La peor de las explicaciones sobre la marcha atrás de Joan Laporta se viene extendiendo en las últimas horas, poniendo el foco en el sentimiento barcelonista extremo del presidente. Ese es el relato oficialista y artificial que la prensa y el entorno digital está difundiendo al mismo tiempo que celebra, con verdadero entusiasmo, que le haya cortado la cabeza a Xavi de una vez por todas. Eso es lo deseaba desde hace meses ese entorno laportista que, por definición, es de naturaleza guardiolista y también contrario a la continuidad de un entrenador que había insultado a su primer gurú, el periodista Ramon Besa.
Las mismas fuentes intentaron convencer en su día, el 24 de abril pasado, que Xavi había convencido a Laporta con un discurso de exacerbado tono culé, emotivo y arrollador en torno a un futuro lleno de éxitos a base de combinar los cracks de la Masía con dos o tres figuras de renombre internacional. En realidad, fue la exigencia de Xavi de cobrar el año que tiene firmado la circunstancia que más pesó en esa continuidad tan artificiosa que ambos, presidente y entrenador, escenificaron al día siguiente. Aquella noche, es cierto, Xavi volvió a creerse las promesas de reparación del fair play financiero y la posibilidad de fichar Bernardo Silva, por ejemplo, aunque fuera a costa de vender a Araujo.
Con el paso de los días, sin embargo, Xavi ha dispuesto de información más verosímil sobre esas cuentas de Laporta que tienen más de cuento que otra cosa. Su discurso de martes, previniendo a la afición de la precariedad dominante, dicen que ha herido el sensible corazón barcelonista de Laporta, decepcionado con Xavi por ese pesimismo que no comparte la presidencia.
A Laporta, sin embargo, lo que le ha fastidiado es el esto es lo que hay de Koeman versión Xavi. Es decir, el hecho de dibujar un horizonte que no sea, como siempre hace, ilusionante, ambicioso, conquistador, competitivo y con otro triplete como objetivo con independencia de si realmente al equipo le alcanza. Lo que necesita es, precisamente, que alguien alimente la necesidad de fichar al menos a tres o cinco jugadores más, justificando así vender patrimonio, tirar a la basura los ingresos extra de Nike, por ejemplo, o recurrir a más trucos contables para que a sus agentes y amigos no les falten comisiones que cobrar este verano.
¿Por qué Xavi jugaba a eso hasta el martes? Puede que por estrategia personal para curarse en salud y no tener que soportar más refuerzos tipo Vítor Roque o Joao Félix, que tiene todos los números de quedarse. Lo que es seguro es que ni Xavi ni Laporta se entienden o dejan de hacerlo porque su barcelonismo está siempre por delante de todo. Más bien es lo último.