Despreciamos a las personas que dieron su vida y su lucha por la mejor forma que se ha encontrado para gobernarnos, la Democracia Representativa.
La Democracia que tenemos, basada en la representación por elección en las urnas, en igualdad de oportunidades para todas las personas, se fragiliza si una parte importante de la población no usa cada oportunidad que tenemos de expresar nuestra elección de representación en los parlamentos y gobiernos.
Si votamos pocas personas, se está otorgando mayor representación a los que siempre van a votar, que suelen ser posiciones conservadoras de derecha y ultraderecha.
Si no vamos a votar, ponemos en riesgo los avances sociales logrados con esfuerzo en todos los años de Democracia que llevamos. Si no votamos, dejamos de ser parte interesada en nuestro futuro y se hará el interés de otros que nos vendrá impuesto.
Si no vamos a votar, corremos el riesgo de que nos gobiernen políticos respaldados por grupos de presión contrarios a la lucha contra el cambio climático, contra los derechos de los trabajadores, contra la diversidad social y comunitaria, que recortan derechos para beneficio de quienes les han aupado más allá de los electores.
Ponemos en riesgo las coberturas sociales, las pensiones no contributivas y las contributivas también, que pueden ver recortado su poder adquisitivo o su privatización.
Podemos perder las ayudas a nuestros mayores, la educación de calidad de nuestros hijos y nietos, la sanidad pública universal que tenemos, los profesionales formados que, con bajísimos salarios públicos, terminan por irse a otros países, perdiendo calidad y productividad de los servicios públicos que garantizan nuestro estado del bienestar.
Es cierto que cada vez las elecciones están más polarizadas y usadas por grupos de interés en bastantes medios de comunicación al servicio de intereses económicos y de presión, para distorsionar la información, creando bulos y sembrando dudas. Ruido mediático. Y esto nos molesta y nos hace pensar que puede no valer la pena votar.
También hay colectivos que propugnan la abstención como forma de protesta contra los representantes y partidos políticos, protesta que no va a ningún sitio más allá del gesto simbólico. Con su abstención lo único que consiguen es que los que si van a votar tengan más poder de representación por ausencia de opinión diferente. Es como tirar piedras al propio tejado de la Democracia.
Si, ejercer la Democracia es elegir, y esto a veces nos cuesta decidir que opción escoger.
Todas son válidas, siempre que los programas y estatutos de los partidos respeten las leyes que nos gobiernan para su elegibilidad.
Valoremos los programas, las opciones que más se aproximen a nuestras ideas, deseos e intereses. Pensemos en nosotros mismos, en nuestros mayores, nuestra familia, que opción puede ayudar a proteger mejor nuestro futuro, el que deseamos dejar para las generaciones sucesivas y nuestros conciudadanos. Leamos más allá del trazo grueso de soflamas de titulares interesados.
Obviemos lo que nos intenta “distraer”. Por ejemplo, estos días se habla mucho del sobresueldo del candidato del Partido Popular, Sr. Feijoo. Mientras se habla de eso, no se habla del programa político de ese partido ni de los recortes que plantea, se escaquea de la confrontación de programas, al igual que huye de los debates para esconder su debilidad argumental.
Si no hay una opción clara que nos interese con sus propuestas, siempre se puede votar a la contra, para contrarrestar aquellas opciones más alejadas de nuestras ideas e intereses. Todas las opciones son legítimas.
El no ir a votar porque el partido al que dimos la confianza anteriormente nos ha defraudado no quita que valoremos también la opción que más se aproxime o la “menos mala” para nuestras ideas y deseos.
También tengamos en cuenta las reglas para la elección en la circunscripción a la que pertenecemos, la provincia en este caso, cuantos cargos se eligen, Diputados y Senadores, cuales tienen más opción de obtener representación, para intentar aproximar el máximo nuestro voto a las opciones reales o probables. El voto útil, a favor, o a la contra.
Que no nos roben la Democracia. Si creemos en ella como garante de nuestros derechos humanos, sociales, de representación y de igualdad, hemos de defenderla con nuestros votos.
Todas las elecciones son importantes, pero en este caso, cuando corremos serio riesgo de una involución política y social, es más importante que nunca el que vayamos a votar.
En las anteriores elecciones se quedaron en casa 270.000 electores que antes habían ido a votar opciones de progreso. En nuestras manos está el que, con nuestros votos, no se llegue a dar esa involución que se percibe en las propuestas de la derecha y ultraderecha.
Votemos lo que somos para ser lo que votamos, sin quedarnos fuera de la Democracia.