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Netanyahu, más odio sobre la tierra quemada

Xavier Rius Sant

Periodista freelance i escriptor català, especialitzat en temàtiques de drets humans, conflictes internacionals, món àrab, immigració, ultradreta i terrorisme.
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Benyamin Netanyahu, el primer ministro que más años ha gobernando Israel, superando al fundacional Ben Gurion, ahora que se cumple un año del ataque de Hamás del 7 de octubre, parece que, sin importarle la vida de los rehenes, lo que quiere es derrotar de una tacada al régimen iraní de los ayatolás y todo el llamado Eje de la Resistencia que abarca también Yemen, Irak, Líbano, Siria y Palestina. El líder israelí ha llevado a Oriente Próximo a un escenario de guerra global que nadie sabe cómo acabará. Procesado por varios casos de corrupción que podrían llevarle a prisión, en los últimos años intentó acabar con la separación de poderes en el país para poder saltarse una probable condena judicial hacia su persona. Reforma que no pudo implementar gracias a la residencia del propio poder judicial y de parte de la sociedad civil israelí que protagonizó multitudinarias manifestaciones en su contra. Y cuando parecía que lo tenía todo perdido la sorpresiva ofensiva de Hamás del 7 de octubre, la brutalidad de los asesinatos de civiles israelíes y el secuestro de los rehenes, le dieron un respiro que le ha permitido aplazar su juicio e intentar mostrarse como el salvador del país.

Netanyahu actualmente se sustenta en el poder gracias al apoyo de los partidos de los colonos y la extrema derecha racista como el de Itamar Ben-Gvir, que consideran a los palestinos de Gaza y Cisjordania como una especie invasora a la que hay que echar, de los multireligiosos que rezan por una llegada del Mesías que se demora ya demasiado, y de partidos de derecha o centro que en el actual contexto de guerra apoyaban al gobierno de unidad nacional de Netanyahu. Algunos de ellos como el del ex primer ministro y jefe del Estado Mayor del Ejército, Benny Gantz, que inicialmente se sumaron al gobierno de unidad nacional, salieron conscientes de que Netanyahu rechazaba las diversas propuestas de tregua o de fin de las hostilidades negociadas con Qatar y que tenían el apoyo de Estados Unidos, que habrían significado la liberación de todos los rehenes. Si la primera tregua tuvo lugar el 24 de noviembre, en la que se liberaron 105 rehenes y 210 presos palestinos, en la segunda, que nunca, llegó debía liberarse al resto a la vez que Israel ofrecía un plan o propuesta para el día siguiente para Gaza y también para Cisjordania. Una Cisjordania que teóricamente está gobernada por la Autoridad Palestina de Mahmud Abbás de 88 años de edad, en la que los palestinos han dejado de creer hace muchos años y donde hay 700.000 colonos que les quitan el agua y la tierra. Uno de los presos que la parte palestina y también los países occidentales querían que se liberase era Marwan Barghouti, abogado vinculado a Al Fatah, y con buenas relaciones con Hamás al que muchos ven como un candidato con carisma y apoyo popular para sustituir a Abbás. Pero Netanyahu se oponía más cuando para él, para los partidos de los colonos, para los ultras racistas y para los ultra religiosos no debía ofrecerse ningún plan político para el día siguiente de la liberación de los rehenes aprovechando la guerra en Gaza y Líbano para expandir los asentamientos sin necesitar ningún aval legal. De hecho, con la destrucción de Gaza y el desplazamiento de su población hacia el sur lo que se pretendía era generar una crisis humanitaria que forzase a Egipto a abrir el paso de Rafah con una nueva Nakba quedándose ya para siempre la mayoría de los habitantes de Gaza en nuevos campos de refugiados, esta vez en Egipto.

¿Qué tienen en común los ultrareligiosos que apoyan a Netanyahu con el clero de los ayatolás que gobiernan Irán? Pues que parte de los ayatolás y de los líderes militares y de los Guardianes de la Revolución siguen una corriente chiíta que cree que pronto se producirá el retorno del duodécimo imán, Mahdi, El Oculto o El Esperado que desapareció en el año 868 en Samarra, en Irak, y, después de un período de gran confusión, volverá a la tierra para traer la paz y la justicia, si bien poco después vendrá ya el Juicio Final. Una visón apocalíptica muy parecida a la concepción de la segunda venida o regreso del Mesías que tienen muchos judíos ortodoxos. El ex presidente iraní Mahmud Ahmadineyad seguía esta corriente radical, corriente a la que no pertenece el actual presidente Massoud Pezeshkian. Sí está cerca de ella el líder supremo, Ali Jamenei, si bien lo que quiere ahora es garantizar la continuidad de la República Islámica que podría desaparecer, no por la confusión previa que habría justo antes del regreso del Mahdi, sino por el rechazo de los jóvenes iraníes, sobre todo las mujeres. Y una guerra con Israel o que Israel matase a la cúpula iraní como ha hecho con la de Hamás e Hizbulá no sería bueno para la continuidad del régimen teocrático, ya que entonces quienes tomaran el poder quizás sí quisieran una confrontación, incluso nuclear y apocalítica que también quieren los ultrareligiosos judíos que creen asimismo en el regreso del Salvador.

La realidad, un año después del 7 de octubre es que bombardeando la embajada iraní en Teherán, matando al líder de Hamás, Ismail Haniye mientras estaba invitado en Teherán para participar en los actos de proclamación de Pezeshkian, y matando a Hasan Nasralá y destruyendo las zonas chiítas del Líbano, Netanyahu, crea o no en el inminente regreso del Mesías, sí quiere que Irán caiga en la espiral bélica para acabar con el régimen del ayatolás. De momento, sin embargo, Netanyahu ha arrasado Gaza dejándola sin interlocutores con quien negociar ya que para él no hay nada que negociar. Y ha matado a Nasralá y a los que podrían sucederle para hacer lo mismo con Hizbulá mientras aboca al Líbano a una crisis humanitaria mucho peor a la que se vivía durante la guerra civil. Pero lo significativo es que más allá de la tierra quemada y los miles de muertos y de los rehenes que lamentablemente no volverán, lo que está provocando Netanyahu es ganarse el odio de millones de personas que más tarde o más temprano intentarán vengarse.

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