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Se agudiza la guerra en el seno de la directiva de Laporta entre ‘ricos’ y ‘pobres’

Presentació del trasllat a Montjuïc per part d'Elena Fort

Internamente, la directiva de Joan Laporta sigue agitada por esa brecha abierta entre la vieja guardia y la nueva. O sea, entre el antiguo núcleo duro del presidente, integrado por los supervivientes del primer mandato después de la criba del voto de censura de 2008, y esa nueva generación que asumió la carga del aval en los diez días trágicos que siguieron a la victoria electoral del 7 de marzo de 2021, cuando se puso al descubierto que ni Laporta ni sus directivos históricos estaban dispuestos a jugarse su patrimonio por volver a ser directivos. Esta segmentación, que por decirlo de una forma gráfica y resumida los divide entre ricos y pobres, se viene crispando y agudizando, y amenaza con provocarle a Laporta algún susto en los próximos meses, pues la nómina actual de la junta se ha situado en 17, sólo tres más por encima del número requerido para su operativa legal y normativa.

El último episodio de esta batalla de fondo se ha librado en las entretelas de TV3, desde donde la redacción de deportes informó que algunos miembros de la junta, los de más experiencia y relación con Laporta desde los tiempos de su primer mandato, habían planteado en la reunión última la posibilidad de que su servicio al club fuera remunerado en compensación a las horas que les estaban dedicando diariamente a sus funciones y responsabilidades. Desde el programa Onze, que se dedica enteramente a dar cobertura al imperio y a la dictadura laportista, se apuntó, además, que había sido la vicepresidenta Elena Fort quien había promovido esta presunta propuesta.

La reacción fue enérgica y contundente con un desmentido rotundo en forma de nota pública desde la directiva, obligando al presentador del programa a negar la información ofrecida horas antes. No obstante, el runrún de que algo se cuece dentro de esa conflictividad entre bandos no augura nada bueno. La prensa que más está en contacto con los directivos sabe que la situación de Elena Fort puede llegar a ser un problema para el presidente, pues por la dejación y abandono de sus funciones por parte del vicepresidente del área social, Antonio Escudero, a la vicepresidenta institucional le corresponde asumirlas ordinariamente, además de haber heredado la carga del dimitido Jordi Llauradó como responsable del Espai Barça.

Antonio Escudero, Juli Guiu, Àngel Riualbas, Xavier Puig y Ferran Olivé se han convertido en la nueva guardia pretoriana del presidente en detrimento de su círculo de confianza anterior liderado por Rafael Yuste, Elena Fort, Josep Cubells, Alfons Castro y Josep Ignasi Macià, cuyo poder y popularidad han decaído, especialmente apartados de las fiestas y juergas del presidente, como se ha denunciado de forma anónima a los medios mediante cartas criticando que los nuevos favoritos arrastraban a Laporta a la mala vida.

Resultado de aquella crisis de las cartas, Rafael Yuste perdió protagonismo en el área del primer equipo, ahora dominado por la influencia de Alejandro Echevarria y Deco, y no participó, por ejemplo, en la gira de verano del primer equipo. Posteriormente, ese fuego amigo destapó que los costes del aval de la toma de posesión del 17 de marzo de 2021 los habían asumido terceras personas ajenas a la junta, entre ellas el hermano del presidente, Xavier Laporta, a través de una sociedad sospechosa, un amigo y socio de Laporta en negocios al margen del fútbol, y un proveedor de servicios oficial al cual se le encargó posteriormente la organización de amistoso del primer equipo en EEUU.

Esta temporada y la anterior, a la hora de prestar nuevos avales para inscribir jugadores por falta de margen salarial, han sido los directivos pudientes, los de la nueva ola, quienes lo han hecho junto a Laporta, que si hace tres años reconocía que no podía avalar ahora forma parte de los millonarios de la junta que aportan patrimonio personal para salir del mismo apuro una y otra vez.

La clase baja de la junta, ahora destronada, sigue leal a Laporta aparentemente, aunque enfrentada a la clase alta y disconforme con esa realidad que a ellos los obliga a dedicar su tiempo al club en funciones de poca o nula visibilidad, y a dar la cara ante los medios mientras que los nuevos ricos sólo viajan con el presidente y apenas dedican tiempo a sus teóricos departamentos.

Es la consecuencia directa de que, en su momento, compraran los cargos a base de financiar la campaña y de avalar frente a la inhibición de los anteriores cortesanos de Laporta. Hace tres años no se atrevieron a protestar y ahora que dominan en el entorno se han tomado esa venganza que articula y bendice el presidente haciendo trabajar más a unos que a otros.

En cuanto a lo de plantear una remuneración por ser directivo, lo verbalizó meses atrás Josep Cubells en una entrevista en La Vanguardia. «Dedicamos muchas horas al club y lo normal sería que cobráramos», dijo, sin que el titular diera pie a más debates después de que el aparato de comunicación de la junta se encargara de amonestar al responsable de la sección de baloncesto y de sofocar mediáticamente ese incendio.

Pero el fuego sigue ahí, chispeando entre el sector trabajador de la directiva, representantes del antiguo orden, alimentado por esa sensación inequívoca suya de que tanto familiares como amigos del presidente, todos, se benefician de algún modo por estar dentro de esa órbita del poder, mientras que ellos no se aprovechan o lo rentabilizan menos desde su punto de vista.

Hace unos días, un informe del diario Ara sobre esta misma temática, desvelaba ese sentimiento en forma de declaración anónima de un exdirectivo: «Tuve compañeros de junta el negocio de los cuales se fue a pique a causa de las horas que dedicaban al Barça. Creo que los directivos tienen que cobrar. Además, serviría para reducir la tentación que alguien busque una contrapartida o solucionar sus necesidades con alguna fechoría. Y aquel que no tenga la necesidad de cobrar porque ya tiene la vida resuelta que done lo que reciba a la Fundación».

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