A la pregunta, abierta y tan directamente formulada por Jordi Termes, el recién autoproclamado a la presidencia del Barça, sobre de qué vive Joan Laporta, la respuesta fácil y aparentemente sencilla invita a afirmar que, más allá de su dedicación preferencial a ejercer su cargo al frente del club, no se le relaciona con ninguna otra actividad profesional destacable o puntera. Se sabe, o por lo menos se le reconoce, de su titulación como abogado y la regencia de un bufete, Laporta & Arbós, creado en 1988 junto a su socio principal, Xavier Arbós, en cuya página de internet se promociona como un despacho multidisciplinar con más de 30 años de experiencia.
Es verdad, sin embargo, que la última actualización de su blog data del 1 de abril de 2020, que no se atisba el menor rastro de actividad -ni posterior ni anterior- y que, según la alusión acusatoria de Jordi Termes, el bufete no está operativo debido a que lleva años sin presentar sus cuentas, lo que es preceptivo y de obligado cumplimiento, en el registro mercantil. Esta situación ya fue confirmada en una información de El Triangle, previa a las elecciones de marzo de 2021, revelando esa misma condición de sociedades inactivas en doce de las quince sociedades en las que Joan Laporta aparecía como administrador, apoderado o socio, incluido Laporta & Arbós.
El despacho, según relatan antiguos compañeros de viaje y otros abogados, es el segundo promovido por Laporta después de que el primero, arrancado con la ayuda de su suegro, Juan Echevarria, hubiera de cerrar prontamente por causas directamente relacionadas con la pésima gestión de Laporta, el exceso de gastos y una demostrada insuficiencia profesional en el sector. Rectificando esa primera experiencia, su suegro le buscó un socio con el que caminar de la mano, Xavier Arbós, que, por lo menos, asegurase el control y el equilibrio necesarios para su subsistencia.
A Laporta nunca le interesó el derecho ni mucho menos ganarse la vida gestionando las reclamaciones de impago domésticas con las que intentaba alimentar la facturación del bufete su suegro, Juan Echevarria, popular personaje del empresariado catalán beneficiado por el régimen franquista, ocupó la presidencia de una filial de Motor Ibérica antes de ser nombrado director general en la Dirección General de Correos y Telecomunicaciones y presidente del consejo de administración de Caja Postal, luego de FECSA, Nissan, Cable y Televisió de Catalunya, Consejo Social de la Universidad Pompeu Fabra y de la Fundación Instituto Guttmann, además de vicepresidente del World Trade Center y consejero del Port de Barcelona. Curiosamente, en 1998 recibió la Creu de Sant Jordi pese a su pasado como jefe del Sindicato Español Universitario (SEU) en Cataluña y Baleares, lo que vendría a ser una especie de comando ultraderechista al servicio del franquismo, con licencia para desenmascarar y denunciar a los estudiantes ‘rojos’ y agitadores de la época. El suegro de Laporta ha sido reiteradamente objeto de multas por fraudes financieros y a menudo protagonista de escándalos por prácticas ilegales en el ámbito bursátil, también en su último cargo relevante como presidente de Mutua Universal.
En ese entorno inequívocamente franquista y poco apegado a ley se fraguó la conexión entre el actual presidente del Barça y Alejandro Echevarria, su cuñado, luego excuñado tras el divorcio con Constança Ecjevarria, y poderoso ‘conseguidor’ en una ciudad como Barcelona donde se ha convertido en personaje que siempre se ha movido entre las sombras de determinados sectores, especialmente los relacionados con la seguridad.
Precisamente, con la ayuda y el apoyo económico y social de la familia Echevarria, Laporta se abrió paso en el entorno barcelonista, destacando por su capacidad como agitador y por una caradura mediática ilimitada para el embuste, la trola y el embaucamiento, atributos que también sedujeron al sector ‘Ferrusola’ de la familia Pujol y, por elevación, al mismo núcleo convergente del ‘3%’ que se la tenía jurada a Josep Lluís Núñez. Algunos de ese círculo primario acabaron siendo millonarios gracias a la operación de compraventa de los terrenos de Viladecans promovida por Laporta en 2008, como es sabido escandalosamente ruinosa para el FC Barcelona.
Después, como consecuencia de que los encarnizados enemigos de Núñez lo acabaron conduciendo hasta la presidencia del Barça, exigiéndole dedicación exclusiva a su otro yo de Elefant Blau, poco tiempo le prestó a su despacho, al que le esperaban días de gloria una vez ganadas las elecciones de 2003. A partir de ese momento, Xavier Arbós pasó a recibir y atender a sus clientes en el palco del Camp Nou, al mismo tiempo que, como sucede ahora, buena parte del personal de su despacho acabó en la nómina del club.
La facturación del bufete fue aumentando en la misma proporción que él mismo, como presidente, se metió en negocios como los de Uzbekistán, por los que cobró 10 millones, y aventuras que nada tenían que ver con el derecho y sí con la intermediación inmobiliaria, la hostelería y la política a partir de 2010 cuando agotó su mandato electoral.
Como demuestran los estados financieros de su despacho, inexistentes desde hace años, y el hecho, también probado, de que no podía con los costes de la campaña de 2021 ni mucho menos con el aval, sobre el cual mintió sin el menor rubor asegurando que ya lo tenía cerrado, Laporta recobró la presidencia, como vulgarmente se dice, con una mano detrás y otra delante, obligado a aceptar dinero de terceros y de empresas ajenas al Barça para conseguirlo y soportar los costes del aval el primer año.
A la vuelta de dos temporadas, sin embargo, consta en LaLiga que el presidente ha puesto dinero de su bolsillo cuando ha hecho falta para inscribir jugadores y para compensar el exceso de gastos en las secciones del Palau. Por lo que se ve, ya no anda tieso como antes.
¿De qué vive? Era la pregunta. Por lo que se refiere a los gastos domésticos de vestir, comer, desplazarse y logística personal, el club lo paga todo, argumentando que si bien el cargo es honorífico existe un margen que puede justificar el coste de esa asistencia personal que ni Sandro Rosell ni Josep Maria Bartomeu, los dos anteriores presidentes, como en su día también hizo Josep Lluís Núñez, no consintieron en aceptar. Hoy también es sabido que los gastos representación de presidencia y de su corte de directivos y de ejecutivos son elevadísimos y se encuentran en las antípodas de la austeridad a pesar de las circunstancias.
En cuanto al resto, las especulaciones de la maledicencia popular sugieren que Laporta es capaz de exprimir y de rentabilizar como nadie el cargo de presidente del FC Barcelona y del poder que emana de él. ¿Cómo? La presencia y peso en operaciones del club personajes como Alejandro Echevarria, su excuñado, o de Xavier Laporta, su hermano, siguen siendo un pequeño misterio de esa otra incógnita aún mayor sobre el verdadero origen y naturaleza del patrimonio personal que pueda haber acumulado Laporta a lo largo de los años, si es que existe, como socio de un bufete de abogados más bien pequeño, poco conocido y con un volumen de negocio que, pretendidamente, Laporta ha preferido ocultar.
Por tanto, bien podría responderse, precisamente debido a esa falta de información y de transparencia, que no vive de su trabajo. Lo que sí se puede afirmar, en cualquier caso, es que su tren de vida es alto, caro y de cinco estrellas.