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¿Por qué Laporta utiliza las amenazas de LaLiga para otra ola de despidos?

Joan Laporta

Joan Laporta y su núcleo están aprovechando las presuntas estrecheces del plan de viabilidad entregado a LaLiga para quitarse de encima a toda una serie de cargos y personajes que, con el paso del tiempo, no han demostrado la debida obediencia y lealtad ni al presidente ni a sus decisiones. En la última pasada del rastrillo han caído dos de las piezas que parecían intocables, el jefe de seguridad, Lluís Miquel Venteo, y la anterior responsable del área de compliance, Mireia Simona, junto a una docena más de cargos estratégicos que han sido llamados esta semana desde recursos humanos para firmar el finiquito.

Sin embargo, no pocas voces desde dentro del club sostienen que el plan de viabilidad que tiene como objetivo recortar gastos para poder fichar a Messi y a otros cracks este verano está siendo la excusa perfecta para incluir en los despidos a según qué ejecutivos de segunda y tercera fila incómodos, según la percepción de la gestapo interna.

Esta sensación de depuración, que sería la tercera en dos años, se va extendiendo en un club donde cada día que pasa aumenta el nerviosismo interno, los recelos y la vigilancia, también las represalias, entre los propios empleados y jefecillos.

El escenario es el de una especie de juego de supervivencia en un contexto de bajas, algunas de ellas indiscriminadas o aleatorias, que seguramente no tienen tanto que ver con las necesidades económicas reales como con esa crispación apreciable en las altas esferas, cada día que pasa más preocupadas por la actitud de los empleados que son testigos de cómo se improvisa e intentando evitar el estado de desgobierno y de caos reinante.

Es fácil entender que el estado de ruina se ha agudizado con la gestión de Joan Laporta porque así lo demuestran los números con un descenso espectacular de los ingresos y un desmadre en gastos generales, incrementado este ejercicio en 50 millones inexplicablemente, además del aumento de la masa salarial pese a deshacerse de Messi hace dos años. Quitarse de encima un porcentaje diminuto de empleados con sus respectivos salarios no solucionarán en ningún caso las grandes cifras de un desequilibrio de 200 millones de pérdidas de la actividad económica. Pero sí que ayudará a que los que sigan en su puesto al final de esta oleada de despidos no abran la boca ni para decir buenos días.

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