¿Por qué la negligencia de los altos cargos de Mossos no ha sorprendido al barcelonismo?

Bluesky
Eduard Sallent, comissari en cap dels Mossos d’Esquadra, a la comissió d'Interior del Parlament (ACN)

Buena parte de España y del mundo han descubierto esta semana hasta qué extremo el cuerpo de Mossos d’Esquadra, excesivamente politizado y partido en mil pedazos por culpa de luchas intestinas por el poder y los cargos, lleva años sin prestar un servicio eficiente y verdaderamente adaptado a las necesidades ciudadanas y del contexto de un país en el que, a simple vista, la pequeña delincuencia, el trapicheo de droga en plena calle y el fenómeno okupa pueden actuar a cara descubierta, como quien dice.

Para el barcelonismo, sin embargo,hace años que los Mossos, con su servilismo a favor de los intereses del entorno laportista y soberanista que encarna el propio CarlesPuigdemont, amigo personal del actual presidente del Barça, Joan Laporta, se han comportado como una policía de parte.

Cuando Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu ejercieron la presidencia del club, además de no prestar la más mínima cooperación en los asuntos y necesidades institucionales, los Mossos impidieron y retrasaron tanto como pudieron la creación de la Grada d’Animació, alegando que el proyecto era incompatible con la seguridad y el control necesarios. La junta, de hecho, abandonó incluso esa posibilidad hasta que por ley e imposición de LaLiga, en un formato aprobado por las autoridades y fuerzas de seguridad del Estado, que en el fondo era hasta más permisivo que el planteado por Rosell o Bartomeu, el Camp Nou se vio obligado a arrancarla.

En cambio, esa misma grada en el estadio del Espanyol, a diferencia de la del Barça, fue protagonista de no pocas actitudes y comportamientos racistas, xenófobos, violentos e inadmisibles en los partidos contra el Barça que, pese a estar teóricamente bajo el control de Mossos, además de permitirse no tuvieron el castigo ni la sanción correspondiente porque los propios Mossos taparon los incidentes y evitaron realizar los informes correspondientes.

Un ridículo parecido al protagonizado ante la fuga de Puigdemont, o peor, se vivió cuando, con motivo del Barça-Eintracht Frankfurt de la Europa League, miles de cuentas en las redes sociales estuvieron advirtiendo durante 15 días que miles y miles de aficionados alemanes habían conseguido entradas para el partido en un volumen que multiplicaba por diez el cupo permitido por la UEFA. Contemplativamente, Mossos no movió un dedo hasta que el mismo día del partido, ante la presencia masiva de seguidores del rival que llenaron las calles de Barcelona, el cuerpo optó por acompañarlos y permitirles acceder al estadio, donde insultaron, agredieron, intimidaron y vejaron a los socios del Barça.

Por no hablar de la chapuza en el Barçagate, caso en el que actuaron sin autorización judicial y en el que llevan más de tres años demorando el informe final sin ninguna explicación ni justificación, además de haber sido acusados de prevaricación por pinchar mensajes entre abogados, también por su cuenta y sin orden de ningún juez. Desde que volvió Laporta a la presidencia, varios altos cargos han utilizado el Barça de puerta giratoria de forma más que sospechosa.

Puede decirse, por consiguiente, que la negligencia mostrada por los altos cargos del cuerpo de Mossos con la fuga de Puigdemont haya sorprendido al barcelonismo.

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