Som un Clam se despoja de su heráldica y avisa a Laporta de que va en serio

La plataforma en torno a la figura de Joan Camprubí intenta no aparecer como la heredera de ningún 'pasado', presentando caras nuevas sin vinculación a la guerra de los 'ismos' de las dos últimas décadas y un discurso objetivo contra la soberbia, el totalitarismo y la ruina asociada a la directiva actual

Joan Camprubí, al centre de la imatge, durant la visita del Barça al PSG, l'abril del 2024 - Foto: Joan Camprubí

La puesta de largo de Som un Clam respondió, como estaba previsto, a la principal finalidad de realizar una demostración de músculo barcelonista, arraigo social, un vínculo inequívoco con las clases altas de la ciudadanía y la mayor concentración de familias azulgrana con más solera y genealogía, empezando por ese foco mediático puesto en la figura de Joan Camprubí, nieto y bisnieto de dos presidentes del FC Barcelona de apellido Montal. La estrategia de subrayar un liderazgo en un socio avalado por su sangre azulgrana y por esos títulos nobiliarios inherentes a su apellido responde a la obsesión de Evarist Murtra, el padre ideológico de la criatura, de recuperar la tradición y el entorno histórico del ecosistema tribunero del cual él mismo proviene y del que habían ido surgiendo y sucediéndose la mayoría de los directivos y presidentes del Barça desde el origen de los tiempos.

Así fue, al menos, hasta que, en 1978, apareció en el horizonte un personaje astuto, diferente, rupturista y con una determinación empresarial transgresora para su época, como fue Josep Lluís Núñez, de un perfil y procedencia completamente opuestos al de los presidentes anteriores del Barça, llegados al palco del Camp Nou por esa vía dinástica que, debe admitirse, se basaba en un sistema de designación y consenso elitista completamente al margen de un sistema verdaderamente democrático y participativo que reflejara la voluntad de los socios, a salvo de injerencias y protegido por la misma alergia a las urnas del régimen que duró 40 años.

En la irrupción de Som un Clam, que se venía fraguando desde hace más de un año, inicialmente alimentando la intención de afinar una candidatura para las elecciones de 2026, ese antojo electoralista de Evarist Murtra por la pureza barcelonista y el aval de un apellido ilustre del candidato pasó bastante desapercibido, afortunadamente, sin demasiada trascendencia en el progreso y el necesario crecimiento del proyecto Camprubí, que no tiene por qué atarse ni en el fondo ni en la forma ni en la visión y el estilo de gestión al de su abuelo y su bisabuelo. Son otros tiempos.

El intento de eliminar, reducir o maquillar ese rastro heráldico, como hizo Camprubí, parece una medida inteligente que ha permitido descubrir el otro vértice clave e interesante de este movimiento antilaportista recién presentado, dejando buena parte del protagonismo a otros barcelonistas de nueva generación que, precisamente, quieren aprovechar y rentabilizar su condición de novatos como uno de sus atributos diferenciales para darse a conocer y conectar con el barcelonismo. Ninguno de ellos ha pertenecido a esa nidada de 2003, que fue, en su momento, joven, dinámica y capaz de hacer tabla rasa del pasado de los 22 años de nuñismo y de la peor de sus secuelas, encarnada en la figura de Joan Gaspart.

Hoy, tras la sobredosis de laportismo que precedió y sucedió a la etapa de Rosell-Bartomeu, un periodo de la vida del Barça que habrá durado por lo menos 21 años y que se ha caracterizado por una intensidad y rivalidad directiva sin precedentes, la emersión de caras muy nuevas y desconocidas, ajenas por completo la guerra de los ismos de las dos últimas décadas, ha ofrecido una perspectiva, una imagen y un discurso basado en la objetividad y no en el resentimiento, el totalitarismo y la intolerancia del imperialismo laportista. Los testimonios periodísticos han destacado las intervenciones de Jordi Roche, Georgina Sánchez, Jordi Camps, Marta Pascual, Albert Ferrer o Carlos Galofré, y han subrayado los nombres de Sam Judez, Joan Roca y otros llamados a regenerar ese tejido laportista que, por su toxicidad y soberbia, está arrastrando al Barça a un estado de ruina y riesgo.

Muy probablemente esta sea la causa de que el entorno Camprubí haya dejado a un lado los preparativos a más largo plazo de una candidatura y haya anticipado un plan de acción por si, ante la gravedad de la situación, se hace necesaria una intervención en forma de voto de censura

«Tras escuchar a muchos socios, detectamos un descontento general. Hay muchos aficionados que sienten que no están bien representados. Estar de brazos cruzados no es una opción. Toca dar un paso adelante y hacerlo de una forma organizada. Queremos que el Barça gane, esto va de sumar esfuerzos hacia un objetivo común (…) El Barça está en una situación de emergencia y queremos ser una fuerza de cambio, el barcelonismo es el único ismo que importa. No lidero una candidatura, por lo menos de momento, pero si no se ven (Laporta y su junta) con la fuerza del cambio, que den un paso al lado», dijo Joan Camprubí en un mensaje lo bastante claro y celebrado por los asistentes.

El acto -con más de 500 barcelonistas entregados y alineados con esa necesidad de frenar los delirios laportistas y dar un giro de sensatez, orden y control que salve al Barça sin perder, al contrario, su capacidad de luchar por todos los títulos en todos los frentes- dejó, además, un gesto de indudable significación barcelonista cuando se destacó y reconoció, en torno a la figura de Jordi Roura, el trabajo del fútbol base azulgrana. Se destacó el hecho incongruente y sectario de haber despedido, en una de las primeras decisiones de Laporta, a todo el equipo responsable de la nueva generación de los Ansu Fati, Gavi, Lamine Yamal, Cubarsí, Fermín, Héctor Fort o Araujo, además de haber detectado a Pedri.

Y si alguien sobró fueron esos exdirectivos de la última etapa de Josep Maria Bartomeu, ciertamente tan responsables del éxito del femenino como del fichaje de Coutinho, y que, desde luego, no son culpables de que el planeta sufriera una pandemia, eso es indudable, pero que si quieren y pretenden defender su gestión con argumentos y datos han podido hacerlo por su cuenta, con valentía y dando la cara. En ningún caso apuntándose ahora a una guerra que ya no es la suya y al rebufo de otra candidatura.

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1 comentario en «Som un Clam se despoja de su heráldica y avisa a Laporta de que va en serio»

  1. Bons dies. Els culés de tota una vida de tot arreu volem ja aquest any un Barça fort , potent , guanyador i ben gestionat . És possible. Mirem- nos a nosaltres.

    Ànim i molta força.

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