Las últimas apariciones de la presidenta suspendida del Parlament, Laura Borràs, en actos con periodistas han tenido un curioso elemento en común: exabruptos y odio visceral contra la prensa. Y es que cuando Borràs se rodea de sus fanáticos seguidores, suele ser habitual que al menos un grupo de ellos acabe apartando a los periodistas que hacen su trabajo, abucheándolos, acusándoles de «manipuladores», «vendidos» «, «españoles», «ñordos» o cualquier otro cariñoso adjetivo. Para mucha de esta gente, sólo son válidos y objetivos los pocos periodistas tertulianos que defienden a Borràs a capa y espada, sin aceptar ninguna crítica hacia ella y JxCat. Está con ellos al 100% o contra ellos al 100%. Un planteamiento muy alejado de la libertad de prensa.
La presidenta suspendida del Parlament, Laura Borràs, no quiere que le hagan preguntas los periodistas que habitualmente siguen la actividad parlamentaria y quienes han seguido al por menor su juicio. Así, solo se deja entrevistar por estrellitas de la tele o radio que seguramente no tienen tantos detalles con los que hacerle preguntas que la pongan contra las cuerdas y la dejen en evidencia. No hay intención de hacer una rueda de prensa.
