Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Barcelona. Ha hecho investigaciones sobre pensamiento político español, derecha radical, teoría de la inteligencia y análisis estratégico. Entre sus libros, El fascismo clásico (1939-1945) y sus epígonos. Ahora sale en las librerías La nostalgia fascista del futuro, junto a Ismael Seijo (Editorial Icaria).
¿Por qué “nostalgia fascista del futuro”?
“Nostalgia dell’avvenire” era un lema del MSI, el partido neofascista italiano, que expresa, de alguna manera, lo que pudo ser y no fue el fascismo de Mussolini. Reivindican la cultura del fascismo de los años 30. Aunque hayan aceptado la democracia formal, su cultura política viene de aquí. Meloni era de las juventudes del MSI. Todos los partidos de derecha radical tienen a gente que viene de esta cultura. Ellos se creían revolucionarios. Defendían un hombre nuevo, y una sociedad nueva. Reivindicaban un futuro utópico. De aquí, la nostalgia del pasado, pero también la del futuro.
¿Una historia de frustración, al final?
El fascismo clásico (1919-1945), desde la fundación del partido fascista hasta la muerte de Mussolini y de Hitler, fue vencido por los aliados y la resistencia. Quedó demonizado, y más después de los campos de exterminio nazis. Después se inauguró una época de hegemonía de los valores democráticos. La gente que se identificaba con el fascismo se movía en este contexto, pero siempre a la contra. El antifascismo, que es la cultura contra los fascistas, y que está en la base de las constituciones europeas –la italiana, la alemana, incluso la española del 78–, se ha ido diluyendo. Ahora, los fascistas han perdido la vergüenza, los que reivindican la figura de Mussolini. En Alemania hay quién dice que no todos los SS eran criminales… Además, los partidos tradicionales no dan respuesta a los problemas de la gente. En el sistema económico, la política tiene muy poco margen. Viene la desafección, y entonces esta gente crece.
Sorprende que pasados tantos años resurjan los fascismos, una cosa de nuestros abuelos y bisabuelos…
Porque hemos perdido la batalla cultural. Porque no se ha jugado bien. Los discursos políticos siempre se vehiculan a factores culturales. Estamos pasando de una hegemonía de la izquierda a una de la derecha. Así, ellos ahora van de progres, de revolucionarios. Una de las razones de este brote es el auge del feminismo. Es una respuesta de gente que ve sus privilegios amenazados. El aumento del feminismo va en detrimento de unas prerrogativas de los hombres. La mayoría de los votantes de la derecha radical son hombres y, cada vez más, jóvenes. Por un lado, perdedores de la globalización, de una clase obrera no formada, que está perdiendo su sentido desde el punto de vista económico-funcional, y por otro lado, el avance del feminismo.
En tu libro, te remontas a la Ilustración a la hora de buscar explicaciones al fascismo…
En la Ilustración aparece una idea política revolucionaria: que todos los hombres son libres e iguales. Una cosa que tiene un trasfondo cristiano. Tiene razón la extrema derecha cuando dice que es una ramificación del cristianismo. La hace suya la burguesía que necesita transformar la sociedad del Antiguo Régimen para desarrollar un nuevo modelo de producción, que es el capitalismo. Desde el primer momento, estas ideas tuvieron una respuesta. A la Ilustración le corresponde la anti-Ilustración. Ante cada momento histórico ha habido una respuesta, que es la antidemocracia. En los años 30, fue el fascismo, y en estos momentos es la derecha radical. Entonces, lo que hay que hacer es defender la democracia y sus valores. Históricamente, la democracia ha consistido en la eliminación gradual de los privilegios. El problema de la derecha radical es que son absolutamente negativos porque son antidemócratas. Defienden una doctrina de odio, una sociedad étnicamente pura. En Sant Boi hay gente de 103 nacionalidades. Tenemos que organizar una sociedad de identidades compartidas, porque es la realidad que tenemos. Históricamente, todas las doctrinas de odio han acabado en desastres mayúsculos. La extrema derecha radical es, en fin, un desastre en sí misma y también porque contamina los partidos tradicionales.
Camisas azules, negras, marrones…, socialismo, sindicalismo… A la extrema derecha siempre le ha gustado camuflarse de obrerismo…
Los programas de los nazis hablaban de la expropiación de fincas, de los grandes almacenes… Cuando llegaron al poder, impulsados por el dinero de los Thyssen, los Krupp… no hicieron nada de esto, está claro. También aquí la Falange hablaba y se vestía de obrera… Todo era humo, absolutamente. Hitler y Mussolini se declaraban capitalistas. El capitalismo es un darwinismo social, uno de los componentes básicos del fascismo. La lucha de todos contra todos. Una corriente de pensamiento, entre otras, es la de Nouvelle Droite, con Alain de Benoist al frente. Dice que los EE.UU. son la nueva Cartago, porque como están en contra de la mezcla cultural, les parecen impresentables. En este sentido, son antiamericanos, y por eso apoyan a Putin.
¿Y todos juntos ultranacionalistas, cada uno a lo suyo?
En Barcelona, uno de cada cuatro habitantes es extranjero. En los años 60 y en los 70, había tres millones y medio de españoles emigrantes por el mundo. Si esta gente no hubiera enviado sus divisas, no habríamos podido vivir como lo hemos hecho. Por eso, la derecha radical quiere eliminar la memoria histórica. En la Edad Media, en la salida del Antiguo Régimen, a las capas populares se las idiotizaba con la religión, en las sociedades industriales se hace con el nacionalismo. Es legítimo que a la gente les gusten sus señales de identidad, pero el paso siguiente, cuando crees que eres superior a los otros, es el ultranacionalismo.
¿Qué se puede decir del catolicismo, haciendo trabajo de zapa, desde El Yunque, Heraldos del Evangelio, Quicos… o el Ku Klux Klan, sin ir más lejos, en los Estados Unidos?
En España no ha habido una ultraderecha europea por la barrera con el integrismo católico, que son los que predominaban. Vox intenta hacer un puente. Por eso, Buxadé salía descamisado enseñando la cruz. En el integrismo católico hay mucha gente de El Yunque, una cosa que habría que investigar. Los obispos hicieron un informe terrible sobre ellos. La derecha radical es un movimiento universal, pero en cada país tiene características propias. Los EE.UU., muy aislados políticamente y culturalmente, tienen a Donald Trump, una cosa muy peculiar. Es una radicalización de los republicanos. Otro rollo, al que se han unido el Ku Klux Klan y otros grupos de los EE.UU..