Alegría. La gran movilización de la sociedad francesa en las urnas –sin precedentes desde el año 1981– ha tenido un resultado contundente: se ha evitado la anunciada y temida victoria de la extrema derecha de Marine Le Pen. Su partido, el Reagrupamiento Nacional (RN), venía de ganar de manera clara las elecciones europeas, con el 31,4% de los votos, y la primera vuelta de las legislativas, con el 33,1%. Además, las encuestas auguraban que, en la segunda vuelta, podría conseguir la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, que es de 289 escaños.
Una vez procedido al escrutinio de la segunda vuelta, ha saltado la sorpresa. El RN no solo no ha obtenido la mayoría absoluta. Ha quedado en tercera posición, detrás del Nuevo Frente Popular (NFP), la coalición de los insumisos, socialistas, ecologistas y comunistas; y del partido centrista del presidente Emmanuel Macron (Juntos). Este 7 de julio, Francia se ha quitado de encima la pesadilla de tener un primer ministro y un gobierno de ultraderecha. Enhorabuena.
Con todo, los resultados son muy ajustados, a causa, principalmente, del buen papel que, rompiendo los malos augurios, ha hecho el partido de Macron, que no ha sufrido el descalabro previsto. Esto hace que la pretensión de Jean-Luc Mélenchon de hacer un gobierno del NFP sea, matemáticamente, inviable. Se impone, por consiguiente, una negociación con los macronistas que, de entrada, se presenta dificilísima, dado el carácter dogmático e intransigente del líder de los insumisos. Veremos cómo acaba.
En todo caso, estas elecciones legislativas han servido para confirmar la insultante hegemonía de la extrema derecha en Cataluña Norte. Aquí, sus candidatas se han llevado, “sin bajar del autobús”, los cuatro escaños que estaban en juego. ¿Qué pasa en este territorio hermano, que es la cuna histórica de Cataluña, para que se haya acabado convirtiendo en un bastión inexpugnable del lepenismo?
Hay muchas razones sociológicas y económicas que pueden ayudar a explicar esta anomalía, que se ha convertido en una vergüenza para todos los catalanes. Pero hace falta no olvidar que, hasta hace no muchos años, estas comarcas eran un feudo de los radicales, de los comunistas y de los socialistas.
Desde el año 1959, Perpiñán solo ha tenido cuatro alcaldes: Paul Alduy (1959-93), que pasó del Partido Socialista al centroderecha de Valéry Giscard de Estaing; su hijo, Jean-Paul Alduy (1993-2009), que hizo la misma deriva política izquierda-derecha que su padre; el centrista Jean-Marc Pujol (2009-20) y el lepenista Louis Aliot (desde 2020).
Dos hechos han marcado la historia reciente de Cataluña Norte: el exilio de miles de españoles republicanos, al acabar la Guerra Civil del 1939, muchos de los cuales se quedaron en este territorio; y la llegada de unos 30.000 pieds-noirs y harkis, fugitivos de la independencia de Argelia, en 1962.
La composición social que se da en Cataluña Norte es insólita e inédita: sus 500.000 habitantes son una mezcla de la minorizada población catalana de base, los descendientes de la gran migración española de la posguerra, la potente comunidad de los pieds-noirs y de los harkis, la reciente migración magrebí, los gitanos catalanes que se concentran en el barrio de San Jaime de Perpiñán y la cada vez más numerosa colonia de jubilados que, procedentes de todo Francia, deciden vivir sus últimos años bajo el Sol del Rosellón.
La subida de la extrema derecha en Cataluña Norte arranca a finales del siglo pasado y está relacionada con la estrecha conexión de Jean-Marie Le Pen, fundador y referente del Frente Nacional (ahora, Reagrupamiento Nacional), con los expatriados de la guerra de Argelia, que han acabado siendo un “lobby” muy influyente, de marcado cariz ultraderechista. Paul Alduy había sido director del gabinete del gobernador de Argel; el ex-alcalde Jean-Marc Pujol nació en la Argelia francesa; y la madre del actual alcalde, Louis Aliot, era pied-noir.
Además, Louis Aliot fue la pareja oficial de Marine Le Pen, entre los años 2009-19, época en la cual llegó a ser secretario general y vicepresidente del Frente Nacional. Por consiguiente, la presencia de la líder de la extrema derecha francesa en Cataluña Norte ha sido, durante muchos años, muy frecuente, hecho que ha contribuido al fuerte arraigo electoral del partido en este territorio.
Esta simbiosis entre el RN y Cataluña Norte da lugar a situaciones paradójicas. Por ejemplo, Elna tiene, desde hace años, un alcalde comunista, Nicolas Garcia, hijo de exiliados republicanos catalanes. Pero, en cambio, en las elecciones legislativas o presidenciales, la extrema derecha de Marine Le Pen arrasa en este municipio.
La base económica de este departamento -el segundo más pobre de Francia, por detrás del “ghetto” de Seine-Saint Denis- es también muy precaria, después de la desaparición del “gran negocio” de la frontera. Las “empresas” más importantes, por número de trabajadores, son el hospital de Perpiñán, el Ayuntamiento y el Consejo General (Diputación). La época del verano en las playas y la cosecha agrícola -en especial, la vendimia- hacen que haya un elevado número de trabajadores temporeros.
Los datos sociales son muy preocupantes: 23% de paro, 21% de la población en situación de pobreza, 14% de los habitantes necesitan ayudas asistenciales, 27% de la población es mayor de 65 años. Esto hace que la opción de buena parte de la juventud que quiere prosperar profesionalmente sea la emigración. Se van los jóvenes y, en cambio, Cataluña Norte se llena, cada vez más, de jubilados foráneos.
El voto masivo a la extrema derecha es un reflejo de esta situación tan débil y desestabilizada. Pero el hecho es que la hegemonía del RN no ha servido para mejorar las cosas. Eso sí, hay más represión securitaria y un proceso deliberado de descatalanización, impulsado por el alcalde Louis Aliot. Habrá que volver a picar mucha piedra para cambiar esta aciaga coyuntura, y, desde el sur, nos toca ser conscientes y ayudar.
En estas comarcas pirenaicas nació, en el siglo IX, la Cataluña histórica de la cual somos tributarios. Que en este territorio de nuestros ancestros “reine” hoy Marine Le Pen -la aliada de Vox en el Parlamento Europeo- es una aberración que hay que combatir desde el compromiso democrático y progresista.