Un educador de un centro de menores se enfrenta a 67 años de prisión por violar a un discapacitado

La madre da veracidad al relato de la víctima, pero los compañeros del acusado lo exculpan de los hechos

El hombre juzgado por violar a un menor discapacitado en un centro de menores, en el banquillo de los acusados de una sala de la Audiencia de Barcelona (ACN)

Un educador de un centro de menores de Teià (Maresme) ha empezado a ser juzgado este lunes en la Audiencia de Barcelona por supuestamente violar repetidamente a un niño de 13 años discapacitado, por lo cual la Fiscalía le pide 67 años de prisión por cuatro agresiones sexuales con penetración y una quinta sin penetración. En el juicio se ha escuchado la declaración de la víctima en el juzgado de instrucción donde relató los hechos, relato al cual su madre da plena credibilidad, pero los compañeros de trabajo del acusado lo ven imposible, puesto que, afirman, lo habrían detectado inmediatamente. El menor, de familia monoparental y con la madre a prisión, tiene una discapacidad del 42% y autismo, y los trabajadores del centro dicen que era muy fantasioso.

El acusado trabajó en el centro desde finales de octubre de 2013 a principios de enero de 2014 como educador, y desde entonces hasta el 24 de agosto de 2015 en el turno de noche. Según las acusaciones, entre abril y noviembre de 2014, y aprovechando la situación del menor y el hecho de que él era el único vigilante por la noche, le hizo tocamientos y penetraciones bucales y anales. En abril, cuando los dos volvían en coche de la prisión de mujeres de Barcelona para visitar a la madre del chico, lo llevó a una zona boscosa aislada cerca de Teià y le pidió como «favor», al cual no se podía negar, que le hiciera una felación. A continuación, lo amenazó con que si decía algo lo trasladarían a un centro de menores delincuentes, cosa que intimidaba al chico.

En julio de 2014 el acusado llevó a la víctima y a otros menores al cine. Entonces, como la víctima se portaba mal, el acusado lo llevó a un rincón apartado para reñirle y le tocó los genitales. Por otro lado, entre julio y agosto de 2014, el acusado hizo ir al menor a su despacho a las 12 de la noche y lo invitó a ver un documental. Cuando acabaron, lo hizo acompañarle a la zona del centro donde se guardan los cochecitos para bebés, donde lo hizo desnudarse y lo penetró analmente en el suelo. La víctima lloró de dolor, y el acusado lo calmó y lo llevó a la cama para dormir.

Cuatro semanas después de estos hechos, hacia septiembre, el acusado le recriminó al menor que hablara tanto con el subdirector, lo llevó a la zona de los cochecitos, le dio una bofetada y lo volvió a penetrar analmente. Finalmente, entre septiembre y octubre, la situación se repitió y el menor acabó llorando y vomitando.

El menor explicó los hechos a raíz de una charla sobre abusos sexuales por parte de una enfermera, seguida de una conversación que tuvo con una psicóloga en noviembre de 2017 en Barcelona, y se lo dijo a su madre, que ya había salido de prisión. Desde entonces, el chico tiene estrés postraumático y se le han agravado otros síntomas que ya tenía como aislamiento, ideas suicidas, conducta sexual desinhibida, masturbación compulsiva, tristeza, desconfianza y culpabilización. La mujer ha dado plena credibilidad a su hijo, y ha manifestado que ella se quedó en shock y que inicialmente no supo reaccionar.

La psicóloga de la escuela donde iba el joven que tuvo la conversación con él y con la madre ha explicado que el chico era reservado pero evolucionaba favorablemente en los estudios. Sí que ha mencionado que tenía cierta aversión a los homosexuales.

Personal del centro defiende al acusado

Tres testigos de la defensa han considerado prácticamente imposible el relato del chico. Concretamente, han declarado otra educadora del turno de noche, que estaba en el piso de abajo donde trabajaba el acusado; el subdirector del centro, que vivía en el mismo edificio; y la tutora del niño mientras residía en el centro. Según los tres, el acusado era un muy buen educador, atento, «sensible, encantador, amoroso, divertido, comprensivo, excepcional, perfecto» y con muy buena relación con los menores. Además, han asegurado que por la noche las puertas de las habitaciones estaban abiertas y en el edificio se oía cualquier mínimo ruido.

Por otro lado, el subdirector y la tutora han explicado que el chico era muy «fantasioso», jugaba mucho con muñecos y superhéroes inventándose historias y tenía al menos «tres amigos imaginarios». Uno de ellos era un hombre grande borracho que le decía que hiciera cosas malas, un segundo que le decía que no hiciera aquellas cosas malas y un tercer niño pequeño con quien jugaba más. Los dos también han explicado que el joven tenía mucha fijación con el sexo, era bastante desinhibido en esta cuestión y a menudo se masturbaba en la habitación ante los compañeros, o hacía tocamientos libidinosos a la tutora. Esta educadora, con quien el chico tenía mucha confianza, ha asegurado que el menor le hubiera explicado algo en el momento en que pasó, y no lo hizo. También ha relatado que a menudo decía mentiras y hacía fabulaciones.

La Fiscalía y acusación piden al educador imputado 67 años de prisión por cuatro delitos de agresión sexual con penetración y uno de agresión sexual, además de inhabilitación para trabajar con menores y discapacidades, prohibición de aproximación en las víctimas y libertad vigilada. También le piden 80.000 euros de indemnización por los daños morales y las secuelas psicológicas, que tendrían que pagar el centro de menores o la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA). El juicio continuará este martes con algunas periciales más y la declaración del acusado.

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