Viendo venir que el verano se iba a tragar todas y cada una de sus promesas y proyecciones, especialmente en el ámbito económico y financiero, el presidente del Barça, Joan Laporta, echó mano de unos de esos claim con los que atacar y defenderse indistintamente del complejo universo del fair play, los fichajes, las inscripciones y el control de LaLiga. “Por primera vez en siete años -dijo a los senadores del FC Barcelona en la sesión de junio pasado- vamos a tener resultados ordinarios positivos”.
Sobre este principio básico, que según su definición consiste en ingresar más de lo que se gasta, Laporta ha construido un relato que solo podrá sostener hasta final de este mes cuando, preceptivamente, el auditor presente su informe y la junta directiva, reunida en solemne sesión, apruebe los resultados económicos del ejercicio 2023-24. Porque Laporta, que repitió hasta el infinito este mismo recurso dialéctico en su comparecencia pública del martes 3 de septiembre, sabe que ese concepto de ‘resultado ordinario’ se presta a interpretaciones y que, más tarde o más temprano, se descubrirá el truco.
Las pistas sobre esta nueva maniobra de funambulismo las está dando la propia gestión del presidente, un verano más incapaz de cumplir con las normas del fair play financiero de LaLiga y, por tanto, de inscribir la totalidad de la plantilla, si no es con subterfugios a base de ampliar contratos o estirar lesiones, avales, cesiones dolorosas y sacrificios futbolísticos como regalar a Gundogan al Manchester City. Y, aun así, esta vez, se ha quedado con tres plazas por cubrir por falta de fuelle económico y con tres dorsales, los de Dani Olmo, Íñigo Martínez y Pau Víctor, bajo la amenaza de no poder seguir jugando a partir del 1 de enero en caso de seguir con esa morosidad crónica y mórbida que se ha convertido en el santo y seña del laportismo.
Cuando Laporta se impone hoy la medalla del control de los gastos ordinarios del Barça, lo que está haciendo no es otra cosa que cumplir a rajatabla el plan de tesorería suscrito con LaLiga, o sea impuesto por Javier Tebas para el curso pasado y el actual, debido a que tras la fallida capitalización de Barça Studios, compañía con base en la cual Laporta ya se ha dado unos ingresos ficticios de 408 millones, el club estaba en falso y en riesgo de ser inhabilitado para seguir disputando las competiciones oficiales.
LaLiga le aplicó un estricto presupuesto de gastos sobre sus ingresos reales de forma que, si Laporta quería invertir un euro más en fichaje con el margen salarial excedido, de 207 millones calculados por LaLiga sobre los 492 millones presupuestados por Laporta, debía limitarse al recurso de aprovechar el 50% o el 60% de cualquier ahorro aplicado a esos costes, bien por bajas, traspasos o ingresos comerciales extras.
En ese apretado margen de actuación, siempre a causa del agujero negro provocado por la falsa venta de Barça Studios, que a su vez se utilizó para los refuerzos de la campaña 2022-23 (Lewandowski y compañía) comprometiendo la legalidad y la justificación de esa inversión en fichajes, Laporta ha recurrido a todas las argucias posibles, incluidas las concesiones de activos de futuro, tales como parte de los nuevos palcos VIP y los bocadillos del futuro Espai Barça, a cambio de obligar a determinadas empresas que no son del sector ni pueden aportar valor estratégico alguno a invertir engañosamente en Barça Vision, una sociedad sin actividad propia ni mercantil que tan gravemente lastra la estructura financiera azulgrana.
Todo un dispendio inútil y de pérdidas de ingresos futuros, anticipados solo a efectos de tesorería, que, sin el aporte calculado de la renovación con Nike, tampoco han servido de mucho a la hora de reforzar la plantilla y han empobrecido aún más al FC Barcelona.
Que Laporta haya excluido esta otra parte de la contabilidad del concepto ‘ordinario’ poco importará a la hora de agrupar y resumir en las cuentas finales la actividad financiera y esos números rojos que, una vez más, marcarán el cierre definitivo del ejercicio 2023-24. Lo que Laporta le debe a LaLiga para estar en la regla 1:1, según el presidente son aproximadamente 60 millones, le corresponde ahora al auditor cuantificar en el balance, o sea descontar sobre esos 408 millones movedizos y atribuidos en el pasado como beneficios gracias a un acto de fe de Javier Tebas y de Grant Thornton que difícilmente pueden repetir ahora con la lupa del mundo del fútbol y del propio gremio de la auditoría puesta en los juegos de manos de Laporta.
Los reiterados beneficios en el ‘ordinario’ a los que se ha referido Laporta en sus apariciones desde junio pasado han de pasar ahora por el tamiz de Grant Thornton y el examen legalista de sus expertos que, desde luego, sienten en sus propias carnes y a diario la presión de un presidente desesperado, las dificultades de trabajar sin un interlocutor profesional y con mando dentro del club y de la junta, o sea a muy a ciegas, y la incomodidad de enfrentarse a una realidad que, según cómo salgan los números, quizá deba desmentir las proclamas propagandísticas de Laporta sobre ganancias ilusorias.
Contrasta, desde luego, ese anuncio de Laporta en junio, antes del cierre, anticipando beneficios sin dar cifras aproximadas, con la significativa ausencia de datos concretos más de dos meses después. Señal de que la batalla con el auditor está siendo larga y encarnizada.
Por otro lado, es absolutamente falso que el Barça lleve siete años sin beneficios ordinarios. Los ha dado y han sido reconocidos, auditados y aprobados por la asamblea y por LaLiga desde el ejercicio 2011-12 y hasta el ejercicio 2018-19. Otra cosa bien distinta es que Laporta interprete que los efectos de la pandemia fueran ordinarios en las temporadas 2019-20 y 2020-21, siendo la única entidad en todo el mundo que no ha aceptado una reducción de los ingresos por culpa del covid, y que, efectivamente, también bajo su mandato el Barça haya sido también la excepción de los clubs grandes a la hora de la recuperación de su facturación con respecto a los niveles pre pandemia y haya liderado lo ranking mundial de gastos.
Con Laporta de presidente, además, a pesar de ingresar 1.000 millones de beneficios netos por ventas de activos, patrimonio y fondo de negocio (palancas) el Barça ha encadenado tres temporadas de pérdidas de unos 200 millones anuales a falta de saber cómo queda el ejercicio 2023-24, el primero en el que LaLiga le ha prohibido gastar en fichajes si no ha sido a base de ahorros y reducciones. Y aun así la economía hace aguas porque Laporta aún no ha hecho los deberes de Barça Studios. Como siempre.