Incluso en esta época tan acelerada uno puede comprender cómo casi siempre hace un año de todo. Han transcurrido doce meses desde las elecciones municipales de 2023, cuando el convergente Trias aprovechó la movilización en los barrios de la zona alta para ganar los comicios del 28 de mayo, mientras perdió la alcaldía el 17 de junio en manos de una conspiración judeomasónica contra los independentistas.

Así fue como Jaume Collboni, eterno candidato perdedor de los socialistas barceloneses, se convirtió en alcalde de Barcelona una tarde de sábado con tan sólo diez concejales. La lógica y su sensibilidad, muy amiga de empresarios y proyectos marca BCN, lo hubieran hecho un excelente segundo de Trias, algo imposible porque éste, muy enfadado, se sintió despojado de lo que creía suyo y declaró un legendario “que us bombin a tots”.
El mal perder es la explicación para entender la parálisis de la capital catalana durante esta legislatura, de la que ya se ha escurrido una cuarta parte. Trias es sólo el primer escalón de esta pesadilla, pues otra indignada con los resultados y el ascenso de Collboni fue Ada Colau, la que todavía es, si bien puede sonar increíble, jefa del grupo municipal de Barcelona en Comú.
La alcaldesa no mantuvo la hegemonía de la izquierda por sus muchas promesas y escasos cumplimientos en los barrios. Su 25% en el Eixample de la Súper Illa no tuvo seguimiento en los márgenes, donde los votantes más longevos sí votaron socialista por inercia.
Como todos los dirigentes cuecen resentimiento hacia sus semejantes y bloquean acuerdos de gobierno, sólo Esquerra transige dentro de su propia transición, lo más sensato sería un relevo para poner un marcha un mandato creíble para la ciudadanía, víctima de una creciente indiferencia, salvo en los lugares donde el ayuntamiento cree que puede actuar impune.
A lo largo de este año hemos vivido episodios de este estilo en varios puntos de la ciudad. En el Baix Guinardó luchan para que el Mercado de la Estrella de Gracia no vaya a sus Jardines, donde antes hubo el cuartel de caballería de la calle Lepant y ven como una iglesia irá al suelo porque el clero tiene otros intereses.
Este ejemplo podría ampliarse con otros relacionados con destrozos patrimoniales para especular mediante el reclamo de la obra nueva. Todo sigue en la línea BCN. La García Márquez es premiada y muchas bibliotecas de la apreciada red se caen a trozos o cierran en verano por temas climáticos. Por cierto, el flamante centro de Sant Martí tiene muy cerca uno de los tres semáforos con la efigie bien de Mortadelo, bien de Filemón, el mayor hito conseguido por el ínclito Jaume Collboni, quien en una campaña de hace muchos años se hizo una foto en el bar Barlito del Baix Guinardó, siempre cerrado excepto para el actual alcalde.
El balance de su gestión es bastante nulo por la ya mencionada minoría en el consistorio. Sus esperanzas se depositan, en mi opinión, en dos aspectos. Si la investidura de Illa saca adelante su paz en la Casa Gran podría llegar tarde o temprano. Es sólo una hipótesis que a la fuerza debe interesar mucho a los socialistas, con posibilidad de ocupar la silla principal de las dos instituciones esenciales del país, bien regadas y, si todo va bien sean o no del propio partido, estrechamente vinculadas.
La otra es más cara a la galería, pero claro, traerá mucho dinero y elevará BCN, que no es Barcelona, a los altares internacionales. La Copa América se celebrará del 12 al 20 de octubre. Empezará el día de la Hispanidad y por ahora tan sólo se detecta en las instalaciones de los clubs del puerto, cosa de ricos, no de la ciudadanía, con una percepción ni siquiera escéptica ante el evento, elitista y mal comunicado.
Más que la vela debería hacerse hincapié en cómo la torre del Fang del Clot es un campamento de la mafia de la chatarra, así como las vecinas de Nou Barris quieren la iglesia de Sant Rafael como equipamiento. Con un trabajo efectivo barrio a barrio, de proximidad real, sí se valoraría a la clase política y al señor Collboni, quien en cambio ha sufrido un mayo horrible, una bonita guinda a su año de desamor.
Cargas a vecinos protestando contra la privatización del Park Güell por un desfile. Trabas a ONG’s para empadronar a personas vulnerables en su sede social y la camiseta de Alexia, alucinada con cómo el alcalde y Laporta daban pena, dándole la espalda y arrebatándosela como niños traviesos y sin ley que se han olvidado de ejercer funciones muy bien pagadas, en el caso del alcalde con nuestros impuestos.








