos que desnacionalizar’, porque es el eufemismo que usan ellos, porque parece más amable”, afirma el expresidente. Una de las líneas de ataque a Salvador Illa será la insistencia a acusar el Govern de la Generalitat de incentivar “un discurso de odio hacia los catalanes que queremos la independencia de nuestro país”.

Con la estrategia de la tensión en el bolsillo, Puigdemont ha recobrado la autoestima. Lejos de preocuparse por el estancamiento electoral de su partido, y escondiendo su promesa de retirarse de la política si no era escogido presidente después del 12-M, hace un salto adelante y se cree el elegido para gobernar el futuro de Cataluña.

En la reunión con los diputados de Junts en Waterloo del 2 de octubre, llegó a reírse, sibilinament, de los presentes. Les dio las gracias, con una sonrisa irónica, por su papel el 8 de agosto en Barcelona, “durante la operación de entrada y extracción”. “Habéis hecho el papel, habéis cumplido el rol que se esperaba de todos vosotros. Gracias a vosotros, la operación fue un éxito histórico”, dijo. Es la constatación que Puigdemont se considera poco menos que el rey del mambo.

La realidad distorsionada

En Waterloo, marcó a los suyos el camino a seguir estableciendo como tablero de juego una realidad distorsionada: “El debate de política general marca la legislatura y nosotros lo tenemos que aprovechar para recordar lo que las urnas han decidido: un gobierno frágil, un gobierno que se aguanta por un pacto de investidura que no se creían ni siquiera los que lo firmaron. Dos meses después ya vemos exactamente en que ha quedado aquel pacto de investidura presentado a bombo y platillo, basado entre un acuerdo del independentismo de izquierdas y el federalismo de izquierdas que ni federalitza ni independiza y, sobre todo, todavía más, esquerraniza. La segunda cosa que han dicho las urnas: el liderazgo de Junts como primera fuerza de la oposición, primer partido en la defensa de los intereses soberanos de Cataluña, defiende de la independencia de Cataluña, y el rol de ser alternativa y de ser, ahora mismo, la única alternativa viable al Govern que tenemos delante”.

Puigdemont espera con impaciencia el congreso de Junts este mes de octubre. “Este congreso afecta a todos y tiene que contribuir a fortalecer esta alternativa, a renovar nuestro mensaje, que dirigimos a la sociedad catalana”. En Madrid, su estrategia pasa por la confrontación con el Gobierno central, hasta que Pedro Sánchez no reconozca públicamente que Junts es quien más ha contribuido a conquistar los adelantos en el autogobierno de Cataluña. Quiere también que ponga públicamente como intermediario José Luis Rodríguez Zapatero, como si Puigdemont fuera un mandatario de otro país. Y quiere que, finalmente, Pedro Sánchez acceda a salir de España para sentarse con él y publicar una foto de este encuentro. Es la carta a los Reyes del Oriente que ya ha escrito el expresidente y la síntesis de su estrategia madrileña.

Pero, ¿como quiere encarar su papel en Cataluña, Puigdemont? Aquí es más difícil, entre otras cosas porque no puede configurar una alternativa que descabalgue Salvador Illa de la presidencia. Su mensaje en este sentido es contradictorio y falsario. “Junts lo tiene que hacer renovando mensajes, renovando discursos, renovando liderazgos, ampliando el espectro social al cual tradicionalmente nos dirigimos”, afirma.

La cuestión es cómo quiere renovar liderazgos si él mismo será recolocado como presidente del partido y Jordi Turull seguirá como secretario general, además de situar sus peones, que llevan años en el aparato, en los lugares clave: Laura Borràs tendrá que dejar su cargo, pero se le busca un asiento de faramalla para que no dé la tabarra, a pesar de que ella había pedido continuar en el puente de mando. Posiblemente, será apartada y relegada a algún órgano secundario del partido. Por otro lado, la ampliación del espectro social es la copia de la estrategia de “ensanchar las bases” que Oriol Junqueras aplicó a ERC los últimos años. Por lo tanto, Junts no tendrá ni nuevos liderazgos ni nuevos mensajes ni nuevos discursos para ofrecer. Ya se sabe: Puigdemont es un gran prestidigitador.

La estrategia de Puigdemont para renacer como el ave fénix es muy sencilla: autoconvencerse de que los socialistas no tienen mayoría en ninguna parte y que Junts dará la sorpresa en las próximas elecciones. “Primero, no tienen mayoría para gobernar España. Segundo, no tienen mayoría para gobernar Cataluña. No tienen mayoría absoluta para gobernar el Ayuntamiento de Barcelona. Y esto, en democracia, obliga”, afirma. Y reclama lo que ni él ni sus sucesores concedieron nunca: “Democracia es también el respecto a las minorías, el respecto a las alternativas, el respecto a la pluralidad del país”. El expresidente todavía no ha girado la vista atrás ni ha hecho autocrítica.

Puedes leer el artículo entero en el número 1592 de la edición en papel de EL TRIANGLE.

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