La llegada de los bárbaros

Bluesky

“La mayor y mejor ética aplicada al turismo es quedarse en casa” Josep Burgaya

No se anda por las ramas J. Burgaya, uno de los ensayistas que mejor conoce nuestras sociedades modernas. En su reciente libro Homo Movens, lo explica de forma clara y pedagógica: el actual modelo de turismo de masas es inviable. ¡Ya no caben más turistas en la casa! Ahora lo que toca es repensar cuál sería el modelo de desarrollo sostenible y cuanto antes nos pongamos manos a la obra mejor será. Un modelo que tiene su reflejo en los cambios sociales, políticos y tecnológicos que se han producido en el mundo en medio siglo y en España con mayor intensidad.

Susana Alonso

La llegada de los bárbaros podría ser una metáfora de los tiempos actuales y los que están por llegar. Un desarrollo económico que consume todo lo que encuentra en su camino, sea agua o territorio; un turismo masificado que ha cambiado, entre otras cosas, la vida en nuestras ciudades; la crisis climática, que cada vez más es ya una realidad; una inmigración que desborda cualquier planificación y que conduce a muchos a la marginación; un discurso político que se aleja de los valores democráticos o un universo digital adictivo a más no poder. En resumen, un modelo capitalista que tiene mucho de depredador y  de salvaje.

Todo empezó, al parecer, con ese traslado ingente del campo a la ciudad, en la que vive hoy casi el 70% de las personas. La mayor revolución que ha vivido la humanidad, diría Julio Caro Baroja,  pues supone una alteración de lo que había sido el hábitat de vida de las personas durante siglos. La nueva sociedad industrial emergente será la principal causa de este fenómeno migratorio que irá aparejado de un individualismo extremo, la ilusión en el crecimiento infinito y la codicia desatada.

La realidad hoy en día es que la industria turística ha convertido el planeta en un inmenso parque temático, un gran centro comercial, un territorio donde el ocio y el entretenimiento parecen reinar de manera absoluta. Vivimos en la cultura del desplazamiento continuo, del movimiento perpetuo, para huir de la insatisfacción y, quizás de nosotros mismos, en palabras de este ensayista catalán.

Recuerdo un viaje a Montauban, en Francia, donde está la tumba de Manuel Azaña, que me dejó más que pensativo. No me encontré con nadie en el cementerio y la tumba era de una sencillez y humildad, que me impresionó. Todo lo contrario de donde está enterrado Antonio Machado, lugar de peregrinaje, de unos y de otros. Lo mismo se puede decir del monasterio de Montserrat, espacio emblemático para muchos catalanes, y que hoy es otro lugar de peregrinaje del turismo masificado del que hablamos. Y suma y sigue, la lista es casi interminable.

En España, quizás, hemos hecho todo de forma más acelerada, pues hemos llegado algo más tarde que los demás al desarrollismo. Ya somos el segundo país del mundo más visitado, el turismo de sol y playa ha llegado a todos los confines europeos y nos hemos convertido en un país de nuevos ricos. “La España de las piscinas” como la define el escritor Jorge Dioni. Un individualismo extremo alejado de la ética y del interés general, y un relato político propio con déficits democráticos evidentes, que se ha ido abriendo paso.

El diagnóstico no es, por tanto, muy halagüeño. Aunque pudiera ser el comienzo de un cuestionamiento serio sobre el modelo de desarrollo capitalista imperante. Quizás empiecen a darse ya las condiciones para dejar a un lado los localismos y las luchas tribales que nos alejan de los verdaderos problemas civilizatorios. Un cambio, en este sentido, podría ser el objetivo estratégico más transformador y revolucionario que se pueda producir.

Desde luego, la sensación que se extiende día a día es que así no podemos seguir. Se hace necesario repensar la sociedad, su modelo económico y también el político y social. El filósofo Byung-Chul reivindica la vida contemplativa, vivir despacio, un enfoque de vida que busque desacelerar el ritmo frenético en el que vivimos. Para avanzar, deberemos aprender a estar quietos. Y qué mejor que buscar los buenos recuerdos de los tiempos de nuestros padres y abuelos, con una vida sencilla y más humana.

 

Es momento, por tanto, de volver a recuperar los espacios y lugares de sociabilidad y entendimiento, donde se desarrollan las relaciones humanas, las cuales son la clave fundamental del bienestar y de la vida. Y, sobre todo, salir de la inercia derrotista en la que estamos instalados y recuperar una visión optimista y de esperanza hacia el futuro, tan necesaria, a pesar del apocalipsis y el pesimismo que nuestros medios construyen.

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