Preguntarse si de verdad Joan Laporta tiene alguna estrategia para negociar con Nike la ampliación y mejora del actual contrato es legítimo a la vista de la incongruencia y de la confusión que envuelve el actual contexto de su relación. Con más motivo, después del protagonismo indirecto y más bien pasivo que a la marca le tocó jugar en el esperpéntico final del mercado de verano azulgrana de fichajes, escenario en el que Laporta intentó provocar otro de esos subterfugios contables a base de ofrecer a LaLiga un documento probatorio del principio básico de acuerdo para la renovación de su actual contrato.
Javier Tebas no le compró ese ardid y el Barça, como desde hace ya dos años largos, se topó con que se le volvió a agotar el plazo de inscripción de jugadores con el límite salarial excedido y solo pudiendo aprovechar entre el 50 y el 60% de los beneficios netos de traspasos y cesiones, reducción de nóminas o patrocinios extras para reforzar el equipo. Un esfuerzo extremo que, de todos modos, no sirvió para darles un dorsal definitivo a Dani Olmo, Íñigo Martínez y Pau Víctor, los tres colados por la puerta de atrás al amparo de la norma que permite inscribir futbolistas, en este caso hasta el 31 de diciembre, por el 80% de la ficha de un compañero con una baja médica superior a cuatro meses acreditada.
“Si no hemos llegado a la estabilidad del 1:1 ha sido porque no hemos querido. Habríamos podido firmar un acuerdo con Nike para conseguirlo, pero preferimos negociar un contrato mejor y para eso necesitamos más tiempo”, fanfarroneó Laporta. En realidad, sin embargo, la situación es ahora incluso peor porque la urgencia y la necesidad de resolver esta provisionalidad aumenta cada día que pasa.
Desde el martes pasado, coincidiendo con el lanzamiento y puesta a la venta de la tercera equipación de la temporada, desde el aparato de comunicación de la junta se filtró que se había producido una reunión clave con la plana mayor de Nike Europa en las oficinas, que habría servido para desencallar las negociaciones y para afrontar la recta final del acuerdo, rumores que han dado paso a nuevas y recientes informaciones que anuncian el desembarco de los abogados de Nike para poder firmarlo en dos semanas.
La dinámica del control del relato comunicativo es la misma de siempre, a base de crear expectativas desde los agentes oficialistas más identificados con la junta, como Jijantes, y la corroboración de los medios igualmente serviles y siempre dispuestos, como los dos diarios deportivos especializados y más influyentes.
Estratégicamente, es otro buen momento para hinchar este globo de cara a la asamblea y ofrecer una visión celestial y edulcorada de esta precariedad laportista que revienta por todas las costuras del club.
También lo es para la duda, pues si Laporta pretendía ganar tiempo para sentarse a negociar con Nike desde una posición menos frágil y debilitada, la solución era encontrar primero la forma alternativa de sellar la vía de agua de Barça Studios y no mantener como única alternativa la del signing bonus de Nike de 100 millones.
Tampoco cuadra que, hace dos semanas, en su homilía ante la prensa, fuera precisamente Laporta quien ninguneara a Nike refiriéndose en abstracto al futuro «patrocinador técnico de la camiseta», evitando nombrar a la firma americana en otro intento de dejar abierta la posibilidad –o sea, la amenaza- de forzar una ruptura unilateral del contrato, sin indemnización, por si prospera la demanda judicial interpuesta por el Barça contra Nike, por incumplimiento, que debe resolverse en octubre.
La proximidad es demasiada para suponer que ambas partes van a firmar otra pipa de la paz por quince años más sin un desistimiento previo por parte de Laporta, que, si pretende ratificar el nuevo contrato en la asamblea dentro de un mes, no tiene otra salida que renunciar a esa batalla legal antes del juicio y aceptar las condiciones que le imponga Nike, beneficiada y reforzada por las medidas cautelares que han ratificado no solo la plena vigencia del contrato y de su obligado cumplimiento por parte del FC Barcelona hasta 2028, sino también la prohibición expresa de negociar con otro patrocinador mientras tanto.
Si hay que hacer caso de esta nueva recta final de las negociaciones, la buena noticia sería que el club ingresaría el dinero suficiente en forma de prima para compensar el pufo de Barça Studios para legalizar la plantilla y atacar algún refuerzo en el mercado de invierno. La otra cara, más amarga, revelaría que Laporta habría retirado la demanda y renunciado a demostrar el incumplimiento por parte de Nike, también habría aceptado que BLM deje de ser el negocio estrella del Barça de los últimos años -herencia de Josep Maria Bartomeu- y, desde luego, que la mayor parte de la mejora del contrato no sirva para aumentar la estructura de ingresos del club, solo para remendar el parche de Barça Studios. Si además Nike acepta invertir parte de ese plus en Barça Vision, concesión que a Laporta le permitiría mantenerla en el pulmón artificial al menos provisionalmente un año más, entonces sí que ese contrato, por más que pueda aparentar ser el mejor del mercado en este momento, a medio y largo plazo someterá al Barça a un estadio de menos ingresos ordinarios y de una explotación del retail y del merchandising que indudablemente favorecerá los intereses de Nike en una proporción abusiva.
Todo eso, claro está, si las noticias sobre la inminencia del acuerdo con Nike son fundadas o bien solo forman parte de la necesaria alimentación del relato laportista para tranquilizar periódicamente a Dani Olmo y al barcelonismo de a pie.

