Recordar el futuro de Barcelona

Albert Aixalà en Política i Prosa recuerda a los alcaldes democráticos de Barcelona desde 1979 a través de sus palabras. Destaca el recordatorio de Pasqual Maragall, y una frase por encima de todas, dirigida a sus concejales: “cuando arregla un barrio, está empezando a arreglar el mundo”.

No es saludable pensar que el pasado es siempre mejor. No lo es. Las cosas no mejoran ni empeoran, sino que evolucionan. Pero las dudas de los últimos años sobre Barcelona han llevado a muchas personas a mirar atrás, preguntándose por qué las cosas en algún momento dejaron de proporcionar la agradable sensación que siempre mejoraban. En realidad, no lo hacían, las cosas no siempre mejoran todas ni para todos. Pero la sensación general, al menos en los años 90, era otra. Por eso Pedro Sánchez el otro día en el Fòrum, en el acto donde habló en apoyo de Jaume Collboni, se refirió repetidamente a los mejores años de Barcelona. Y los mejores de los mejores fueron los años de Pasqual Maragall alcalde.

Yo viví lo mejor de aquella etapa como concejal del Ayuntamiento, entre 1991 y 1995. Ni que decir tiene que no fui un protagonista importante, pero fui un testigo. Aprendí, o vi confirmada mi hipótesis de trabajo, que se puede ser de izquierdas, riguroso, analítico y no populista. Vi en el Pasqual Maragall alcalde, que se puede tener una fuerte personalidad, ser terco y a la vez no ser un narcisista ni un déspota (dos características que después he encontrado, en personas que se movían entre el mundo académico y político del izquierda).

Se puede conocer y dormir en los barrios y al mismo tiempo tener una visión global de las cosas. Pasquis tenía una ideología y un partido (siempre se presentó con el mismo, el PSC, y fue su presidente), pero tenía mucho más. Esto no le impidió recibir una campaña impresentable de acusaciones personales por parte del nacionalismo, que siempre intentó hacerle la vida políticamente imposible, disolviendo a la Corporación Metropolitana, boicoteando la inauguración del Estadio Olímpico y poniendo mil trabas al desarrollo de la capital.

La transformación bastante equilibrada de la ciudad, hoy innegable, avanzó con diálogo y coalición, pero con una fuerte dirección socialdemócrata, y con una gestión profesional y seria. En aquellos años se empezaban a trabajar algunos temas que después han adquirido preeminencia: la primacía de los peatones, la promoción de la bicicleta, la integración de las personas inmigrantes (con José Ignacio Urenda como Comisionado por los Derechos Civiles).

Los Juegos Olímpicos no transformaron la ciudad como se dice a menudo, sino que fueron la guinda, el instrumento narrativo, de una transformación que ya estaba en marcha y que después continuó (Aixalà recuerda acertadamente que, antes de 1992, Maragall hablaba poco de los Juegos). Pero son un proyecto ilustrativo dirigido por el sector público, con colaboración privada: arregle los barrios para empezar a arreglar el mundo.

Quería ser una Barcelona abierta, en una Cataluña diversa, una España federal y una nueva patria europea que avanzaban y siguen avanzando, no sin dificultades, por la vía de los hechos, por ejemplo, utilizando cuatro idiomas durante los Juegos. La Barcelona abierta, que genera empleo, mejora los salarios reales, corrige las externalidades negativas derivadas del turismo, que hoy queremos consolidar, empezó a gestarse en aquellos años.

La mejor Barcelona era la antítesis del identitarismo y el populismo: el carácter carlista, estrecho y reaccionario del nacionalismo y el independentismo no estaban presentes, al menos por lo que yo recuerdo hasta 1995. No sé si después la influencia marginal del Partido por la Independencia y ERC cambió algo importante. Lo dudo.

No se debe mitificar a nadie: Pasqual Maragall también tuvo suerte, recogió un testigo, estaba bien rodeado, y cometió errores (sobre todo después de ser Alcalde). Hay que recordar sin nostalgia y extraer algunos principios. Aquel Alcalde es irrepetible, como lo es su época, pero algunas cosas que se apuntaron entonces señalaban hacia el futuro, y éste ya ha llegado.

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