“La sociedad catalana es una sociedad muy heterogénea en la que el deber de la política consiste en ofrecer vínculos comunes y no confrontaciones, lealtades compartidas y no excluyentes” (Valentí Puig)
La primera idea sobre la cual empezar a pensar acerca de Catalunya es que es uno de los países más plurales y diversos no solo de España sino de Europa y que un historiador tan importante como Jaume Vicens Vives lo subrayaría de este modo en sus textos. Catalunya como región de frontera; fruto desde sus orígenes del mestizaje entre diferentes. Así pues, la barreja (mezcla) sería la característica principal de los catalanes. Lo vemos en sus gentes, sus lenguas, principalmente el catalán y el castellano y ahora otras. Y ahí radica su fuerza, su vitalidad y su gran atracción. Y, cómo no, también algunos de sus problemas.
El honorable Josep Tarradellas, que conocía como pocos la sociedad catalana, tenía muy clara la importancia que tenía para construir un país, en el que todos cupieran, el de contar con la pluralidad de pertenencias y lenguas de sus habitantes. Todo lo contrario de ciertas elites actuales instaladas en su burbuja, que ni comprenden su tierra ni a sus vecinos. Siempre recordaré la manifestación masiva del ocho de octubre del 2017. La primera reacción fue decir que venían de Madrid. Tuvieron que ser las imágenes de trenes y autobuses llenos de gente de todos los rincones de Catalunya para darse cuenta de cuál era la realidad.

Pues bien, con la llegada de Salvador Illa a la Generalitat, a Cataluña se le ha presentado una oportunidad histórica para dejar atrás dos décadas de una política volcada en la confrontación, en la división, en la hostilidad y en un discurso más de estrategia electoral y de lucha por el poder que otra cosa. Es el momento, por tanto, de la rectificación, como proclamaban insignes intelectuales hace años, y del reencuentro entre catalanes. Y esto no debería desaprovecharse. Pero no se conseguirá sin el concurso de todos.
Y aunque pueda parecer optimista, pues la Cataluña política de los últimos años no ha sido un modelo a seguir, tengo la impresión de que vuelve la Catalunya que a tantos españoles sedujo en la Transición y que después se fue diluyendo con el pujolismo y sobre todo con el procés. Pero los hechos son claros, la sociedad catalana ha dado un giro político muy importante en las últimas elecciones, lo que no se puede decir de la España política, con un PP echado al monte y donde ni liberales ni socialdemócratas son capaces de cambiar esa realidad.
No estaría mal para empezar esta nueva etapa un cambio en las formas, en las maneras. Por supuesto, ni la burla ni la descalificación, ni la humillación real o metafórica son el camino. Se trataría de cultivar el campo de los afectos y la empatía, reconocer el valor del otro. Esto va de convencer, no de vencer. Defender la unidad o separación de Cataluña de España se puede hacer de muchas maneras, pero hagámoslo desde el respeto y mejor aún si es desde la fraternidad y la amistad.
Por otra parte, un hecho fundamental, a tener en cuenta y ser sensible a él, como el propio Manuel Azaña señalaba, es la importancia de arrancar la raíz psicológica del recelo, de la desconfianza, ese sentimiento de pueblo incomprendido y vejado que mucha gente tiene en Cataluña. Los españoles no odiamos a los catalanes, más allá de los tópicos al uso o de los relatos políticos interesados que lo alimentan. No se pueden obviar, como ciertos sectores políticos hacen, los vínculos históricos, económicos, sociales, culturales y sentimentales que nos unen.
Lo más importante ahora es salir del bucle en el que estamos instalados por mucho que nos cueste. Y las palabras del socialista Raimon Obiols sobre el “coraje de la concordia” son muy apropiadas para el momento. Lo dice un hombre que vivió los sucesos de 1984 en el Parlament, en los que tuvo que soportar las palabras más duras contra la dignidad de su persona y de su partido: “PSC traidor” o “Monarquía o República, los socialistas contra Cataluña”.
Así pues, Catalunya está necesitada de un cambio de verdad, sino queremos seguir empujando las cosas hacia el precipicio. Ya habrá tiempo de resolver los grandes temas que esta sociedad necesita pactar y acordar y que a todos nos preocupan. Ahora, es el tiempo de escucharse. Como afirmaba Salvador Illa: “Hagamos que vuelva la Cataluña generosa y sin revanchas. La Cataluña del reencuentro, la Cataluña que habla y no grita. Cataluña somos todos. No renuncio a mi catalanidad, ni a mi españolidad y europeísmo. Limpiemos el alma de rencor”.