Hasta cierto punto, resulta comprensible que Joan Laporta busque, o mejor dicho, necesite, esconderse detrás de una asamblea telemática para eludir las preguntas más insidiosas e incómodas sobre la deprimente situación económica a la que ha abocado al Barça como resultado directo de su gestión, imprudente, poco profesional y descontrolada.
Las cuentas, aunque desde la junta se ha informado tarde y mal, con ocultación y manipulación de las cifras clave, pintan muy mal por culpa de la regurgitación de la falsa venta de Barça Studios que el paso del tiempo le ha devuelto en forma de 141 millones de provisión por los impagos y un saldo al cierre de la temporada de 91 millones de pérdidas, otro récord que añadir al palmarés inigualable de Laporta en el contexto de sus diez temporadas completas como presidente superando plusmarcas como los casi 80 millones en rojo del ejercicio 2009-10, el postrimero de su primer mandato o los 1.163 millones de la cuenta de gastos en el cierre del 2022-23 con una nómina de 676 millones después de haber echado a Messi, Griezzman y Coutinho, cifras aún por explicar y justificar ante los socios.
En un Barça ideal y democrático en el que la junta de turno aplicase solamente los estatutos, sin necesidad de hacer una interpretación generosa ni extendida de los derechos de los compromisarios, en la asamblea fijada para el 19 de octubre próximo, Laporta sería interpelado desde la sala por los socios asistentes sobre el estado de precariedad actual, tres años después de recuperar la presidencia, tan inverso y contradictorio en relación con su discurso oficialista y populista sobre la recuperación económica y la salida de ese túnel, finalmente, de la época más oscura de la historia del Barça.
El avance de la auditoría, que no se ha tragado esta vez el cuento de Barça Studios, sugiere que, además de ese déficit anunciado y tan temido desde hace meses porque los sucesivos impagos han sido retransmitidos a la opinión pública azulgrana por diferentes canales de información más serios, documentados y preocupados por la salud del club que la mayoría y que la propia junta, también es dudosa la afirmación reiterada de Laporta sobre que “el Barça ha ganado 12 millones en el resultado ordinario”, mantra que viene repitiendo desde junio pasado para defenderse de esa amenaza de otro batacazo económico de los suyos como en los cursos anteriores.
Para aclarar los conceptos, lo que Laporta puede considerar actividad ordinaria a efectos de mensaje tranquilizador o de excusa de cara a los socios, aunque susceptible de interpretaciones, puede abarcar los costes generales de gestión habituales, las nóminas con sus amortizaciones y otros que pueden llegar a los 100 millones sin que, en ningún caso, se detallen por lo que respecta a los gastos, quedando excluido los financieros que, además, en el caso de Barça son colosales por culpa de Espai Barça (3.000 millones de deuda por ahora) y que sí se computan justificadamente en un presupuesto y cuentas aparte.
Lo ordinario, en cuanto a ingresos, la relación es la siguiente: match day, media y derechos de TV, comercial, traspasos y otros, concepto también amplio que en los ejercicios de los últimos años ha incluido el beneficio de las palancas sin que la junta ni el auditor hayan distinguido en el balance final, ni tampoco en su exposición, entre ordinarios o no, pues no cabe y no se contempla más que una cuenta única de resultados al final de la temporada.
Así, el cierre de las temporadas firmadas por la junta de Laporta en su segundo mandato ha arrojado las siguientes cifras: -481 M (2020-21), +97 M (2021-22), +303 M (2022-23) y -91 M (2023-24), con un balance de -171 M que arroja después de sumarlas y restarlas. Contrapuestas a los 1.008 millones de ingresos netos, o sea, beneficio puro y duro obtenido por la venta de activos y de patrimonio (palancas) no presupuestado, imprevisto y necesitado básicamente por la apremiante necesidad de fichar, el diferencial arroja un total de -837 millones.
Si se aplica ese mismo criterio que ahora Laporta quiere colar en la asamblea, el de dividir las cuentas por la tipología de las operaciones, ni que sea solamente a para emplearlo en la presentación y construcción de un relato confuso y adulterado sobre la diferencia entre la actividad ordinaria y la extraordinaria, resultaría que la media de pérdidas ordinarias, o sea sin contar el efecto salvador de las palancas sobre el desequilibrio entre gastos e ingresos sería de -209 millones en cada una de las últimas cuatro temporadas.
En realidad, este es el saldo resultante y real, el que arroja 837 millones de pérdidas acumuladas en esa otra cuenta de resultados laportista si se extrapola de la contabilidad una lectura sin el recurso de las palancas, lo cual lleva a afirmar, finalmente y de una forma categórica e indiscutible, que sólo gracias a los 1.008 millones de las palancas el fatal balance de la segunda era de Laporta como presidente es solamente de 91 millones de pérdidas una vez aplicado el descuento de la reversión de Barça Studios y de algunas de las provisiones que fueron cargadas sin sentido en la temporada 2020-21.
Por desgracia, la conclusión es que el supremo sacrificio de anticipar recursos de futuro, vender patrimonio irrecuperable y someterse al ventajismo de los patrocinadores no ha servido de nada contra la furia consumista y la gestión delirante de Laporta, pues al final de ese camino lo que hay es una deuda mayor, fondos propios negativos (92 millones), solo 22 fichas del primer equipo en lugar de 25 con tres jugadores inscritos gracias a las lesiones de otros, el margen salarial excedido y los estados financieros del club en un estado de precariedad e insolvencia que, inevitablemente, solo pueden abocar a esta presidencia a firmar con Nike un contrato leonino que le permita borrar esa tacha a cambio de diez años, o más, de menores ingresos por la venta de camisetas, uno de los grandes negocios del club del que podría obtener un beneficio bastante superior si no necesitase como el aire que respira centenares de millones para cubrir ese pozo. También habrá que cargar en el debe de la gestión de Laporta este otro revés económico de récord.

