Quien siembra odio…

Bluesky

“Quien siembra vientos, recoge tempestades”, asegura el dicho. Quien siembra odio, recoge más odio, crea más odio. No puede esperar que el odio aporte nada positivo al proyecto o actuación donde lo aplica. Esta verdad vale tanto para el ataque indiscriminado de Hamás contra Israel como para la respuesta brutal del ejército de ese país contra Palestina. Se cumple ahora un año del ataque de Hamás y del inicio de la barbarie desencadenada por Israel. El odio se ha esparcido por la región. La paz se ha alejado como nunca en las relaciones entre Israel y Palestina.

La violencia genera violencia. El odio crea odio. En tiempo de guerra y en tiempo de paz. Siempre. Una parte de la comunidad catalana ha normalizado desde hace una docena de años el odio hacia España. Se ha considerado que era una broma graciosa gritar ‘Puta España’ en la televisión pública, en las concentraciones independentistas o en los conciertos de determinados grupos musicales. En quitarle importancia a este insulto coincidían alumnos míos sin especial mala fe en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB, ex-miembros de grupos terroristas catalanes desactivados, humoristas a sueldo de la Corporación Catalana de Medios de Comunicación y gente con mentalidad de extrema derecha. Estos últimos se han organizado desde hace cierto tiempo bajo las siglas de Aliança Catalana. Una parte del independentismo catalán se ha rebotado contra este partido xenófobo y el odio ha estallado entre ambos grupos. El odio que antes coincidían en enfocar hacia España se ha extendido a la relación entre ellos. Los que antes disfrutaban gritando juntos “puta España” ahora se insultan y amenazan a través de las redes sociales. Cuando se abre la puerta al odio, es difícil cerrarla.

De mi etapa infantil y juvenil cristiana retengo el recuerdo de ese consejo de poner la otra mejilla cuando recibías una bofetada. Pues no. Cuando te dan una bofetada no debes poner la otra mejilla. Nunca. Tienes que pedir explicaciones del porqué te la han dado. Y resolver pacíficamente el conflicto. O al menos intentarlo. Ni poner la otra mejilla ni enzarzarse en un intercambio de bofetadas.

Los medios de comunicación -con especial responsabilidad por parte de los públicos- que han atizado el odio en Cataluña en los últimos años son responsables de que campe ahora entre los mismos que antes coincidían en proyectarlo contra España. Quienes dirigían estos medios y los programas y artículos que promovían ese odio tienen nombres y apellidos. Tienen que pasar una buena temporada en el rincón de pensar. Y aplaudiríamos que, tanto ellos como los que han confundido odio con humor, pidan perdón.

Es cierto que en el otro bando hay medios, políticos y gente que ha practicado el odio contra Catalunya y todo lo que suene a catalán. Sin embargo, esta certeza no justifica responderles con la misma moneda.

El odio sólo crea odio. En Tel Aviv, Gaza, Madrid, Barcelona, Ripoll o TV3.

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