Durante una veintena de años estuve haciendo el programa Tots per Tots en Com Ràdio con Francesc Triola, Ramon Company y un largo listado de compañeros y compañeras. Hablábamos a menudo de las crisis humanitarias que se producían en muchos lugares del mundo, de países marcados por conflictos violentos, de zonas sacudidas por el hambre, de dictaduras que vulneraban todos los derechos de sus ciudadanos…
Destacábamos el trabajo de las asociaciones humanitarias y las organizaciones no gubernamentales que hacían lo que podían para ayudar a las personas que sufrían estas situaciones injustas. El contraste con nuestra sociedad era evidente e insultante. El desnivel entre la calidad de vida en nuestro país y en los países de los que hablábamos era inmoral. ¿Porque nosotros teníamos derecho a educación y sanidad gratuitas ya unos servicios sociales decentes y ellos no?
Normalmente, las entrevistas a nuestros interlocutores acaban preguntándoles por el futuro de los países y de las comunidades donde vivían o trabajaban. ¿Existe esperanza de que mejore su situación pronto? Solían dar respuestas afirmativas pero yo intuía que había más voluntad que convicción.
Pasan los años y las mejoras en estos países y territorios son muy lentas, a menudo incluso hay marchas atrás, como en Afganistán desde hace tres años.
Si creemos que todos tenemos derecho a vivir en sociedades del bienestar como la nuestra debemos entender que la gente venga a vivir a países como el nuestro. Y cuando vienen lo hacen con el bagaje cultural y social que han acumulado a lo largo de su vida.
Estuve en La Bisbal hace unos días. El 20% de la población es inmigrada, la gran mayoría de Marruecos. En Palafrugell, cerca, este porcentaje se eleva al 30%. En La Bisbal, el velo es omnipresente. En todas partes donde existe una población musulmana, la gran mayoría de mujeres que practican esta religión utilizan esta prenda que para muchos es una muestra de sumisión de la mujer al hombre. Me he hecho amigo de un hombre gambiano que pide dinero cerca de casa que dice que la homosexualidad no va con la cultura africana. Cada dos por tres nos llegan noticias de que han aparecido cuchillos en peleas entre miembros de grupos de chicos con raíces en países africanos o latinoamericanos o que se han utilizado en un robo callejero.
Ante esta realidad, hay quien reacciona intentando cerrar las fronteras y mantener el status quo injusto internacional del que nos quejábamos en la radio. Unos quieren poner las fronteras en Europa o Estados Unidos. Otros quieren acercarlas más al territorio donde viven.
Si recuperase mi juventud, volvería a hacer el Tots per Tots; si me dejaran, claro está. Seguiríamos denunciando las guerras, las epidemias de hambre o enfermedades, la pobreza y los abusos que sufren millones de seres humanos. Reclamando que se nivele la calidad de vida en el Planeta. Habría que dar sentido a la palabra ‘solidaridad’ lo cual, en ocasiones, puede comportar sacrificios y paciencia. Si vamos a cenar pizza cuatro personas hay que hacer partes iguales para todos. Los que se comían la mitad tendrán que conformarse con su cuarto de pizza. Y el que no comía nada o sólo un trozo pequeño tendría un cuarto entero para él.
Con esos argumentos no se ganan elecciones. Probablemente se pierdan, pero a la larga ganaría la Humanidad. Estoy convencido.







