Trabajo digno

Se publican sin pudor los beneficios obscenos que obtienen el oligopolio bancario y otras empresas multinacionales. Mientras, en algunas partes del mundo, existe el trabajo abusivo, infantil y esclavo, sin normas que los limiten ni libertad sindical que los combata.

Susana Alonso

La OIT introdujo el concepto de trabajo decente: salario justo, seguridad del trabajador en el lugar de trabajo, protección de las familias, libertad de expresión y garantía de igualdad de trato y de oportunidades para hombres y mujeres.

La agenda 2030, pone a las personas y al planeta en el centro y requiere abordar unidos los enormes desafíos que enfrenta la humanidad. El objetivo 8 incluye al mundo del trabajo: promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el pleno empleo productivo y el trabajo decente para todos.

En Europa, con excepciones que afectan mayormente a inmigrantes, se alcanzan los mínimos exigibles del trabajo decente. Es hora de reivindicar el trabajo digno, que va más allá de la justicia y la equidad en el trabajo, para definir cómo ha de ser, cómo nos relacionamos con él y cómo lo situamos en el centro del sistema, por encima del factor financiero que ha de pasar a ser un medio auxiliar, como el tecnológico y el organizativo.

El papa Francisco invita a realizar un sueño que vuele hacia lo más alto. Para que, a través del trabajo libre, creativo, participativo y solidario, se acreciente la dignidad de la vida humana. Que deje de ser instrumento de alienación, prevalezca su originalidad y las personas que lo realizan. Que permita expresar en libertad y creatividad formas de empresa, de trabajo colaborativo desarrollado en comunidad y que procure un pleno progreso económico y social. Que no corte las alas a cuantos, en particular jóvenes, tienen tanto que dar con su inteligencia, capacidad, intuición y comprensión del entorno que no podrá sustituir la IA, aunque puede impedirlo.

La batalla será ardua. Eres lo que haces. Se consolida el protagonismo del puesto de trabajo simplificado, en el que el trabajador pasa a ser un apéndice fácilmente sustituible y prescindible. Percibe como salario la cantidad asignada al puesto de trabajo que han diseñado y valorado prescindiendo de él, con omisión de las características propias de cada persona. Desaparece la promoción por mérito y capacidad, pues solo se requieren los conocimientos mínimos que permitan aprender y adaptarse a los requisitos del puesto de trabajo. La seguridad y el progreso salarial dependen de la antigüedad, de la fiabilidad y la lealtad en la ejecución de las órdenes recibidas, como subordinado o como colaborador, que ha de actuar dentro de los parámetros que le transmiten vía electrónica. Todo controlado por el algoritmo que hasta extrapola pensamiento y tendencias. El ideal de gorila amaestrado, de cuando se quejaban de que pedían solo dos brazos y venían siempre con un cerebro.

Somos lo que hacemos. Es necesario recapacitar sobre el sentido del trabajo. Sobre las modificaciones conductuales y psicológicas que pueden sufrir las personas con los cambios sociales que propiciará la ausencia de status profesional y de promoción, el tiempo dedicado al ocio, derivado de la reducción de la jornada laboral que posibilita esta disrupción tecnológica.

El poder financiero es hoy el dueño del sistema. Los accionistas individuales, los fondos de inversión y de pensiones, actúan a través de ejecutivos que se adjudican retribuciones exorbitantes. Muchos no conocen a las personas que trabajan para ellos, ni entienden la organización productiva, solo les interesa el incremento de precios posible y la reducción de gastos forzada. Consideran el trabajo como una mercancía que hay que optimizar y minimizar su coste hasta el nivel de subsistencia. El objetivo esencial es crear valor pecuniario para el accionista, todo lo demás, responsabilidad social corporativa incluida, solo es bueno si ayuda a incrementar el beneficio privado.

Los trabajadores esenciales de la pandemia, que resultaron imprescindibles, han pasado al olvido.

Los cambios que se producen (fordismo por just in time, outsourcing), más los que se van a producir, hay que reconducirlos hacia el trabajo digno, el bienestar colectivo y la realización personal, por delante del egoísta enriquecimiento individual. Hay que actuar para que la sociedad conserve sus características humanas y no sea diseñada por artilugios informáticos contagiados de la codicia de sus amos.

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