El futuro del Barça, crítico por culpa de las barbaridades económicas, financieras y patrimoniales de Joan Laporta, ya ha conseguido, incluso, que la disidencia haya despertado de un aletargamiento de más de tres años, dominado por un régimen autoritario y blindado mediáticamente. De manera que al cansino repiqueteo de las campanillas que suele hacer sonar Víctor Font, de forma tan recurrente como intrascendente, se empiezan a escuchar por encima suyo las primeras voces realmente dispuestas a pasar a la acción si llega un punto en que fuera necesario plantear una alternativa real a la continuidad de Laporta.
Joan Camprubí, Jordi Roche, José Elías, Eduard Romeu y Jordi Termes han enseñado un poco las uñas, cada cual a su manera y con su particular visión barcelonista, aunque con el denominador común de situarse como oposición. La excepción es Marc Ciria, que planteó de salida un posicionamiento más frontal hace unas semanas, pero que ha ido plegando velas porque desde ese preciso momento en que se postuló como otro aventurero electoral se le cerraron las puertas de todos los medios y canales digitales que le son de tanta utilidad para publicitar su consultoría financiera.
Y luego están los oportunistas, los descartados, los repudiados, los descatalogados y los novatos que, sin más ideario que pescar el en rio revuelto del barcelonismo, se han apresurado a formar una especie de cadena singularmente extraña formada por eslabones cada cual de un color y tamaño distintos. El resultado ha sido Suma Barça, con nombres como Ricard Font, Beto Agustí, Gerard Figueres, Josep Maldonado o Joaquim Forn, que promovieron un estrafalario acto de presentación a base de incluir entre los invitados a personajes y personalidades del barcelonismo presuntamente vinculados a la iniciativa. La mayoría de ellos, cuando descubrieron el truco, se cayeron de la lista dejando solos a esta especie de barcelonistas sin papeles que, a la hora de la verdad, más allá de haber ido perdiendo relevancia, influencia, cargos y el apoyo del aparato convergente, no tienen otro propósito que recuperar la proyección mediática perdida y, si es posible, engancharse en el último momento a la candidatura ganadora.
Verdaderamente, plantearon un ideario incongruente y confuso, pretenciosamente acrítico y al mismo tiempo salvador de las esencias azulgrana con ínfulas de reagrupamiento y de unidad no se sabe en torno a qué ni a quién. Se diría que Suma Barça lo podría haber patrocinado la propia junta de Laporta para diluir el impacto de Som un Clam y generar una sensación de que salir a posicionarse ahora sobre el Barça, con el telón de fondo electoral de 2026, es sólo una moda y un divertimento de gente más bien ociosa y con un interés privado que nada tiene que ver con el destino del club y sí con la necesidad de seguir en el escaparate mediático al precio que sea. El presunto colectivo, con demasiado personal del rastro de Junts, más resta que suma, pues después de las primeras explicaciones tampoco se adivina por dónde quiere transitar.