¿Por qué ahora Mateu Alemany ya no es bueno para el Barça?

Mateu Alemany

Aunque el dominio del relato mediático de Joan Laporta es evidente y eficaz para el control de la opinión pública barcelonista, resulta evidente que, una vez alcanzado cierto punto de complicación, se acaban produciendo fisuras. El anuncio de la repentina marcha de Mateu Alemany se ha revestido inteligentemente con la filtración de una oferta irrechazable del Aston Villa, y esa ingenua y edulcorada versión según la cual seguirá cumpliendo con sus deberes para con el Barça hasta el 30 de junio.

La primera parte se corresponde con una cierta realidad que, para dejar las cosas claras, responde a la voluntad de Alemany de salir corriendo y haber encontrado la excusa idónea en la oferta millonaria del Aston Villa, ahora en manos de otro de esos propietarios dispuestos a invertir lo que haga falta en fichajes para destronar al City, el Chelsea y el Newcastle, por poner ejemplos de clubs que se sustentan en inversiones privadas para estar en la primera línea.

La otra explicación, ciertamente peregrina, sobre el cumplimiento de sus deberes como director de fútbol profesional, no cuela, pues la prensa ya está dando detalles sobre su sustituto y sobre negociaciones inminentes.

Las grietas en el mensaje surgen cuando los fanáticos del entorno laportista reaccionan, por defecto, con esa acritud y ese odio contra todo aquel que -ya empiezan ser demasiados- abandona el barco, como ya ha anunciado Mateu Alemany, renunciando a su cargo de director de fútbol. Consecuentemente, para los mismos que habían aplaudido su discreción, mano izquierda, contactos, experiencia, oficio, conocimientos, prestigio y un inmejorable ojo clínico para el mercado, ahora critican sus fichajes por mediocres, caros y por debajo del nivel futbolístico que se exige en el Barça para ser competitivo en la Champions.

Los opinadores que, repetidamente, han cantado en su momento las excelencias y la oportunidad de fichar a Ferran Torres, Aubameyang y Adama Traoré, y luego a Lewandowski, Marcos Alonso, Kessie, Christensen, Raphinha, Bellerín, Koundé o Pablo Torre, no han dudado en las últimas horas en criticar esas operaciones, unas por el coste y otras por el rendimiento futbolístico. También se ha producido el mismo fenómeno con sus actuaciones en las negociaciones para renovar a Dembélé, Gavi, Pedri, Araujo o Balde, y respecto a las cesiones y las bajas.

De pronto, ha pasado a ser el responsable de aquellas decisiones que ahora se antojan menos satisfactorias, vistos los resultados, liberando así al presidente Laporta de la plena responsabilidad del rendimiento y balance de los fichajes o de los descartes.

El efecto colateral de este vaivén oscilatorio sobre la opinión de los jugadores es que pone en cuestión, sobre todo, el éxito del equipo de Xavi en la Liga. La contradicción es ganar el principal título nacional, circunstancia que debería provocar un reconocimiento unánime de la totalidad del barcelonismo y de su entorno, e incidir en la necesidad perentoria de recuperar a Messi y de rodearlo de futbolistas de nivel que puedan competir por la Champions.

Las pruebas -o sea, los resultados y el juego- indican que este pesimismo podría estar justificado y, efectivamente, demostrarían que en su conjunto la dirección deportiva de Laporta, Alemany y Cruyff no sería tan brillante ni deslumbrante como la prensa ha vitoreado. Una conclusión a la que, evidentemente, podía llegarse antes y sin necesidad de que Mateu Alemany saliera corriendo.

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