En las horas previas al partido de estreno de la Liga en Montjuïc, las especulaciones en torno a la posible solución de última hora para poder inscribir a Dani Olmo giraron ya definitivamente en la necesidad apremiante de haber cerrado un acuerdo con Nike que, de cara a LaLiga, pudiera garantizar un ingreso extra de suficiente volumen como para cubrir ese vacío infinito que Joan Laporta ha generado gratuita y artificialmente con la falsa venta de Barça Studios.
Realmente, Javier Tebas no se lo ha podido poner más fácil a Laporta, pues lleva meses permitiéndole rellenar –en un gesto de condescendencia, generosidad y de mirar voluntariamente hacia otro lado- el pufo originado por esa palanca fantasma con ingresos de cualquier otra tipología, naturaleza y procedencia, sea a base de ahorrar en salarios, de vender jugadores de la cantera, de regalar activos como Gündogan por un valor de mercado de 15 millones, de estirar el chicle de Lenglet empeorando aún más las cosas, y hasta de tolerar formas pseudo-mafiosas de licitar el catering del futuro Espai Barça con Aramark, aceptando dinero completamente ajeno al acuerdo de fondo por la restauración a cambio de una concesión con la única finalidad de encadenar, una tras otra, las chapuzas financieras habituales.
A esta gestión de la precariedad y de la pobreza puede sumarse el ridículo laportista anual de ir por el mundo con el rifle de caza mayor apuntando a Kimmich, Zubimendi, Haaland, Bernardo Silva, Merino o Nico Williams, un arma cargada de ambición, soberbia y de pedantería, pero con balas de fogueo a la hora de la verdad. En conjunto, un escenario que, como definen algunos con acierto, lo que verdaderamente encubre es un expediente de regulación de empleo, obligando felizmente al Barça a jugarse esta temporada con los recursos de la Masia y de su talento propio en una aventura futbolística excitante, atractiva y puede que generalmente aceptada de forma complaciente por los socios como la solución más razonable y práctica a la vista de la cruda realidad del Barça de Laporta, arruinado y desesperado.
Una alternativa que seguro hubiera aplaudido el barcelonismo si no fuera porque, precisamente, el discurso de Laporta viene siendo desde hace cuatro años el contrario, el de un modelo de talonario y de protagonismo en el mercado contando con la inestimable ayuda y colaboración de sus agentes de confianza como Jorge Mendes y Pini Zahavi, al que se ha unido recientemente como refuerzo estrella el inefable André Cury con su no menos incalificable Vitor Roque, futbolista que ha ido a parar al extraño limbo de una cesión al margen de LaLiga que, con toda seguridad, acabará en otro conflicto con cargo a las cuentas azulgrana.
Esas cuentas que se han ido enredando porque Laporta no ha sido capaz todavía de cerrar la venta de Barça Studios, ni siquiera con la manga ancha de Javier Tebas, permisivo como nunca y tolerando que el Barça funcione con vasos comunicantes. Es decir, que si hasta el 15 de junio el déficit de Barça Studios era de 100 millones lo podía compensar con esa reducción de masa salarial, ventas, cesiones, mangoneos como el de Lenglet o Vitor Roque, expulsiones como la de Gündogan y hasta el sospechoso ingreso, contra rentas futuras, de Aramark, de 40 millones, de los cuales 15 millones son para la mordida por los bocatas del Espai Barça a partir de 2027 y el resto para comprar las acciones de Socios.com, pionero en la fabulación financiera de Laporta en el lejano verano de 2022, que puso los primeros 10 millones para la simulación.
La suma y la resta de LaLiga, con independencia de que el saldo de Barça Studios sigue siendo deficitario y alarmante en 100 millones, arroja una diferencia contra el Barça de Laporta de unos 30 millones que debe reparar esta misma semana antes de que se cierre el mercado. Lastimeramente, la prensa laportista no se ha cansado de explicar que la solución definitiva habría sido la firma del contrato de Nike sobre la bocina para poder inscribir a Dani Olmo y evitarle al barcelonismo el ridículo de enviar al fichaje del verano a la grada en el primer partido de Liga en Montjuïc.
Pero no habrá milagro Nike esta semana ni la que viene porque la guerra de la multinacional americana es otra muy distinta y completamente ajena a las fantasías y locuras con las que Laporta engaña sistemáticamente a sus periodistas de cámara. Si el presidente azulgrana no se inventa una solución contable que LaLiga pueda creerse o un traspaso tan incomprensible como el paso a un lado de Gündogan, más cesiones, huidas o contratos comerciales, la única salida pasa por presentar otro aval directivo por el total de los números rojos del margen salarial que sigue bloqueado.
Ya lo hizo Laporta en 2022 y luego en 2023. El problema es que va subiendo el importe y los gastos de mantenimiento, así como las dificultades para compartir ese esfuerzo particular entre miembros de una junta que también presenta fisuras y desencuentros internos. Si, como ocurrió el verano pasado, son Laporta, el tesorero Ferran Olivé y algún otro directivo de su núcleo duro los que finalmente se juegan su dinero, la consecuencia es que directivos como Rafael Yuste, Elena Fort y otros van perdiendo su condición de favoritos porque, precisamente, en su momento no aportaron apenas dinero para la campaña ni para el aval.
Laporta puede enfrentarse, si la junta no adopta un papel corporativo en esta encrucijada, a que se agrave la mala relación entre los dos sectores de la junta que ya trascendió en forma de cartas anónimas a los medios sobre la conducta tóxica de quienes ahora envuelven al presidente en su desbocado y excesivo estilo de vida y de gestión. La semana pinta complicada y tensa más allá de la inyección de optimismo y de esperanza que genera el Barça de Hansi Flick, a la fuerza integrado por la insuperable explosión de jóvenes con nivel y ambición más que acreditados para luchar por la titularidad.